lunes, 29 de septiembre de 2008

ESCARAMUZA AL PIE DE LA ALHAMBRA








“En medio de dos hermosos ríos llamados el uno Genil y el otro Darro, los cuales ríos no nacen de fuentes, sino de derretidas deshechas nieves que hay todo el año en la Sierra Nevada”, ubica Ginés Pérez de Hita la ciudad de Granada en su novela famosa sobre las Guerras Civiles de los Moros, divulgada pronto por el mundo conocido (más de sesenta ediciones en solo un siglo), motivo y causa de la Granada romántica de poetas, escritores y dibujantes de posteriores tiempos. Naturalmente, en el Darro se coge oro fino y de Genil, plata fina, “ y no es fábula, que yo, el autor de esta relación, lo he visto coger...”, dirá enfático.
Se trata de una novela de caballerías, tan de su tiempo, que por fortuna el murciano o veleño, escudero del marqués de los Vélez, conocedor del árabe y soldado en las Alpujarras, nos dejó escrita, convertida hoy en una de las joyas de la “Arabia Antiquities of Spain”, con los grabados del arqueólogo británico James Cabanah Murphy y otros.
En la obra que comentamos, “Las Guerras Civiles de Granada”, capítulos III y IV, Pérez de Hita nos relata, con profusión de colores y detalles, la pelea, más que simple escaramuza, que mantuvieron el noble Muza, hermano del Rey Chico, con el Maestre de Calatrava, don Rodrigo Téllez Girón, cuadro que más parece tapiz por la composición de sus puntadas y belleza oriental. Teniendo noticias, por sus habituales correrías por la Vega, de las fiestas que se hacían en Granada por la coronación del rey Boabdil, señor del Albaicín, en detrimento de su augusto padre el rey Muley Hacen, señor de la Alhambra, (que tanto enriqueciera el colosal monumento), solicitó don Rodrigo Téllez del recién coronado rey nazarita permiso para participar en las reales fiestas en su honor, haciendo escaramuza con alguno o algunos caballeros de los de su corte. Gustó al rey de Granada el desafío y gesto del castellano, noticia recibida con gozo en el Generalife donde el monarca se solazaba con sus amigos cortesanos, conviniendo todos enseguida que este sería festejo principal, sorteándose a quien correspondería primero el honor de pelear con el valiente y osado castellano, tocándole la suerte al noble Muza, hermano del rey, gentil y valeroso caballero.
Días de esplendor, según las crónicas, fueron aquellos en la ciudad festiva, con juegos, músicas y versos, torneos y bailes donde competían los más antiguos y claros linajes del reino, jóvenes valientes, que culminaría con la escaramuza anunciada de los dos contrarios combatientes.







Importante, antes de la pelea, por su esplendor y belleza cortesana, es detenernos, como hace nuestro cronista con su viva imaginación, (y encaja en la hermosura del paisaje y del monumento) describir los trajes y vestidos, joyas y elegancia de aquella corte luminosa y decadente, actores de un tapiz romántico, teatro grandioso y fantástico para los muchos lectores de la obra de Ginés Pérez de Hita y los muchos viajeros que, atraídos por su relato, visitarían la ciudad con ojos cargados de fantasía oriental, paraíso inventado, si no soñado, por el murciano, hombre levantino. Llama la atención el rico y vistoso desfile de caballeros y damas granadinos que aparecen en la novela, cuadro de brillantes colores, los hermosos trajes de los protagonistas, en consonancia con la belleza y esplendor de la Alhambra que aparece coronando la Vega, balcón desde donde la realeza femenina de Granada sería testigo de batallas y del torneo medieval.


Contemplemos el regio desfile:
Primero, el Rey: “Se puso aquel día muy galán, conforme a su persona real convenía. Llevaba una marlota de tela de oro tan rica que no tenía precio, con tantas perlas y piedras de valor que muy pocos reyes las pudieran tener tales. Mandó el rey saliesen doscientos caballeros aderezados de guerra, para seguridad de su hermano Muza”, todos muy ricamente vestidos, que no hubo caballero que no vistiera seda y brocado... El Rey salió por la puerta de Bibalmazán, .llevando a su hermano Muza al lado y todos los caballeros con él. Todos los caballeros llevaban adargas blancas, lanzas y pendoncillos... Por capitán de ellos, Mamad Alabez, valiente y leal caballero...


La Reina: “Lucía marlota de brocado de tres altos “con tantas y tan ricas labores, que no tenía precio su valor, porque la pedrería que por ella tenía sembrada, era mucha y rica. Tenía un tocado extremadamente rico y encima de la frente hecha una rosa encarnada por maravilloso arte y en medio engastado un carbunclo que valía una ciudad. Cada vez que la Reina meneaba la cabeza a alguna parte, daba de si aquel carbunclo tanto resplandor, que a cualquiera que lo miraba privaba de vista”.


El valiente Muza: “Pues el alba aun no era bien rompida, cuando el buen Muza ya estaba de todo punto muy bien aderezado para salir al campo.” Llevaba el moro su cuerpo bien guarnecido, sobre un jubón de armar una muy fina y delgada cota, que llaman jacarina, y sobre ella una muy fina coraza, toda forrada en terciopelo verde, y encima una rica marlota del mismo terciopelo, muy labrada en oro, bordada de muchas DD de oro, hechas en arábigo, letras iniciales del nombre de Daraxa, su amada. El bonete era del mismo color, verde con ramas labradas de mucho oro, con las mismas iniciales dichas. Llevaba una muy fina adarga fabricada en Fez y un listón por ella atravesado verde, en medio de una cifra galana, que era la mano de una doncella, que apretaba en el puño un corazón del que salían gotas de sangre, donde se leía: “Más merece”.


“El Maestre, así que lo vio venir, luego coligió que aquel caballero era Muza, con quien había de hacer batalla...”
El Maestre: “Iba muy bien armado, y sobre las armas, una ropa de terciopelo azul muy ricamente labrada y recamada de oro. Su escudo era verde y el campo blanco, y él puesta una cruz roja, hermosa, la cual señal también llevaba en el pecho. El caballo del maestre era muy bueno, de color rucio rodado. Llevaba el Mestre en la lanza un pendoncillo blanco, y en él la cruz roja como la del escudo, y bajo de la cruz, un lema que decía: “Por ésta y por mi Rey”.
Al verlo llegar, el Rey comentó a los suyos: “No sin causa este caballero tiene gran fama, porque en su talle y buena disposición se muestra el valor de su persona.”



Enseguida mandó el Rey tocar clarines y dulzainas, a las que respondieron las trompetas del Maestre, señal convenida, momento en que los dos valientes caballeros arremetieron sus caballos con grande furia y braveza, dándose grandes encuentros sin que ninguno perdiera la silla. El caballo del Maestre no eran tan ligero como el de Muza que se movía en su entorno con facilidad dándole algunos golpes al Maestre. Pero este, mas avezado y más fuerte, levantándose en los estribos, lanzó con mucha furia su lanza hiriendo el caballo de Muza en la quijada, golpe que acusó el vistoso animal que se puso a dar saltos y corcovos, obligando al jinete a saltar de la silla y, rugiente como un león, se fue hacia el Maestre dispuesto a desjarretarle un golpe mortal. El Maestre, diestro en la pelea, más experimentado, saltó rápido de su caballo, “tan ligero como un ave” y, embrazando su escudo, dejada la lanza, con la espada en la mano se fue para Muza que venía con su cimitarra levantada, dando comienzo a una tremenda lucha cuerpo a cuerpo de manera que pronto se deshicieron armas y escudos... que terminó cuando el Maestre hirió al joven Muza en el muslo y le arrancara el bonete de la cabeza quedando el casco al descubierto...Mal quedó el valiente caballero, lo que no le impidió herir en el brazo al Maestre, lo que acabó por encender su saña y herir con su espada a Muza, que rodó malherido por el suelo...El Maestre, viendo a su contrincante caído y muerto su caballo, clemente y satisfecho, determinó poner fin a la batalla, dar mano de paz a su enemigo y hacer con él amistad de caballeros, cosa que Muza agradeció con gallardía....





¡Ay, Dios, qué buen caballero
el Maestre de Calatrava!,








diría el romancero por los campos y villas de Castilla, memoria de tan famoso lance.

Desde las torres de la Alhambra, asomadas a sus ventanas, contemplaron la Reina y su corte de damas la famosa escaramuza entre caballeros que fuera tan famosa en aquel reino. Fátima, la amada de Muza, ricamente vestida de damasco verde y morado, del color del pendoncillo que llevara Muza, toda la ropa bordada de las MM griegas de su amado, que derramaría lágrimas por su amado herido. La bella Daraxa, que tenía puesto su amor en un caballero abencerraje, y tantas otras que con su alegría y belleza alegraban los patios del hermoso recinto nazarita, la mirada perdida en la espléndida Vega con sus aguas y alamedas donde los caballeros galopaban haciendo ostentación de su destreza, dejando nubecillas de polvo en los caminos...Abajo, la ciudad con sus mezquitas, plazas, gritos y juegos, muros y puertas, jolgorio de fiesta y fuego y pólvoras...
El Rey felicitó al Maestre con toda suerte de cortesías y enseguida dio orden de volver a Granada y a su alto castillo...Entró el regio cortejo por la calle Elvira...

ARCO DE ELVIRA


El Arco de Elvira, con sus restos de muralla, abierta al campo y la nieve. No es ahora la puerta por la que antaño viniera el moro Cegrí con la mala de los cristianos y de Granada. Por aquí, muy cerca, estaba la alameda donde fuera ajusticiada Marianita. Por esta calle entraría también Joan de Dios en busca de los moros vencidos, rescoldo enfermo de la ciudad perdida en fiero lance. La calle se alarga, Molino de la Corteza, Lavadero, Rueda Bolas...Por lo alto, asoman techumbres, azoteas y palomares, las casas viejas del Albaicín, equilibrio de luz y de gracia. Todo parece leyenda. Hasta el cielo pintado con pizarrín de colores. Niños invisibles sueltan sus cometas de llanto. El sol es de tiza, como una postal perdida en manos del viento. San Andrés. La calle se desliza, se quiebra, lo mismo que la rama de un almendro. Flores de ópalo y maceta. Vuelan las avispas en los balcones vacíos, las puertas cerradas a cal y canto. Todo el barrio lleva el peso de la colina, casa sobre casa, muro sobre muro, barandales de Federico. Ultramarinos, comidas, tabernas, portales de muebles antiguos... así, hasta el Corpus Christi, Correo Viejo y la Alcaicería. Plaza de Bibrambla...

Paseaba el rey moro
Por la ciudad de Granada..

BIBRRAMBLA

La Plaza de Bibarrambla entre la calles Catalino (que lleva a las Pasiegas), la de Libreros, Zacatín, Príncipe, Salamanca y Pescadería. En su centro, la fuente de los Gigantes. En este lugar, o próximo, mandó el cardenal Cisneros la quema de la biblioteca musulmana, ante la indignación de las gentes. Dos criados del cardenal murieron en la refriega y él mismo tuvo que refugiarse en el palacio episcopal, de donde lo rescató la tropa del marqués de Tendilla. Nunca perdonarían los granadinos tan lamentable pérdida. Este suceso costaría a la ciudad la expulsión de miles de moros...








EL ÚLTIMO ROMÁNTICO

En 1992 pasaría por Granada quizá uno de sus últimos viajeros románticos, el holandés Cees Nooteboon quien, desde el Generalife, contemplando la ciudad, quizá rememorase los sentimientos del Rey Chico aquel día en que el Maestre de Calatrava venciese en lid de caballeros a su hermano de sangre el joven Muza. Escribió:
“Medita, medita en el Generalife, entre rosas, palmeras y laureles, agua verde oscura con nenúfares flotantes y ranas ocultas, murmullo de surtidores bajo los cipreses, las blancas montañas a lo lejos. Por aquí pasearon Théophilr Gautier y Richard Ford, Washington Irving y Louis Couperus, los pensamientos están dictados por un noble código de felicidad y melancolía, solo escapas a él si estás blindado con plástico....( ) Aún es por la mañana temprano, tengo los jardines del Generalife para mí, estoy solo con los pájaros y los surtidores, las torres rojas, el verde de los árboles que llega hasta el borde mismo de la ciudad allí debajo. La copla tiene razón, ser ciego en Granada debe ser el peor de todos los castigos...”

Granada, ciudad siempre de los dos bandos, como aquella de los cegríes y abencerrajes, caballeros moros, Genil y Darro, Alhambra y Albaicín, rumor de pájaros, cipreses y álamos, nieves perpetuas...



José ASENJO SEDANO




(Ensayo publicado en la revista ENTRERIOS, Granada, 2008. Número especial dedicado a La Alhambra, el Palacio)

lunes, 22 de septiembre de 2008

¿A DO TE FUISTE AMIGO?...


¿A do te fuiste amigo
que te busco con amor?
Mi alma hace duelo
desde que te perdió
y pregunta por montes
y riberas,
si alguien te vio
al aire de tu vuelo...

Al hilo
del alba
descubro tu presencia,
huesped de mi corazón
transido.
Los labios de mi boca
ansian la sed de los tuyos,
Dios del amor.

¡Ven, Amigo,
al fuego de tu nido
do amor anida herido!

Vivir sin ti no puedo
y morir no es muerte verdadera.
Mi muerte es vida tuya
do está el agua cristalina
que mi alma busca y bebe...
Oigo tu voz
en el silencio,
Callado huesped.
¡Tu voz!
Vienes de noche
hasta mi sueño
donde me hablas
y yo te escucho...


José ASENJO SEDANO/2006

domingo, 21 de septiembre de 2008

HABLAR




Hablar
es otra cosa.
Es cambiar
tu palabra
por la mía.
Tejer un mundo
diferente.
Crear un espacio,
juntar palabras
como labios
y comenzar.
Seguir andando...

José ASENJO SEDANO/ 2005

LA LÁGRIMA DE UNA CARMELITA MUERTA

Existen sucesos bellísimos de la vida de Teresa de Lisieux, como aquel en que, en la noche, cuando el monasterio dormía, salió de su celda y se fue al coro donde yacía muerta una carmelita anciana, su santa amiga, a la que robó una lágrima de su mejilla. Yo le he dedicado este breve poema:

TERESA

La rosa es blanca
y el alba rosa.
Repica la campana
del monasterio.
Murió la santa
y aroma el aire.
Tiene una lágrima
en la mejilla.
Noche callada.
En el silencio,
viene Teresa
y se la guarda...

José ASENJO SEDANO, 2005

A UN LEGO MUERTO/ ALMERÍA 2006





Lo veía corriendo las calles de Almería con su sonrisa de lego bueno, anciano, pero casi un niño. Pertenecía a la Orden de Santo Domingo, a la iglesia de la Virgen del Mar. Se fue al cielo, no cabe duda. Yo lo vi muerto y no estaba muerto, estaba dormido. Le escribí estos versos:






A UN LEGO MUERTO


He visto tus manos
como rosas
entrelazadas.



Dos manos blancas
de pura nieve.
¿Qué historias guardan
esas manos
sobre la sábana
donde la luna
clara amanece?



Duermen tus manos
un dulce sueño.
Vendrá la luz
y volarán...

¡Ya vuelan
sobre las aguas!
Dios las espera...



SI YO ME MUERO

Si yome muero,
¿adónde iré?
Iré a tu encuentro
Señor, lo sé.
Pasaré las nubes,
subiré a tu pecho
y beberé
el agua limpia
de tu costado.
Si yo me muero,
¿adónde iré?
Iré a tu encuentro,
Señor, lo sé...

VOLAR

Volaré
hasta alcanzar
el blanco sol.
Ser la saeta
del cazador
que rauda sube
por el espacio...
¡Llegar a Dios,
dar en el blanco!







José ASENJO SEDANO/2006

POETA ANTONIO MIRA DE AMESCUA, SIGLO XVII


Del ciclo Lope de Vega, el poeta y dramatugo Don Antonio Mira de Amescua nació en Guadix (Granada). Fue arcediano de su catedral donde, a su muerte, fue enterrado, perdiéndose sus restos en la locura de la guerra civil. Poeta de los siglos XVI y XVII, dejó una importante obra literaria, poesía y comedias.

Poema suyo, religioso, es este que ofrecemos a nuestros lectores y que continuaremos en próximas entregas:



CONOZCO, SEÑOR DIVINO...



Conozco, Señor divino,
que a mi tosca lengua faltan
himnos con que engrandeceros,
con que os alabe palabras,
con que os regale ternezas,
conque os enamore gracias,
con que os agrade suspiros,
pero recibid mis ansias,
no desprecieis mis deseos,
que si aquestos tienen paga
en vuestra sacra presencia,
los que están en mis entrañas
son grandes, bien reconozco
que de mis culpas la carga
muchos infiernos merece
y es digna de eternas llamas.
Pero no, Señor inmenso,
que bien se que a quien os llama,
aun que más pecador sea,
no le negáis vuestra gracia.



(De "La Mesonera del Cielo", Jornada II).

jueves, 18 de septiembre de 2008

"ARTE MENOR", POEMAS, 1981







HABÍA UNA ROSA EN LA VENTANA

Ha llovido
y la rosa
se ha cubierto
de cristales.

AMOR DESPUÉS DE LA LLUVIA

Huele la tierra
como los cuerpos
cuando se mueren.
Todo está triste
bajo la seda
de los paraguas.
¡Cuanto silencio
entre las cosas
que nos decimos!

Llueve en la noche
sobre los campos

y cada gota
es una huella
que se estremece
cuando la siento
junto a mis labios.

PUESTA DE SOL

Anochece sobre el mar
y fría la mar se incendia.
¡Cuanta sangre en el agua!


Que despacio
va la nube
sobre el mar.
Es un ascua
que se apaga.


¡Qué silencio!

ERA DE NIEVE...


Era de nieve.
El mar era de nieve.
De nieve pura
y callada.


OTOÑO

Pájaros
y pájaros
pasan
volando,
volando,


volando
hacia el mar...

LA LUNA RIELA SOBRE EL MAR

La luna
es redonda
y está muerta.

La luna
tiene sangre


azul.

La luna,
¿dónde está
la luna?

MI PALABRA...


Mi palabra
es mi recuerdo.

Todo tan lejano,
tan infinito,
tan sin término...

José ASENJO SEDANO

(Poemas del libro ARTE MENOR, colec. Genil, Granada 1981)

martes, 16 de septiembre de 2008

NIEVE REPENTINA (Poema)


Nieve repentina.

Ha nevado
y la tierra
se ha cubierto
de pequeñas
flores blancas
que relucen
con el sol.
Se han helado
los almendros.

José Asenjo Sedano (1981,"Arte Menor", Colec.Genil, Granada)
(Publicado diversas publicaciones poéticas)

viernes, 5 de septiembre de 2008

LA CATEDRAL DE GUADIX (MAGNA SPLENDORE)











Publicamos el siguiente comentario del escritor e historiador Carlos Asenjo Sedano, referido a la importante publicación sobre la Catedral de Guadix, magna splendore:



PUBLICADO por Mouliaá Map SL, ha salido recientemente a la calle una fastuosa edición sobre la catedral de Guadix, en la que no se sabe qué elogiar más, si las ilustraciones fotográficas debidas a la cámara de Juan Manuel García Sánchez, o el conjunto de textos monográficos sobre los distintos aspectos de esa fábrica catedralicia, debidos a eminentes profesores, especialistas en arte, de las Universidades de Granada, Málaga, Jaén, Murcia, Valladolid, precedidos de un prólogo de C. Asenjo Sedano, primer historiador de este templo. Son tales los doctores Agüera Ros, Baño Martínez, Fajardo Ruiz, Galera Andreu, Ibáñez Sánchez, Lázaro Damas, León Coloma, Martínez Medina, Pérez López. Pérez Mancilla, Pérez Sánchez, Ramallo Asensio, Rivas Carmona, Uliarte Vázquez y Zalama Rodríguez.La obra, de carácter monumental en su formato y edición de gran lujo, examina todas las vicisitudes de esta catedral, y aún las del obispado en que ese templo se inserta, al tiempo que estudia desde el punto de vista erudito y crítico, no sólo los aspectos referentes al desarrollo de su fábrica, sino también los otros aspectos contenidos en un templo de




estas características, es decir, su contenido en imaginería, pintura, orfebrería, carpintería, iconografía, música, documentación, bibliografía, planimetría, etc, con profusión de imágenes, antiguas y modernas, que logran hacer del extenso contenido de la obra un verdadero manantial gráfico de toda su riqueza, hasta hoy buena parte de ella inédita por incapacidad técnica de alcanzar la visión humana los rincones curiosos y subyugantes que sí ha sido posible alcanzar al fotógrafo, un auténtico artista de la imagen.LA catedral de Guadix, una de las de ese último ciclo correspondiente a la conquista del reino nazarí de Granada, -Granada, Málaga, Almería, Jaén y Guadix-, asentadas, generalmente, sobre el solar de las precedentes mezquitas aljamas musulmanas, que a su vez se alzaron sobre los vestigios y las fábricas de las últimas iglesias mayores hispanogodas dedicadas al culto de Santa María, la catedral de Guadix, como su obispado, tiene la característica de ser la única sede catedralicia sita en una no capital de provincia en toda Andalucía, consecuencia de la creación antiquísima de esta Sede episcopal ya en los tiempos apostólicos, por lo que entre sus piedras y vicisitudes se encierra una parte muy importante de la misma historia del cristianismo peninsular.PERO, consecuente con su asentamiento en una ciudad mediana, y no ser capitalidad de provincia, la atención que hasta hoy ha merecido a los historiadores y críticos de arte, ha sido muy marginal, hasta el punto de no conocerse la mayor parte de su desarrollo arquitectónico hasta época muy reciente. Y mucho menos se han analizado críticamente todas las manifestaciones artísticas, valorándose el conjunto de su fábrica, y su contenido, desde distintos puntos de vista, como ahora se hace en este Libro, por lo que su gran riqueza, en todo los aspectos, ha permanecido desconocida e infravalorada. A lo que hay que sumar el gran destrozo padecido en la pasada guerra civil, con la desaparición de prácticamente todos sus tesoros de imaginería, pintura, orfebrería, códices, ediciones príncipe, incunables, bulas, etc.Y eso y a pesar de que la Catedral de Guadix, -ya Magna Splendore- es una auténtica joya de la arquitectura sagrada española, que logra alzarse desde un tardío gótico decadente, a punto de extinguirse, a la plenitud del Renacimiento acaudillado por Diego de Siloé -las Águilas del Renacimiento- y los maestros de su círculo asentados en torno a la catedral granadina y los otros templos capitalinos, pero que aún nos dejarán un resquicio para asomarnos a la arquitectura musulmana de las mezquitas almohades. Y que por las premuras económicas de aquellos tiempos, y la merma de rentas que supuso la rebelión y expulsión de los moriscos de estos reinos, alargará su construcción en el tiempo casi hasta la misma Guerra de la Independencia de 1808, dando lugar a que, en las sucesivas etapas de su construcción, se pase de aquel Renacimiento al siguiente Barroco y hasta el Neoclásico y el Rococó de su fachada, en un alarde de dominio técnico que hará de esas transiciones y amarramientos, un verdadero ejercicio de maestría técnica, especialmente, en lo que supone el difícil ejercicio de articular y montar bóvedas catedralicias, como


en el otro difícil ejercicio de hacerlo con suma pulcritud artística, y en donde los maestros Blas Antonio Delgado, Vicente Acero y Gaspar Cayón darán muestras de su pericia indiscutible.UNA catedral que así, en ese desarrollo tan dilatado en el tiempo, encierra un auténtico tratado de arquitectura, desde los Reyes Católicos hasta Carlos IV, y de cuyas enseñanzas serán discípulas aprovechadas las catedrales de Cádiz y las otras de La Habana o el Sagrario de la catedral mexicana, debido a Lorenzo Rodríguez, el alumno aventajado de la lección guadijeña, con Torcuato Cayón, el magnífico dibujante del templo gaditano.En definitiva, un libro cargado de excelencias gráficas y eruditas, debido a la editorial Mouliaá AP, y, obviamente, al patrocinio del obispado de Guadix y su titular, don Juan García Santacruz Ortiz, y su cabildo catedralicio, sin olvidar la gestión de esa obra magna a cargo de los eficientes sacerdotes don Andrés Porcel y don Antonio Fajardo, los auténticos artífices de este proyecto y de su feliz alumbramiento.




Carlos ASENJO SEDANO




(Publicado en IDEAL, de Granada, el 5 de septiembre de 2008)

jueves, 4 de septiembre de 2008

GOYA, EL DÍA DE CÓLERA








El excelente reportaje de Arturo Pérez Reverte sobre los sucesos del 2 de mayo de 1808, en Madrid, me ha llevado a la lectura de otros libros referidos a esos sucesos y a don Francisco de Goya, pintor hoy un tanto desacreditado y no sé por qué; su apellido estaba ya predestinado para ser quien fue y sigue siendo. A este propósito tengo a mi vista el artículo de Barbara Rose, “Una polémica colosal” (ABC, 5.7.2008), el reportaje sobre “Las Pinturas Negras”, de Vanesa Job Valle (ABC, 4.7), así como las manifestaciones del hispanista Nigel Glendinning: “Lo que está pasando es grave y triste, el Prado admite cosas sin suficiente estudio”, (ABC, 1.7.)..., entre lo mucho que este verano se habla y discute sobre el indiscutible aragonés...
Para mi corto ensayo, me he valido de la obra de dos insignes figuras de la Historia del Arte, don José Manuel Pita Andrade, catedrático que fuera de la de la Universidad de Granada, y Jeannine Baticle, francesa, experta en pintura española de los siglos XVII al XIX (Velásquez, Zurbarán, Goya), conservadora del Museo del Louvre.
De don Manuel Pita tengo a la vista su ensayo “Goya”, Madrid, 1975, ilustrado con numerosas fotografías de Eleonor Domínguez. Se trata de una obra breve, muy condensada, sobre la vida y obra del genial pintor de Fuentedetodos (Zaragoza), nacido en 1746. El oficio de su padre, artesano modesto, decorador, hará que de Zaragoza (donde recibiría lecciones de José Luzón) pasara en 1763 a Madrid donde pinta e intentará sin éxito obtener una beca para viajar a Roma y conocer lo que allí se pintaba. Goya es todavía un pintor mediocre, no definido. Su admiración se mueve entre las dos grandes figuras de ese tiempo en Madrid: Tiépolo, barroco, y Mengs, neoclásico, influido más por este que por aquel, como puede comprobarse, más adelante, en su figura de Cristo.
Tras su estadía en Zaragoza pintando para el Pilar (los bocetos de las bóvedas), vuelve a Madrid, 1773, para casarse con Josefina Bayeu, hermana del pintor del mismo apellido que tanto le ayudará para abrirse camino haciendo algún retrato, como el del conde de Miranda (Museo de Lázaro Galdeano), y sus muchos cartones para la Real Fábrica de Tapices. Es un buen tiempo para Goya, que le llevará a descubrir a Velásquez. Graba algunos lienzos del sevillano y hace sus primeras pinturas para la familia real. En 1779 escribirá: “Me honró el Rey y el Príncipe y la Princesa, que por la gracia de Dios me proporcionó enseñarlas cuatro cuadros, y les besé la mano que aun no había tenido tanta dicha jamás...” Este logro, que tanto le satisface, le conduce a tener “enemigos mayores y con mayor encono”...Así, cuando fallece Meng, en Roma, se atreverá a pedir la vacante que deja el pintor de cámara, solicitud rechazada, aconsejándosele que continúe su formación y trabajos en la fábrica de tapices...
Viaja a Italia a su costa, pinta algunos cuadros y retrata al conde de Floridablanca, al que seguirían otros retratos de famosos, como el de don Ventura Rodríguez y los bellos cuadros de la Alameda de Osuna...Lo que le llevará, por fin, a ser pintor del rey (1786): “Soy pintor del rey con 15.000 reales...!”, y pintor de cámara en 1789 concedido por Carlos IV y María Luisa...
Vendrán después otras historias, su encuentro con la duquesa de Alba, su viaje a Doñana y Cádiz en busca de médicos para su sordera...hasta desembocar en el conflicto entre dos siglos, 1779-1808, como lo llama el profesor Pita Andrade, tiempo en el que se destapa la genialidad del pintor excéntrico, pintor muy por libre, de reducido ámbito, que no por eso deja de observar el mundo que le rodea, la crisis del momento y la grave situación de aquella España en desconcierto, entre el pasado y el presente arrollador que sopla con vientos de guerra desde la Bastilla. Goya sabe que España no podrá resistir el embate, máxime entre un pueblo realista y una aristocracia burguesa liberal que mira hacia Francia.




Y nos encontramos en el principio de este comentario: en los sucesos del 2 de mayo de 1808, tan fielmente descritos por Pérez Reverte con su prosa lúcida y brillante.”Siete de la mañana y ocho grados en los termómetros de Madrid, escala Réaumur. El sol lleva dos horas por encima del horizonte, y desde el otro extremo de la ciudad, recortando torres y campanarios, ilumina la fachada de piedra blanca del Palacio Real.” El día antes, Napoleón había escrito a Murat: “Envíame al infante Antonio (hermano del rey Carlos IV) y a todos los príncipes de la casa real.” Y dice Jeannine Baticle: “Como si se tratara de simples mercancías...” Esa noticia y el grito del cerrajero de la corte Molina Soriano: “¡A las armas, quieren llevarse al infante!”, sería el detonante que pondría en marcha el dies irae cuyo rugido alcanzaría todos los rincones de España, entonces toda y entera. “Porque el verdadero héroe de la resistencia a Napoleón fue el pueblo español, y no el ejército real.” No pintó Goya, como hace Pérez Reverte, la defensa del Parque de Monteleón, sí el enfrentamiento con los mamelucos en los alrededores de la Puerta del Sol. Sin olvidar que Goya pinta los horrores de la guerra seis años después de los sucesos, que estaban en su memoria, y lo hizo a iniciativa propia. Goya quiso rendir homenaje al valor de la gente sencilla. Jeannine Baticle, se queja (escribe en 1992) de lo poco y mal que se han estudiado los sucesos de estos días, en especial los fusilamiento del Príncipe Pío (3 de mayo), que espero hayan quedado definitivamente aclarados después del reportaje del admirado Pérez Reverte. “Goya, afirma Jeannine, es el auténtico, el único pintor de historia de los tiempos modernos”.





La ensayista francesa nos revela un descubrimiento sorprendente llevado a cabo por los especialista del Musée de l’Armée de París: Nadie se explicaba porque el pelotón de ejecución francés de los fusilamientos del 3 de mayo llevaba el uniforme de campaña de la guardia imperial, y recientemente se ha descubierto que eran marinos de la guardia imperial, perfectamente documentado por Goya.
Don Manuel Pita Andrade, en su ensayo, nos muestra una excelente exposición de pinturas y grabados, que se pueden encontrar en muchos libros de Arte.


Goya, no solo era grande por su estura y corpulencia, sino por su genialidad, por su españolismo, pese a las contrariedades siempre existentes. Falleció en Burdeos, en el exilio, la noche del 15 al 16 de abril de 1828, a las dos de la madrugada. Acababa de cumplir 82 años. Su funeral se celebró en la iglesia de Notre Dame y su cuerpo enterrado en el cementerio de Chartreuse.





José ASENJO SEDANO