tag:blogger.com,1999:blog-33126453062187440982024-02-20T08:55:54.696+00:00José Asenjo SedanoEstudio periodismo en Madrid y derecho en la Universidad de Granada. Entre sus obras destaca Conversación sobre la guerra, con la que obtuvo el Premio Nadal en 1977.José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.comBlogger103125tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-58699063651139257602011-08-27T21:47:00.000+01:002011-08-27T21:48:46.592+01:00MAYO DEL 93<a href="http://www.elretratero.com/mayo93.pdf">Descargar novela "Mayo el 93" en pdf</a>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-91570643637950938552011-08-27T21:34:00.000+01:002011-08-27T21:40:52.614+01:00INDALECIO EL GATO<div>Descargar Novela en formato digitalizado pdf <a href="http://www.elretratero.com/indalecio.pdf">Indalecio el Gato</a></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-25009407990024825312010-06-06T20:52:00.000+01:002010-06-06T20:53:47.274+01:00LA ASOCIACIÓN CELIA VIÑAS DIO UNA CHARLALa Asociación Cultural Celia Viñas, entra en su recta final del curso con un ciclo de conferencias, durante todo el mes de junio, dedicadas a personajes importantes de la cultura almeriense.<br /><br />Cada semana se producirá una charla, concretamente, los miércoles a las siete y media de la tarde en el hotel Torreluz tres estrellas de la Plaza Flores.<br /><br />La semana pasada habló, con todo lujo de detalles, Mercedes Soler Daza sobre la vida y obra literaria de José Asenjo Sedano. Una persona, quizá, un poco ignorada por los medios de difusión cultural ya que, Asenjo, era poseedor de muchas y valiosas publicaciones y, entre ellas, tenía un premio Nadal.José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-51521427411382968062010-06-06T20:47:00.001+01:002010-06-06T20:51:51.230+01:00EL INSTITUTO DE ESTUDIOS ALMERIENSES RINDE HOMENAJE<strong>El IEA rinde homenaje a Asenjo Sedano con un libro de varios autores </strong><br /><br />El Instituto de Estudios Almerienses rindió el 25 de mayo un homenaje a José Asenjo Sedano, escritor nacido en Guadix, pero que pasó más de 30 años en Almería.<br /><br />Antonio Enrique, escritor y ensayista dió una conferencia sobre la obra literaria de José Asenjo y se presentó el libro José Asenjo, homenaje. Memorias de un encuentro que incluye un perfil biográfico del autor y poemas de escritores españoles, con la intervención de algunos de los autores.José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-61447583264400417152010-04-26T22:33:00.007+01:002010-04-26T22:42:01.252+01:00RECORTE DE PRENSA. HIJO PREDILECTO DE GUADIX<strong>Un emotivo homenaje al escritor accitano José Asenjo Sedano pone el broche final al Día del Libro</strong><br /><br /><a href="http://www.teleprensa.es/granada-noticia-216187-Un-emotivo-homenaje-al-escritor-accitano-Jos26eacute3B-Asenjo-Sedano-pone-el-broche-final-al-D26iacute3Ba-del-Libro.html#">Publicado en Teleprensa.es</a><br /><br /><br /><p align="left"><a href="http://www.teleprensa.es/imgnews/diadellibroguadix230410.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 389px; FLOAT: left; HEIGHT: 315px; CURSOR: hand" border="0" alt="" src="http://www.teleprensa.es/imgnews/diadellibroguadix230410.jpg" /></a></p><div align="justify"><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />GUADIX.- Un emotivo y merecido homenaje póstumo al escritor accitano José Asenjo Sedano cerró el sábado toda una semana de actividades diseñadas por el consistorio accitano para conmemorar el Día del Libro. En él se hizo entrega a la familia del escritor del título de Hijo Predilecto otorgado en pleno por unanimidad hace un año. “En la última conversación que mantuve con él me pidió que esperáramos un poco para celebrar el acto, porque le hacía mucha ilusión estar, pero al final su llamada no pudo llegar”, recordó la concejala de Cultura, Marina Sánchez.<br /><br />Antes de iniciarse el acto, el alcalde de Guadix hizo entrega de forma privada del cuadro que certifica el otorgamiento del título de Hijo Predilecto a Carlos Asenjo Sedano, historiador y hermano del escritor homenajeado. “Cuando se le otorgó no se hacían estos cuadros con los que hemos conformado una galería expuesta al público y creíamos fundamental hacerlo hoy para que los títulos de los dos hermanos pudieran estar juntos en un mismo lugar expositivo”, le explicó el primer edil, Santiago Pérez López.<br /><br />El homenaje en sí estuvo cargado de emotividad y recuerdos personales y literarios de uno de los escritores más prolijos y destacados de nuestra ciudad.Joaquín Valverde fue el encargado de hacer una emocionada semblanza de Pepe, como le llamaban sus amigos. Tras su intervención tomó la palabra la edil de Cultura, quién recordó la cercanía del homenajeado y la presencia de Guadix y sus recuerdos de infancia en su obra.<br /><br />Seguidamente hubo un turno de intervenciones de los tres portavoces de los grupos con representación municipal (Manuel Ortiz, Patricio Lozano y José Antonio González Alcalá), quienes elogiaron la trayectoria y la obra de Asenjo Sedano. Tras la entrega del cuadro a la familia, tomó la palabra José Carlos Asenjo, hijo del escritor, para agradecer el homenaje y destacar el gran amor que su padre sentía por su pueblo.<br /><br />Cerró el acto el alcalde de Guadix, quien destacó el afán de unir que tuvo siempre José Asenjo Sedano, su gran amor por su Guadix de la infancia, su gran número de obras y el gran legado que deja. Pérez López hizo una lectura de un texto en el que el autor rememoraba su casa del barrio de la Concepción, su querido barrio Latino, y concluyó dando a sus hijos la enhorabuena “porque habéis tenido la suerte de tener un padre maravilloso”.<br /><br />Se daba por clausurada así una semana con numerosas actividades organizadas específicamente para conmemorar el Día del Libro y que tuvo, como otra de sus citas destacadas, la gran fiesta del libro que se celebró el viernes en el Teatro Mira de Amescua. Humor, lecturas, adivinanzas, música, dibujo y, sobre todo, los libros fueron protagonistas en esta gran fiesta en la que hubo además regalos y sorpresas diversas para el numeroso público que acudió al Teatro.</div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-62346141510227323082010-04-26T22:15:00.002+01:002010-04-26T22:24:06.169+01:00HIJO PREDILECTO<div align="justify">El sábado 24 de abril se nos entregó a la familia la Orla en la que quedaba documentado el nombramiento de Hijo Predilecto de la ciudad de Guadix por parte de su Ayuntamiento.</div><div align="justify">El acto tuvo lugar en el patio y fué sencillo y emotivo.</div><div align="justify">Toda la familia, hijos, hermanos, sobrinos y nietos agradecemos este reconocimiento por parte de sus paisanos y en especial a la corporación municipal. A él le hubiera emocionado mucho. Su corazón quedó en Guadix y ahora el corazón de su ciudad queda con él.</div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-53902427630842417772010-03-21T13:09:00.003+00:002010-03-21T13:38:10.056+00:00HA LLOVIDO EN LA ALDEA. 1950<strong>Patria, Granada 5 de julio de 1950</strong><br /><strong></strong><br /><strong></strong><br /><strong></strong><br /><strong>HA LLOVIDO EN LA ALDEA</strong><br /><br /><div align="justify">Hasta el cielo se eleva el polvillo calenturiento de las eras en el tibio remolino de la tarde. Se cimbrea el trigal y destrenza el oro de sus gavillas. Al valle bajan las nubes, se abrazan y un relámpago es el chispazo de este beso. ¡La tormenta!. Trincan las puertas en las casas; rechinan descampadas las bestias; gira y salta la carreta entre gritos de gañán, ladra el perro y, alzando su cabeza y estirando sus patas, aulla el lobo desde la rojiza colina de la sierra.</div><div align="justify"> </div><div align="justify">Cae el agua sobre las piedras achicharradas por el sol; hierve la tierra como si se apagase un gran incendio; la floresta mueve sus hojas y la lluvia cae rápida, ligera. Un trueno horrible. La aldea parece conmoverse y avalanzarse hacia el valle. Sus casitas tiemblan y su campana suena lángidamente lanzando sus pusilánimes ecos sobre la montaña. Cae un rayo y prende las ramas de un árbol. El pastor se santigua, salta sobre pesñascos con una ovejita la hombro.</div><div align="justify"> </div><div align="justify">Cerca de un viejo molino el agua borbotea en el caz, rompe la presa y se desborda en una ruidosa catarata sobre el barranco.</div><div align="justify"> </div><div align="justify">Una vela permanece encendida junto a un cuadro de la Virgen mientras las mujeres y chiquillos pasan devotamente el rosario. Los hombres, inquietos, fuman nuno y otro cigarro. Miran de cuando en cuando por un ventano y mueven disgustados la cabeza. La mies que quedó en la era el agua la arrastra en su camino y se la lleva para ser pasto de pájaros y hormigas. Y hay uno que grita: "¡Mi cosecha! ¡Todo se ha perdido!". Se pone roja su cara y golpea sin cesar la mesa en su neviosismo desenfrenado.</div><div align="justify"> </div><div align="justify">Pero la tierra está sedienta, asada, y se bebe el agua que sobre ella cae. Las huellas paralelas de los carros desaparecen mientras la tarde se va apagando en su callada tristeza. El sol brilla un momento al ocultarse y el arco iris dibuja sus colores espectrales entre los diseminados nubarrones.</div><div align="justify"> </div><div align="justify">La lluvia cae sin rumor. Los relámpagos se ven más lejanos y el trueno llega en el eco opaco de los barracones. Las nubes se pierden y en el cielo aparece la claridad del cielo andalúz. Cesa la lluvia y las puertas se abre. Por la aldea parece que pasó la guerra o la muerte. Encharcada, llena de pedrisco. Algunas carretas volcadas a la vera del camino, otras abandonadas; la acequias rotas; las gentes alocadas. Unos arrojan de su casa el agua internada, otros recojen los objetos perdidos:"¿Y tu hijo?", pregunta uno. Lo dejó cuando empezó la tormenta. Salió corriendo, pero, después, ya no volvió a verlo. ¿Se escondería en otro sitio o la riada no le dejaría?. Pregunta a unos y a otros. "Yo no le ví". "¡Cualquiera sabe!", contesta otro. Un rictus de dolor se grava en el rostro de la madre. Sus ojos de mueven inquietos, sus manos tiemblan. Corre, sube, trepa sobre el monte y desde allí grita una y cien veces. "¡Mi hijo!".</div><div align="justify"> </div><div align="justify">La noche va cayendo sigilosamente en un juego de estrellas. Un silencio extraño cubre la húmeda soledad de la aldea. A través de cualquier ventana se ve el bailoteo de una candela. Oscilan las sombras en las pareces. Llora asustado un niño...</div><div align="justify"> </div><div align="justify">Pero ya todo pasó. Sólo se escucha en la hondonada el estruendo espumoso de la cascada. La monótona caida del agua en la fuente.</div><div align="justify"> </div><div align="justify">Asoma la luna -una luna grande con cara tristona- se eleva, se cubre coqueta con el encaje de una nube y, al asomarse sobre un picacho, semeja una andaluza tocada de mantilla. Quiere interrogar al valle y, éste, parece decirle: </div><div align="justify">-Ha llovido en la aldea.</div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-86069608368901985312010-03-21T12:54:00.003+00:002010-03-21T13:01:24.664+00:00ALBA EN CASTILLAPoesía editada en Juventud, Madrid 30 de junio de 1949. Tenía, entonces, 19 años.<br /><br /><div align="center"> </div><div align="center"><strong>ALBA EN CASTILLA</strong></div><div align="center"> </div><div align="center">I</div><div align="center">Helada paz de Castilla</div><div align="center">la de castillos granada,</div><div align="center">jirones grises de nieblas,</div><div align="center">fugados de la montaña,</div><div align="center">abrigan a las estrellas,</div><div align="center">a la llegada del alba.</div><div align="center">Sobre la tierra dormida,</div><div align="center">un murmullo..., una campana</div><div align="center">que llora a la media noche</div><div align="center">besando a la madrugada.</div><div align="center"> </div><div align="center">II</div><div align="center">Galope de castellanos</div><div align="center">sobre el sendero sin fin.</div><div align="center">Polvareda en el camino </div><div align="center">que va hacia Valladolid...</div><div align="center">La sombra de don Quijote,</div><div align="center">hidalgo y leal paladin,</div><div align="center">vuela sobre "Rocinante"</div><div align="center">En la Castilla del Cid.</div><div align="center"> </div><div align="center">III</div><div align="center">La campana azul</div><div align="center">en toque postrero</div><div align="center">anuncia a la luna</div><div align="center">el blanco cortejo</div><div align="center">de héroes y mártires,</div><div align="center">de amor y luceros,</div><br />José Asenjo SedanoJosé Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-19712435006863230302010-03-12T20:35:00.001+00:002010-03-12T20:38:07.271+00:00AGUA, poesía<div align="center">AGUA<br /><br /><br /><br /><span style="font-family:arial;">Si el agua es lluvia en su remanso,<br />¿qué es la nube cuando vuela?<br />¿Qué son las aves<br />que el sol naciente hiere y sangra?<br />¿Son alcores o son el pálpito<br />del olmo cuando gime?<br />¿Vive el agua en el otoño<br />o es espejo que el viento apaga?<br /><br />Sigo absorto el vuelo sideral<br />que el viento agita<br />y me siento nada<br />mientras vuelo.<br /><br />Brillan los ojos silentes de la luna<br />rielando su estúpida mirada.<br />Reloj sin horas, sepulcral espera<br />que agota y mengua y acaba mientras espero.<br /><br />La luna lapida la noche en agonía,<br />lluvia helada, mudez que habla<br />y anhela salir callada de su espera...<br /><br />Todo es frío y polvo<br />que vuela veloz hasta la orilla.<br />La vida es breve, ave que transmigra<br />y posa esperas en la torre extinta que vigila.<br />El salto final, es el espacio.<br /></span><br /><br /><br /><br />José ASENJO SEDANO </div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-57397568106273421722010-03-12T20:31:00.000+00:002011-08-27T21:37:23.336+01:00EL CEMENTERIO INGLES<div></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-64566918180172801922009-10-11T19:47:00.004+01:002009-10-11T20:00:57.169+01:00GRACIASJosé Asenjo Sedano, mi padre, murió el 12 de agosto de 2009 en Almería. En los últimos minutos de su vida creía haber vuelto a la casa de sus padres en Guadix. A las tres ciudades de su vida, Cadiz, Almería y Guadix ha dedicado cariño y parte de su imaginación.<br />Sus tres hijos queremos expresar nuestro agradecimiento a las muestras de condolencia recibidas. Y sobre todo a los visitantes de este blog, que, en los últimos meses de su vida, representó un enorme aliciente para que siguiera escribiendo a pesar de su debilidad.<br /><br /><strong>La novela por entregas "La casa número 6" la he compilado en un solo archivo en formato adobe acrobat, para poder imprimirse, leer en pantalla o descargar en un ebook como una obra unificada. Para descargar pinchar </strong><a href="http://www.elretratero.com/JOSE%20ASENJO%20LA%20CASA%20NUMERO%206.pdf"><strong>aquí</strong></a>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-17625124775625947652009-10-11T19:47:00.001+01:002009-10-11T19:47:18.008+01:00José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-65856582066604139332009-02-12T14:33:00.004+00:002009-02-12T14:45:17.919+00:00BICENTENARIO DE CHARLES DARWIN<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgP8HT5S9E_seQ7h5QTmLAwyzSb4RSKRW4_V1HSMBuMMuHoJwmzOg22zddCdVKHs_mLIiwrJjulePbFTtWZtVirzTYTmthWjj8ymAaMFti2e26-laR2OjJ_7WOd3XYu17ia2pnzJoerxLY/s1600-h/darwin_charles.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5301921908596267874" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 312px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgP8HT5S9E_seQ7h5QTmLAwyzSb4RSKRW4_V1HSMBuMMuHoJwmzOg22zddCdVKHs_mLIiwrJjulePbFTtWZtVirzTYTmthWjj8ymAaMFti2e26-laR2OjJ_7WOd3XYu17ia2pnzJoerxLY/s320/darwin_charles.jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify">12.02.2009 -<br />CARLOS ASENJO SEDANO<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><em>Reproducimos el siguiente artículo de D. Carlos Asenjo Sedano, Dr. en Historia, publicado en el periódico Ideal, de Granada, el 12 de febrero de 2009, con el título "Charles Darwin, a la vista".<br /><br /></em>CHARLES Darwin nació en Shrewsbury el 12 de febrero de 1.809. Comenzó a estudiar medicina, como su padre, en Edimburgo, pero, incapaz de soportar el dolor de los enfermos, pronto abandonó estos estudios, lo que le empujó al campo de la teología y hasta ejerció de cura en la iglesia anglicana. Pero cuando estaba a punto de ordenarse, su amigo y también sacerdote, Henslow, lo invitó a embarcarse en el buque Beagle, como naturalista, para dar la vuelta al mundo, viaje que duraría cuatro años. De este viaje y de las observaciones sobre el panorama que se le ofrecieron a Darwin dependería el futuro cambio de la biología y hasta de muchas concepciones transcendentes de la cultura occidental, incluida la religiosa, sobre la creación del hombre.<br />Por entonces, 1853, el conde Arthur de Gobineau publicó su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, lo que, quizá, indujo a Darwin, unos años después, 1.859, a publicar su obra Sobre el origen de las especies. A partir de estos trabajos se puso sobre la mesa un problema esencial para el futuro: El problema racial, tratando de contestar a la pregunta: ¿Son todas las razas humanas iguales?...Y si no lo son, como se deduce de los mencionados estudios, ¿cabe una política para el mejor desarrollo de las mejores, en detrimento, y acaso exterminio, de las peores?...Esa es la cuestión, especialmente para la raza aria, y ahí, sobretodo, los alemanes, considerados la elite de las razas, raza a la que había que cuidar, según Gobineau, para el mejor perfeccionamiento de los humanos, evitando su contaminación o mezcla con otras razas inferiores. Conclusión: mejoremos lo mejor y eliminemos lo peor.. El análisis de la cuestión, en lo sucesivo, se hará teniendo en cuenta, como soporte científico, El origen de la especies, de Charles Darwin.<br />Enseguida otros pensadores comenzaron a sacar las lógicas consecuencias. Así Clemente Royer abominó del cristianismo y del comunismo por su tendencia a lo igualitario, y toda la política que de ese postulado se deducía, especialmente a favor de los débiles y desvalidos. Y Walter Bagehot haría la apología de la guerra como el mejor sistema para propiciar la selección natural de la especies, de que tan necesitada se muestra la Humanidad. Y así, pronto, en 1935, en Alemania se promulgó la ley 'para la protección de la sangre alemana y del honor alemán' al tiempo que se divulgaban las teorías de J. Müller y A. Carrel.<br />Es decir, que de aquel huevo que puso en circulación el conde de Gobineau, enseguida Charles Darwin sacó las oportunas consecuencias ayudado por su profunda observación obtenida en su largo viaje alrededor del mundo, de cuya observación, Charles Darwin había sacado dos ideas o teorías fundamentales: a) La lucha por la existencia se va haciendo por las sucesivas selecciones que va organizando la muerte; y b) La lucha por la descendencia que se va estructurando a través de la fecundación diferencial. -Y aunque Darwin no aludíó al origen del hombre, la observación deductiva de mucha parte de la ciencia a la sazón fue obvia: Primero: Si lo actual en el ámbito de las especies procedía de una sucesiva selección y mejora de lo precedente, estaba claro que en el futuro esas especies serán más perfectas que en el presente; y obviamente, en el pasado, especialmente en su origen, fueron más imperfectas y rudimentarias que hoy-. Segundo: Si este fenómeno abarcaba a todas las especies, obviamente el hombre, al final de cuentas una de tantas de esas especies, forzosamente venía sometido a esas mismas leyes. Es decir, que el hombre futuro será más perfecto que el actual en virtud de la selección natural de las especies. Y que ese mismo hombre, en sus orígenes, fue mucho más imperfecto, elemental y simple que el actual. De ahí que enseguida se estableciera, por los epígonos de Darwin, no por él, que el primer eslabón de la raza humana estaba en un primate, es decir, en un mono, luego desarrollado a través del mecanismo de la selección natural. La crítica cómica de la época se hizo eco del caso anunciando el licor Anís del mono con un mono cuya cabeza era la de Darwin.<br />Lógicamente, en torno a este problema, desde entonces se ha originado un enorme debate ya que, en definitiva, lo que estaba y está en juego es, nada menos, que el origen del hombre. Si creado en lo fundamental de su estructura mental y física, tal como dice el Génesis, por un Dios responsable y voluntario. O si derivado de un ser inferior, por mero azar, quizá un primate o similar, a través de la selección evolutiva de las especies, contradiciendo al Génesis. He ahí la cuestión que a todos afecta, y que aún es de una gran virulencia en los Estados Unidos en torno a las dos corrientes ya clásicas: El Creacionismo (Génesis) y el Evolucionismo. A lo que se ha añadido el llamado Proyecto inteligente creacional.<br />Al efecto, digamos que el Evolucionismo ha ganado ya muchos adeptos aunque no todos, especialmente desde el punto de vista de los ámbitos religiosos. Añadamos también que la postura expresa de la Iglesia, como se quejan los teólogos, no deja de ser ambigua. En todo caso, actualmente, se opta por distinguir entre Evolución y Evolucionismo, reservando aquél ámbito para el estricto campo científico de la evolución y selección de las especies, mientras el Evolucionismo queda para el mundo de las ideologías, las hipótesis y las fantasías. Así, aquel campo afirma o admite que efectivamente la Creación, o todo lo creado, evoluciona y quizá se perfecciona con el tiempo, pero no que la Evolución es la madre de todo lo creado. Es decir, que el proceso es al revés de lo que suele admitirse. Y así no se rechaza que, en el ámbito de la Creación, el Creador se haya podido valer de causas intermedias para el desarrollo constante y progresivo de la humanidad, pero siempre respetando el espíritu esencial propugnado tradicional y permanente por los mensajes religiosos de toda procedencia. Y también que las metáforas o alegorías expuestas en todos los Libros Sagrados de todas las religiones sólo son eso, alegorías o metáforas de una significación más profunda, expuestas, ahí, de una determinada forma, sólo a efectos de una mejor comprensión humana.<br />En todo caso, lo que, aquí y ahora, queríamos hacer resaltar es que, ante el inminente Segundo Centenario del nacimiento de Charles Darwin, ese hombre tan influyente en la mentalidad humana de Occidente, especialmente en el campo religioso, ya se preparan los estudiosos, especialmente en los Estados Unidos, para el interesante debate que se avecina alrededor de si los hombres responden a un proceso creacional de Dios o son simplemente una de tantas material evolucionadas en el espacio y tiempo de la dinámica universal, sin principio ni fin moral de ninguna clase. De cuyas diferentes respuestas se deducen actuaciones de los hombres muy dignas de tener en cuenta.</div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-45236200976039403012009-02-08T09:24:00.002+00:002009-02-08T09:43:22.211+00:00LA CASA NÚMERO SEIS (Capítulos 13 y 14)<div><br /><br /><div><br /><br /><br /><div><br /><br /><br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiKdDrQBfxUtiqfhIvUvBVDxzgpLykE2cikk2B0WRzBcebPnkwxh-sIafGs5Keju0JQxBbOc1sjBEGSPeMTdyD8TizfmhHnY9gJHy7m4QfcfDSs4wEYbaXc96YCDWDPGUUC3bPRat1CfDo/s1600-h/san+miguel.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5300357308814031394" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 240px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiKdDrQBfxUtiqfhIvUvBVDxzgpLykE2cikk2B0WRzBcebPnkwxh-sIafGs5Keju0JQxBbOc1sjBEGSPeMTdyD8TizfmhHnY9gJHy7m4QfcfDSs4wEYbaXc96YCDWDPGUUC3bPRat1CfDo/s320/san+miguel.jpg" border="0" /></a><br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify">NOVELA POR ENTREGAS.</div><br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify">AUTOR: JOSÉ ASENJO SEDANO</div><br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><br /><br />Capítulo 13<br /><br />Después de estos sucesos, llegaron los comentarios, ese querer cada uno contar la historia a su modo. Todos tenían argumentos, habían sido testigos de tales o cuales hechos, lo que resultaba extraño y paradójico, ya que en torno a la casa existía un verdadero cinturón sanitario y eran contados los que conseguían colarse y romperlo. Lo que no impedía que el cada vez más precario semanario local, el Acci, no dejase de publicar pseudos reportajes sobre el crimen del marqués y sobre los yacimientos arqueológicos de la casa, que algunos convertían en mineros y ya había quién hablaba de ciertos tesoros ocultos, causa de todo el desaguisado. Páginas y páginas de un novelón por entregas propio para mentes obsesivas y morbosas. Se contaban historias nunca oídas del marqués decapitado y de la bailarina hija de un carpintero local, un hombre que tuvo que emigrar a Cataluña hacía años en busca de fortuna. Del Parralero, en Barcelona, todavía niña, a bailarina de fama, modelo de pintores borrachos españoles y franceses. Madame Rosita, primera bailarina, como la Otero, de famosos cabaretes. Un continuo danzar por Europa, flores y gasas, sombreros y medias, la prima donna del Folies Bergere. Todo ese currículo lo recogía Fandila en su periódico, que el cansado impresor de pelo blanco y manos doloridas lo recibía como maná ya que, ahora, aunque con retraso, cobraba su paga y pudo comprarse un sombrero nuevo que, al parecer, era su sueño. Él había conocido a la Rosita en el barrio, hacía años, una niña como todas, con rosas en las mejillas. Él también tenía sus historias que contar. Todos contaban su particular historia de la bailarina que viniera de París un día con un marqués a bordo de un lujoso chevrolet rojo, impresionante...Volvió a contarse con detalle la crónica del aterrizaje, hacía años, de aquellos aerostatos que vinieron volando desde París y Madrid, de clubes a los que pertenecía el marqués, una fiesta que acaparó los periódicos regionales e incluso alguno de Madrid, especialmente La Esfera y el Blanco y Negro con abundancia fotográfica.<br />-Nunca se vio cosa igual en la ciudad. Y mire usted que aquí han ocurrido cosas... Pero ninguna como ese desembarco de globos como soles envidia del mismísimo Julio Verne...<br />El impresor motivado le daba al pedal de la impresora, pasaba página y se consolaba de haber vivido para ser testigo del evento, aquella flota sobrevolando nuestra catedral y nuestros campos.<br />-¡Un espectáculo!<br />Ya todo el mundo sabía quien asesinó al señor marqués al que unos condenaban su vida libertina y otros perdonaban sus pecados, lamentando que hubiera tenido tan mal final.<br />-¿Usted qué hubiera preferido, que hubiera perecido en el aeroplano sobre el mar, o esa muerte infausto a manos de un anarquista sanguinario...?<br />La pregunta era una trampa mortal.<br />-Hombre, yo prefiero morirme en mi cama, rodeado de los míos...<br />-Ese hombre era un aventurero, no podía morir en la cama...Dicen que se había batido más de una vez en París por cuestiones de faldas...Siempre a la espada...<br />-Mala muerte tuvo.<br />-Lo mató, cuentan, la codicia y la infidelidad...<br />El impresor tuvo que quitarse el sudor de la frente.<br />-Lo mató una mujer...<br />-¿Doña Rosita?<br />-¿Quién si no?<br />-No sería por su mano, aquella mujer era muy delicada. Nunca se hubiera manchado las manos...<br />-Ella no, ella indujo al asesino, a su hermano, el anarquista...<br />Todas estas historias alimentaban el papel del semanario local y las horas nocturnas de la tertulia de radio. A todos les gustaba leer y escuchar...<br /><br />Claro que la historia más noble de la ciudad que desbordó los comentarios del marqués y doña Rosita, la muerte desconocida y aclarada por la tenacidad investigadora de don Arcadio, juez habilidoso y experto, una historia pasada y sin culpables que condenar, pasó a segundo y último término con las noticias que cada vez se iban teniendo sobre los descubrimientos del subsuelo de nuestra casa, objeto de tertulias culturales en el casino, ahora liceo, y en la radio, levantando el interés general. Vivíamos sobre un polvorín de pueblos históricos, pobladores antiguos de la ciudad que ahora despertaban de su sueño. Don Pompeyo Romano (seudónimo, naturalmente) tenía sentada cátedra, era el que más se había aventurado en la galería, tenía ya confeccionado un plano con radiales cuyo final había que investigar. Se tenía claro el camino que unía la catedral y la alcazaba. Pero había más...<br />-No olvidemos que esta ciudad fue ibera antes que romana. La biografía de esta ciudad milenaria está enterrada, bastaría con levantar la capa de tierra que la ocupa para dejar al descubierto todo lo que oculta. Con los romanos, esta ciudad fue un gigantesco castro, un campamento militar encargado de defender esta parte de la Bastetania. Siempre fue esta ciudad campamento militar. Su estructura es militar. Es fácil reconocer como estaba organizada. Sobre esa estructura se fueron construyendo los sucesivos castros o campamentos...Lo último que tuvimos aquí fue un Regimiento Provincial que luchó en Bailén con su coronel don Bernardino. Los romanos fueron grandes ingenieros, capaces de obras importantes. Encontramos en esta ciudad restos de murallas y de acueductos. Canales y termas. Por aquí pasaba la famosa Vía Hercúlea o Augusta, como se ve en el registro de carreteras del “Itinerario Antonio”. Todavía se ven los trazados de esas carreteras...Si teníamos murallas, villas, puertas y baños, ¿cómo no íbamos a tener un teatro y una basílica, pagana o cristiana? Hay una tradición cultural de la ciudad que se remonta a siglos, más allá de la dominación musulmana que la continuó...¿Creen ustedes que la cultura surge de improviso, sin un cultivo necesario? No, amigos míos, igual que tenemos poetas y escritores musulmanes y cristianos, los tuvimos también romanos y vigóticos... Nunca lo sabremos hasta que no investigamos en las profundidades de nuestra ciudad oculta.<br />Don Pompeyo se tomó un respiro. Se le veía emocionado.<br />-Hemos abierto un camino. Sabemos donde estamos. Pero no basta con eso, necesitamos ayuda para proseguir nuestra investigación. Ya sabemos cómo debajo de la catedral, y de lo que fue mezquita, existe una catacumba paleocristiana con varios enterramientos. Vean este crismón sacado de allí. En la pequeña basílica hay signos cristianos: peces, palomas, corderos, cruces...Y dos sarcófagos, uno muy deteriorado, que suponemos guardan los cuerpos de los primeros apóstoles de la ciudad o de primeros cristianos...He invitado a varios doctos profesores a visitar la excavación y me han prometido venir lo antes que les sea posible...A mi me ha parecido leer en una estela Torquatus miles...¿Es una Martyria lo que hemos encontrado? Es curioso y significativo que este enterramiento sirva de base a la primera basílica cristiana de esta ciudad...Una catedral es un ara, un verdadero altar que se nutre con la sangre de los mártires... Si lo que hemos encontrado es lo que venimos esperando desde hace años, es claro que Roma dejó aquí su sello, somos una pequeña Roma penibética. Una cívitas romana. Yo sugiero que todas las aportaciones y estudios que se están realizando sean recogidos en un corpus histórico con vista a futuras investigaciones y se funde un centro histórico con aportaciones de otros centros de estudios...<br />Bla, bla, bla, bla...<br />Todos aquellos sabios discursos de don Pompeyo poco a poco fueron perdiendo el interés general cuando se veía que nada progresaban y que aquellos que tanto habían prometido con sus visitas, alejados de la ciudad, se olvidaban de todo... Así el mártir don Pompeyo se fue quedando solo, perdido entre sus libros y sus apuntes, entre sus notas para publicar en la universidad o en ese libro en el que venía trabajando desde hacía años, tan difícil de publicar. Nunca había dineros ni subvenciones...<br />-Habrá que revisar la historia de la diócesis a la vista de esos hallazgos,- decía el señor obispo desde su cátedra.-Tengo dadas instrucciones al señor deán y al señor arcediano para que ayuden al señor Romano en sus estudios sobre la catedral y la diócesis...<br />¿Qué es lo que pasaba? ¿Por qué todos los proyectos iniciados con tanto entusiasmo se desinflaban como globos al poco tiempos? El mismo Fandila, poco después desaparecido, dejó de publicar capítulos sobre el marqués y sobre las catacumbas de nuestra casa... Lo que habían descubierto, era lo que ya otros, más antiguos, sabían... Todos conocían que el barrio estaba minado, que había caminos que recorrían el subsuelo, salidas hacia numerosos parajes, fruto de la historia y de las guerras, guaridas de personas y de animales indefensos. Este era el país de los fantasmas...No era nada nuevo...<br />Nada de esto nos libraba a nosotros, habitantes de la casa número seis, de la presencia constante de fantasmas, fueran romanos o franceses. No se consolaba mi madre indefensa sentada como un vigía en su balcón. Pocos se atrevían a llamar a nuestra puerta, un suceso como otros.<br />Ni tampoco le valían a mi madre las promesas del obispo diciendo que pronto todo se arreglaría. Mi madre asustada y alarmada, había perdido la esperanza de ver un día solucionado nuestro problema particular, superado por los más importantes del cráneo morboso y aquella mina oculta, galería o lo que fuera...Se olvidaba nuestra situación acuciante, la necesidad de desalojar de una vez por siempre nuestra casa de habitantes misteriosos en los que nadie creía. Nos tomaban por locos, gente obsesionada por la guerra y por las muchas cosas que habían ocurrido en aquella casona antigua, llena de leyendas como todas las casas de la calle, viejas como la nuestra. No se daban cuenta que lo nuestro era diferente, que esta casa era como una pesada cadena para nosotros, había sido la mansión de centenares de refugiados, gente indeseable que amargaban nuestra existencia. Ninguna palabra consolaba a mi madre. De nada sirvieron las visitas de mi padre a la alcaldía, ni las que hiciera al obispado. Todo se arreglaría, pero no se arreglaba. Y así permanecía ahora abierta aquella boca de lobo de la galería que muchos visitaron y pronto olvidaron, dejándonos con el temor permanente de aquella amenaza. Fue por eso que mi madre, aquella mañana, en cuanto sonó la campana de prima de la catedral, se vistiera y se fuera con su luto a ver al señor penitenciario, hombre probo, a quien pidió hisopara nuestra casa con agua bendita, llorándole que no era posible continuar en aquellas condiciones. <img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5300357942346705362" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEipafIjzhUpu7CCHBJqOlZmx4_oCbEG1TnWpOZnxW0eMDXDxVTPBmOnRik8wzpislYVAmCnr578P4YjMygrzQKVUtEzYwMeIvE7Q0bar4FYeiArL3bMcz62C2z_KvS1PfxK4YGx7uY1DCU/s320/51279-guadix-plaza-de-las-palomas.jpg" border="0" /><br />-En esa casa vivimos sobre los mismos infiernos,-le contó mi madre.-¡Debajo de nuestra casa habitan los demonios, allí están, en la entraña de la tierra, y esa mina que dicen que viene a la catedral, no es verdad, esa mina baja al fondo de la tierra donde viven apiñados los diablos...!<br />Y le contó como sus hijos habían dado voces desde la puerta y les habían contestado desde dentro voces como de fieras enjauladas, voces que repetían sus nombres...La misma criadita, envalentonada, les había arrojado desde la puerta una botella de zotal por si se envenenaban con el olor...Pero, nada. Nada de nada.<br />Vino a casa el señor penitenciario y él mismo, en persona, había aspergiado su agua bendita con la ayuda seria de un monago de roquete, había rezado, hizo sus exorcismos, y se fue con promesas de salvación. Al rato vino un grupo de seminaristas con linternas, se asomaron a la cueva y salieron enseguida corriendo diciendo que dentro olía a cañería y a zotal...<br />-¡A lo que huele es a infierno!,-es lo que dijo mi madre.-¿No veis que esta es la puerta del infierno?<br />Los seminaristas no se detuvieron a comprobarlo y huyeron de la casa. Algo de verdad, pensarían, tenía que haber en las palabras indignadas de mi madre que se había atrevido, en su impaciencia, a salir hasta el rellano de su escalera.<br />Era claro que mi madre paciente no aguantaría más aquella situación por nosotros en cierto modo aceptada. Se hartaba de llorar cuando nos oía contar nuestras experiencias con fantasmas, pensando con razón que estábamos perdiendo la razón.<br />-¡Y vuestro padre no se da cuenta!,-se quejaba.<br />Habíamos sido testigos de cómo el cuadro de don Pedro, el malvado, arrinconado en la casa, había sido quemado en el corral y como el sujeto se retorcía en el fuego como una víbora lanzándonos miradas de horror. Quedó en el suelo un puñado de ceniza verde, como el título del marqués, que pisoteamos y regamos con nuestras meadas.<br />-¡Este ya no gritará más! ¡Este malvado guardaba al otro malvado!<br />Sin embargo, esa noche le oímos rugir en el corral. Nos aterrorizó con sus malditas amenazas en portugués, diciendo que nos mataría a todos. Mi madre gastó esa noche todas sus mariposas y rosarios, diciendo que no nos habían servido de nada los exorcismos del señor penitenciario. Cuando amaneció, corrimos al corral a ver lo que había pasado y descubrimos fuera de la ceniza el arcabuz humeante, achicharrado, como si saliera de su mano...<br />Al saberlo, mi madre sabia dijo que no aguantaba más. Que un hijo suyo no dormiría una noche más en esta casa.<br />-Que se queden los fantasmas con su casa, nosotros nos marchamos. Nunca debimos venir aquí, fue un capricho tonto de vuestro padre. Nos vamos a dónde sea, al río si hace falta...<br />La decisión de mi madre era terminante. Mi padre demudado, inquieto, no supo que replicar. Las palabras de mi madre, apoyadas por nuestro silencio cómplice, eran definitivas. Muchas personas que la oyeron, decían que cómo habíamos podido aguantar tanto...Pero, ¿adónde íbamos? En la casa de la abuela no había lugar para nosotros, demasiada gente.<br />-Aquí, ni se os ocurra,-fue la respuesta a nuestra gestión.-Ya somos bastantes en esta casa.<br />Y era verdad lo que decía la abuela encorvada y autoritaria, su casa llena de solteras y viudas, una casa como la de Bernalda Alba, solo que distinto. Y lo que no ocupaban las mujeres, lo ocupaba los muebles apilados, roperos, camas y mesas de hacía siglos, lo que se amontonó por inservible después de la guerra. Material de deshecho. Perder todos esos enseres, las vitrinas y librerías del abuelo repletas de encuadernaciones antiguos, libros del Padre Mariana, manuales de derecho administrativo, fotos antiguas..., hubiera sido un crimen. Mi madre exclaustrada protestó, pero tuvo que conformarse y buscar asilo en otro lugar.<br />-Desde luego que en este barrio, ni pensarlo,-fue su decisión, tirando de ropero y empezando a llenar su baúl,- No quiero más casas en esta calle de los muertos. ¡Yo quiero vivir!<br />Cuando una mujer como mi madre, harta de aguantar, toma una decisión como la suya, no hay argumento que la convenza de lo contrario. Sabía que mi madre buscaba su regreso a su barrio de siempre, al barrio de San Miguel, con su iglesia y su campanario, aquellas tiendas antiguas, aquellas casas blanqueadas y con terrado desde el que se dominaba el mundo. Una casa limpia y decente. En San Miguel estaban dormidos en piedra sus recuerdos, misas y comuniones, bodas y bautizos...Aunque los recuerdos sean como las hojas de los árboles que pronto se secan y se las lleva el viento. Hubiera sido bonito una casa al pie de la torre, donde vivían los primos, esos primos que se colgaban de las ventanas de forja de su casa, el día de San Antón, para no ser cogidos por el ganado: caballos, toros y vacas, que pasaban el día del santo con alarde de cencerros. Envidia les teníamos. Pero no era fácil una casa tan estratégica, cerca de las huertas.<br />No nos fuimos al río. Esa noche del ultimatun la pasamos en una casa de la Plaza, sus dueños, amigos de don Juan, nos la dejaron por una noche, hasta mañana en que seguro encontraríamos acomodo.<br />-Es favor de un buen y dilecto amigo,-le dijo don Juan a mi padre. Él sabía mejor que nadie el sufrimiento de mi madre, admiradora de su teatro.<br />Después de los años que vivíamos en la casa número seis, la casa de dos puertas y dos balcones, la puerta principal y la puerta de la cochera del señor marqués, dormiríamos lejos del infierno. La criadita enana, secreter de tantos misterios ocultos, saltaba de alegría besando las manos de mi madre. Entre luces, cuando da su último toque la campana del Sagrario, cerramos con llave la casa y marchamos en silencio, calle abajo, en busca de la Plaza iluminada.¡Fuera fantasmas! Nos llevamos lo preciso a la espera de la mudanza segura de mañana. Mi padre nos hizo promesa. Mi padre juró a mi madre que todo se arreglaría, que mañana tendríamos nuestra nueva casa en alquiler.<br />Aquella fue para nosotros una noche en calma. Lejanas, como olvidadas, se oían ahora las campanadas del reloj de la catedral. El silencio era una palabra cuyo sentido desconocíamos. <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSjm_b9c7OrOEL3lBcm57xN6KYCfsfb4-pnt9J3nHU6DNuya2CggHEBE7sG-sHP_tjkgiAjva5jglNH_GCNb4-UeQnqobadrNeP8q_J7DfZKM1wfssKp28MEu-sl84A1tfWuJDlv1o5F4/s1600-h/PLAZA.bmp"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5300358870925985202" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSjm_b9c7OrOEL3lBcm57xN6KYCfsfb4-pnt9J3nHU6DNuya2CggHEBE7sG-sHP_tjkgiAjva5jglNH_GCNb4-UeQnqobadrNeP8q_J7DfZKM1wfssKp28MEu-sl84A1tfWuJDlv1o5F4/s320/PLAZA.bmp" border="0" /></a><br />- No se oye nada. Se oyen los pasos de la gente cuando pasa...<br />El silencio era algo inédito para nosotros, que no nos atrevíamos a levantar la voz. Mi madre dormitando en su butaca, rosario en mano. Al fin, la paz. Por el cristal del balcón, la luz dorada de las farolas. Los altos murallones de las casas de enfrente. ¿Dónde estábamos? Si alguien decía una voz poco alta, enseguida había un siiihh...que todo lo cortaba. Como siempre, sin darnos cuenta, echamos todos los cerrojos de la casa sin fantasmas, era una costumbre que nos costaría desterrar. Lo primero era estar seguros de aquella amenaza constante de gritos y sueños. Cuando decidimos acostarnos, todos más recogidos, los niños al Este, las niñas al Oeste, lo hicimos como lo harán los soldados que de noche, en la guerra, salen a patrullar, agazapados, alertas a las argucias de un enemigo invisible. Aunque nos dimos cuenta que la casa, por su pequeñez, de un lado parecía más segura, de otro parecía más vulnerable. De una simple patada se podía derribar una puerta. Parecía una casa de muros de cartón, una casa solo de tabiques. Hasta muy tarde, sin poder dormir, extrañando la casa, estuvimos oyendo esos pasos de la noche que no se agotaban hasta que salían de la frontera de la Plaza. Después, nada. Luego, conforme avanzó la noche, ya nada se oía, todo era nada, y a eso no estábamos acostumbrados nosotros. El silencio total, el que nos helaba el corazón esa noche sin saber qué significaba, nos mantuvo en vela, hasta lloramos, hasta oímos conversar a mi madre diciendo que tampoco podía soportar esta casa... No oír nada es como no vivir, estar desnudos, ignorar por donde puede venir el enemigo que siempre está. Es sentirte indefenso. Por eso los más pequeños, angustiados, se vinieron a la cama de los mayores, abrazados a nuestros brazos, aguantando la respiración, corazón con corazón, vida junto a vida...¡Dios mío! ¡Esto tampoco! Ese silencio se parecía a una palabra que no nos atrevíamos a decir. ¿Quién no teme a la muerte? Oímos el lloro de mi madre como un niño pequeño en el regazo de mi padre, un lloro que añoraba una casa lejana, la casa de su niñez, ese paraíso perdido al que deseaba volver. Ninguna otra casa, grande o pequeña, podría nunca llenar ese vacío de su alma. Por eso lloraba como una niña, por eso llamaba a su madre que vivía en otra casa y no la oía...Varias veces la vimos levantarse y mirar la Plaza por el balcón, una plaza deshabitada, piedra sola, la farola que de madrugada se apagó...También la criadita huérfana llamó a su abuela, decía en sueños que tenía miedo, lloriqueó y mi madre desde siempre como una madre, le su<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0XUFf6P3OT7gp3eCXEZcHvpu4F-RD7J1n21-eou5hX15BiqMw0euMtrUGW6rwYg-k3qXj6__0HntBsMs8x298wwB6YqKm4e0mKs-pYiE57XFKGgIVGo6ssxCbrpL4aDYbpK4b96svHHM/s1600-h/1921903522_76a2bd4f93.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5300357573382094178" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 278px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0XUFf6P3OT7gp3eCXEZcHvpu4F-RD7J1n21-eou5hX15BiqMw0euMtrUGW6rwYg-k3qXj6__0HntBsMs8x298wwB6YqKm4e0mKs-pYiE57XFKGgIVGo6ssxCbrpL4aDYbpK4b96svHHM/s320/1921903522_76a2bd4f93.jpg" border="0" /></a>surró como a un bebé para que se durmiera...<br />-Ama, tengo sueño.<br />Todos lo teníamos. Aquel silencio como una niebla espesa nos impedía dormir. Temíamos no despertarnos. Pero al fin nuestros ojos como luceros alrededor de la luna se cerraron y nos quedamos dormidos, flotando como peces en el agua, como pájaros en el viento, como la rosa en el rosal...<br />No tuvimos fantasmas esa noche. Pero tuvimos con nosotros el silencio que es otra manera de estar. Y no nos gustó el silencio, tan callado.<br />Cuando salió el sol y la Plaza se llenó de luz y de vida, sonó la campana de la catedral, el reloj, se oyó el ruido de la calle, nos tiramos despiertos de la cama a ver por el balcón la Plaza. El primero en levantarse fue mi padre, le oímos hablar con mi madre, toser, decir los planes que tenía para ese día. Desayunó y se marchó, en algún lugar lo estaban esperando. Nos levantamos también nosotros extrañando la casita, sin dejar de gritar, rompiendo el silencio de la casa. Teníamos que prepararnos para regresar a la casa número seis, preparar nuestros muebles y baúles que un carro de mudanzas llevaría a esa nueva casa que esperábamos. Nos tocaba ahora, como hacía años, abrir la puerta de aquella casa ahora solitaria y comprobar como respondía a nuestra corta ausencia. Mi hermano mayor, revestido de paternidad, estrenando pantalón largo, le tocó ser el portador de aquella llave grande de hierro forjado que llevaba en la mano como un arma sin fuego. Cruzamos la Plaza soleada, la fachada del ayuntamiento, y nos dirigimos por la plaza de la Catedral al barrio latino, nuestra calle vieja de la Concepción, calle empedrada, una calle de otro siglo con casas mudas y centenarias. El corazón nos temblaba. Abrió mi hermano con su llave la puerta de la casa como si abriera la puerta de la tumba de Lázaro. Empujó la puerta y nos quedamos como estatuas en el portal tantas veces corrido, con su campana, con el cancel y la escalinata de mármol como casa que fuera de un marqués. El olor de la casa nos recobró la vida vivida allí. Reconocimos el olor de las paredes, la humedad del pozo y del sótano, aire difícil de digerir y respirar. Mi madre angustiada se tuvo que coger del cancel y decir que ella no podía seguir. ¿Qué es lo que pasaba?<br />-Ay, yo no puedo...<br />Nos pusimos de repente todos a llorar. Sin darnos cuenta, notamos que la casa cerrada estaba llena de nosotros, aquello que respirábamos, el aire, la humedad, las lágrimas, era nuestro, éramos nosotros, ¡la casa estaba habitada! Todo aquello que oíamos desde el patio, era nuestra presencia presente allí, eran nuestros pasos y nuestras palabras, esas mismas que habíamos echado de menos esta noche en la casita de la Plaza. Era la criadita la que canturreaba arriba con su escoba, la que llamaba a mi madre, la que reía y saltaba y nos invitaba a todos a subir...Y éramos nosotros los que hablábamos en el salón, escuchábamos nuestras voces, nosotros abajo expectantes, asombrados, y nuestras voces y risas, nuestros lloros, arriba...¿Dónde estábamos, realmente?<br />Se lo oí a mi madre rompiendo en llanto:<br />-¡Mis hijos! ¡Mis hijos!<br />No nos atrevimos a subir por no encontrarnos cara a cara con nuestros fantasmas, dueños de la casa, unidos para siempre con los que allí vivían. Fantasmas ahora como los demás...<br />Aquella casa nunca nos dejaría.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Capitulo 14<br /><br /><br /><br />Cuando mi padre feliz, hombre transfigurado, nos anunció la marcha hacia la nueva casa, ya estaba en la puerta el carro de mudanzas tirado por dos caballos cansinos, no supo que decir cuando vio a mi madre metida en llanto y a nosotros azorados sin atrevernos a pasar del portal. Sería mi hermano mayor quién le pondría al corriente de lo que estaba pasando, de los nerviosos que estábamos por la noticia de que nos íbamos de la casa para siempre, al fin nuestra casa. A todos nos había atemorizado escuchar nuestros gritos y palabras del piso de arriba, ahora ocupado por nuestros propios ecos... De repente la casa rebelde se había puesto en nuestra contra, escucha y verás, le dijo mi hermano tembloroso a mi padre, todos los fantasmas están en pie...<br />Mi padre palideció.<br />-¡ Esos gritos son vuestros! ¡Sois vosotros! ¿Qué hacéis ahí?<br />La pregunta era obvia si no estuviéramos en la calle, todos delante, casi en fila, en el portal, mirándole con la boca abierta. Nosotros no estamos ahí, estamos aquí.¿O, dónde estábamos?<br />-No lo entiendo. No sé lo que pasa.<br />-Oye. Es mamá, eres tu, somos nosotros... Todos estamos dentro de la casa, se quedan dentro nuestras voces, nuestros llantos y nuestros sufrimientos. Nos ha pasado como a los demás...Ahora estamos en los dos lados.<br />Mi padre no supo qué decir.<br />-Es mejor que nos vayamos para siempre de esta casa,-terminó diciendo.-¡Huyamos! <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgurNCTy_XsWnaDJjlaP2FVBdOWfIav3K9FPk7gJqecXjF_1sP5huLB0MTraWzRaGs0-G2ceTLMQalMz3Zz3fSbB4FiFs8-CDJVeaDamG1EZfXjQKHOEgzsj-pI6THa51-8bzY_aW1g1dc/s1600-h/Guadix+v..jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5300359473399553362" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 243px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgurNCTy_XsWnaDJjlaP2FVBdOWfIav3K9FPk7gJqecXjF_1sP5huLB0MTraWzRaGs0-G2ceTLMQalMz3Zz3fSbB4FiFs8-CDJVeaDamG1EZfXjQKHOEgzsj-pI6THa51-8bzY_aW1g1dc/s320/Guadix+v..jpg" border="0" /></a><br />Ahora era él quien más prisa tenía en irse. Se le veía aterrado.<br />Serian aquellos hombres rudos que miraban sin entender, los que se encargarían de bajar los baúles y los muebles y cargarlos en el carro. Nosotros nos fuimos caminando hasta nuevo hogar que, oh sorpresa para mi madre mártir, estaba como ella siempre había deseado al pie de la torre de San Miguel, una casa con luz y con macetas, cerca de nuestros primos, en su calle de siempre. Mi madre rejuvenecida, con su onda en la frente, se apoyaba por el camino en mis dos hermanos menores, nuestros hermanos de la posguerra, esos hijos de su promesa. Cuando bajando la cuesta empedrada sobre la vieja muralla derruida reconoció la torre desmochada de la iglesia sin campanas y vio su calle de siempre, solo que más herida, no pudo menos que echarse a llorar como lloraría Colón al descubrir su sueño en América, segura de que regresaba a su mundo perdido...<br />-¡Volvemos a casa!,-decía abrazada a sus menores.-¡Volvemos a casa!<br />Era ella la que volvía, porque mis hermanos menores era la primera vez que la pisaban.<br />Se refería mi madre a su barrio sin fantasmas, extramuros de una ciudad antigua. Más sol, más alegría, más gente. Colocamos entre todos nuestros muebles y nuestras cosas, abrimos el balcón a la vega con su río, sus árboles y sus montes de ceniza. Mi madre pensó que entraba en el paraíso. También contagiados, lo pensamos nosotros. Oímos lejos la pitada de un tren que bajaba veloz, un soplo de humo sobre los árboles, sobre la chimenea de la fábrica, bajo un cielo de cal y de sueño. No pudo mi madre melancólica retener las lágrimas...<br />-Ahora es cuando voy a empezar a vivir,-decía bañándose la cara de sol, sin quitar los ojos del paisaje quemado.-¡Pensar que todo esto existía y yo no lo sabía!<br />Naturalmente, con los días, nos olvidamos de la casa abandonada. Dejamos de interesarnos por los fantasmas y por los descubrimientos arqueológicos que allí existen. A los demás les pasó igual. El Gobierno, por sus representantes, dijo que no había dinero para emprender una excavación subterránea que poco podía añadir a lo ya sabido. Este país está lleno de cuevas y galerías, de miles de secretos ocultos. Una búsqueda de ese tenor es demasiado costosa, todos nuestros pueblos históricos querrán lo mismo, que registremos sus tumbas y covachas, ya veremos, hasta ahora nos las hemos arreglado sin ellas. A veces, esos tesoros están mejor guardados bajo tierra que en los mismos museos. No tenemos personal que los cuide, muchos se pierden. El obispo, que había pedido que se abriese una galería por la barbacana que llegase hasta la cripta, también vio rechazada su petición hasta mejores tiempos. Los niños podrían seguir viendo las momias asomándose por las ventanas del paseo como ha pasado siempre. Aquella presunta basílica cueva paleocristiana, de ser cierta, seguirá en su lugar con los restos de aquellos santos de nuestra primera época. ¿De qué nos iba a servir aumentar nuestra colección ósea de mártires si nosotros no hacemos propósito de imitarles?<br />También nuestro periódico, pasado el tiempo, desprovisto de novedades, un nuevo semanario insolvente, que pronto dio en bancarrota como el otro. ¿Qué sería de Fandila?. Desapareció de la ciudad y algunos lo vieron valle abajo como un fantasma. Le preguntaron que adónde iba y les contestó que a América.<br />-¡Me voy a América!.<br />Allí debió marcharse. De nada había servido conocer al propietario de aquel cráneo perforado, ya muerto. ¡Existen tantos cráneos vacíos en este mundo por uno u otro motivo! Don Juan, hombre poeta y dramático, escribió una obrita para representar, sobre doña Rosita, la bailarina del Folies Bergere, y su triste sino. Se escribieron muchos romances, para cantar en ferias, del marqués y de la bailarina. Don Arcadio, jubilado, prosperó en la agricultura y hasta se compró un todo terreno para visitar su finca...No quiso saber más de sumarios...<br />Aquella casa número seis de nuestras desdichas, sin inquilinos ni habitantes, fue cerrada para siempre. Vecinos de la casa, contaron que se seguía oyendo gritar a los fantasmas, que se les vio envejecer y que algunos con el tiempo debieron morir, porque dejaron de oírse...<br />La casa sigue cerrada desde entonces, aunque algunos juren que han visto al marqués y a la marquesa salir de noche en su auto camino de su huerta....<br />¡Ah, tiempos!<br />Una tarde, a medio sol, nos sorprendió mi madre con una noticia:<br />-¿No sabéis? Ha venido esta tarde doña Rosita, la marquesa, y me ha regalado un florero. Ese, lo ha hecho ella misma.<br />Nos quedamos estupefactos.<br />-¿Doña Rosita?<br />-Bueno, su fantasma...Estuvo cariñosa y luego se marchó acompañada de mi menina...<br />-Pero, mamá...<br />-La marquesa vendrá todas las tardes a hacerme compañía. Es gentil y cariñosa. Dice que Hermes, el músico, sigue allí, no ha querido abandonar a su hija, la que murió de hambre y recitaba francés...Que Hermes está triste y yo le he dicho que la tristeza es flor del infierno... Que es mejor que aprenda a sonreír...Los tristes no verán a Dios...Y ella se ha echado a llorar...Me ha dicho que las lágrimas curan el mal de amores...<br />-Y la melancolía...<br />-Eso...<br /><br /><br />FINAL DE LA NOVELA POR ENTREGAS.-</div></div></div></div></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-81179090411360271522009-02-01T10:25:00.004+00:002009-02-01T10:47:07.939+00:00LA CASA NÚMERO SEIS (Capítulos 11 y 12)<div><br /><br /><br /><div><br /><br /><br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMUwUBaPSq5tDSUSo3IOvO4u03Z0BU4afJPBFcopecBcMOO_f86Oc_3Lj-XK-MkQ5GBNpKBsbNcqLeCsXQjkTPaWlze1sHe4p-mGJw96JG-haNdhhdjoMrtt2AoYb0YfJfYe55w6tQE0c/s1600-h/1921896746_de2fa4b9a6.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5297775061381462546" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 218px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMUwUBaPSq5tDSUSo3IOvO4u03Z0BU4afJPBFcopecBcMOO_f86Oc_3Lj-XK-MkQ5GBNpKBsbNcqLeCsXQjkTPaWlze1sHe4p-mGJw96JG-haNdhhdjoMrtt2AoYb0YfJfYe55w6tQE0c/s320/1921896746_de2fa4b9a6.jpg" border="0" /></a><br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify">NOVELA POR ENTREGAS</div><br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify">AUTOR: JOSÉ ASENJO SEDANO<br /><br />Capítulo 11<br /><br /><br /><br />Esa noche nos quedamos solos en nuestra casa más que famosa. Y ya no eran solo los habitantes de la noche, eran también las visitas imprevistas del día, gente deseosa de ver, preguntar y saber. Si los fantasmas tenían rabo, si se parecían a nosotros o sólo era personajes de humo con ojos de fuego. Lo que más querían conocer, no sin temor, era si nuestro sótano conducía directamente a la cripta mortuoria de la catedral y si era posible que aquellos difuntos transitaran por allí y si habíamos oído en nuestras noches cantos funerarios, cosa que les estremecía y les llenaba de terror. Naturalmente, nuestros fantasmas, como ha quedado dicho más arriba, no eran eclesiásticos, eran gente moliente y corriente de la guerra pasada, refugiados de Málaga y de otras latitudes a los que el final de la lucha les había sorprendido allí. Gente que no sabía donde ir. Gente atrapada en su sueño, muertos de hambre. Eso lo explicaba todo. ¿Qué podíamos hacer? Era el pozo y era la mina misteriosa, la galería que recorría nuestro bajo mundo, un mundo que no nos pertenecía, lo que más interesaba y asustaba. Sobre todo, desde que el periódico local (semanario) publicó un reportaje más o menos exacto sobre el hipotético descubrimiento arqueológico que, parecer, se sabría después, era entrada y salida de nuestros fantasmas bélicos republicanos. El reportaje de Fandila se publicó a doble página con todas sus dificultades, fotos de las cuevas y del sótano, por supuesto de la casa, lo que le valió al director una llamada urgente desde Madrid del director general de prensa, nuestro paisano Aparicio, orgulloso de aquella novedad, concediendo a Fandila el premio de prensa correspondiente a ese mes y el título de periodista. Naturalmente, Fandila no cabía de gozo, esto aumentó su prestigio, aunque en el casino no terminaran de tomárselo en serio. Tampoco la emisora local dejó de emitir algunas puyas, sobre todo por parte de sus colaboradores más humorísticos, como eran Eduardo Beas y el corresponsal de deportes.... El caso es que don Juan Aparicio prometió, en próxima visita a su pueblo, visitar el dichoso descubrimiento, cosa que efectuó de incógnito acompañado de sus inseparables primos, don Carlos y don José María, el primero alcalde y el segundo ínclito poeta. De su juicio no tenemos información, aunque a poco, y no por culpa del impresor, alma en pena, el periódico despareció y nunca más se supo de Fandila... hasta años pasados, como se verá.<br />-Dios mío, ¿en qué casa vivimos?,-se quejaba mi madre.-Lo dice el juez es verdad: esta casa pertenece a otro mundo...No sé que pintamos nosotros en una casa como esta que hasta sale en los periódicos y no dejan de hablar en la radio... La gente nos mira como a bichos raros... ¿Seremos también nosotros fantasmas y no nos hemos enterado?<br />Mis hermanas, cuando oían a mi madre hacer estos comentarios se echaban a llorar y decían que querían irse para siempre de la triste casa...<br />-¡Mamá, vámonos a san Miguel!<br /><br />Esa noche, la noche después de tantas cosas, fue una noche terrible. Temiendo lo que pudiera suceder, cerramos herméticamente nuestras puertas, se echaron dobles cerrojos y esperamos convencidos de que habría tormenta. Y la hubo. A las doce campanadas del reloj, oímos un viento espantoso, un romper de puertas y cristales, un crujir de lámparas y griterío infernal. ¿Qué pasaba? Pasaba que habíamos abierto las puertas del infierno y todos los demonios irrumpían con rabia dispuestos a destruir nuestra casa angelical. ¿Era el fin de nuestro mundo? ¡Qué noche tan oscura! La luz de la calle se había ido y andábamos en tinieblas rodeados del griterío infernal. Aterrados, temiendo que los demonios derribaran nuestras puertas, nos reunimos en nuestro salón dormitorio dispuestos para nuestro final. No podíamos llamar a nadie. Mi madre rezaba con lágrimas y era ella nuestra única y segura defensa.<br />-¡Dios mío!¿Qué pasa?,-chillaba mi madre.-¿Qué gritos son esos gritos?<br />La que más chillaba era la criadita menina jurando que se iría para siempre siempre de la casa...¡Virgen santa, salva a tu pueblo peregrino!,decía.¡Sálvanos del maligno!<br />Los que tanto gritaban esa noche de los cristales rotos, eran los refugiados. Durante siglos, la casa se había llenado de refugiados de todas las guerras: romanos, judíos, moros, cristianos, ateos...Refugiados rojos y fascistas. Huyendo de la muerte toda esa gente fugitiva se había acogido a nuestros sótano y a la galería cuyo fin desconocíamos. Ahora, presintiendo su exterminio, se apresuraban a escapar de un final inevitable...Muchos refugiados abandonaban apresurados la casa y se iban por el mundo con sus hijos y andrajos, con sus piojos y miserias, cautivos y desarmados como aquellos moriscos que tuvieron que salir de sus casas y embarcarse para el África...<br />-¡Son los refugiados!,-grité mirando por la cerradura.-¡Se van!¡Se lo llevan todo!<br />Lo peor no eran los gritos, era la peste que arrastraban, el hedor que llenó de podrido nuestra casa a punto de la asfixia. ¡Y no se podían abrir las puertas ni las ventanas para no ser arrasados! Así, hasta el amanecer.<br />Cuando se hizo la luz y se descorrieron los cerrojos, lo que vimos nos llenó de espanto. El enemigo había aniquilado todo lo que había encontrado a su paso. Toda la casa, escaleras y patio, estaba llena de sus despojos. Había armas de fuego, pantalones militares, cartucheras, cascos de acero, correajes podridos, banderas que ponían “<em>Quinto Regimiento”,</em> galones, solapas, gorros, mochilas, cartas, retratos...Cuando el jefe de los municipales vino aquella mañana a nuestra casa y comprobó el estropicio, se echó a llorar como un recluta.<br />-¡Dios mío!,-exclamó quitándose la gorra.-¿Qué ha pasado aquí?¿Esto que es?<br />La respuesta se la dio la criadita escoba en mano.<br />-En cuanto la justicia ha abierto la puerta oscura, el viento ha traído toda esa mierda. Ahora le toca a una servidora quitarla.<br />Don Juan se quedó admirado de la sabiduría de la simple.<br />-¡Es verdad que la casa estaba llena de refugiados!¡Se han ido los topos!<br />Y siguió:<br />-Es posible que sea eso,-dijo.-No hemos debido tocar esa puerta. Nunca pensamos que fueran tantos. Es verdad que esta ciudad vieja está llena de fantasmas...<br />-¿Usted cree?<br />-Todo lo que ha salido esta madrugada es la basura almacenada durante años. Toda esa gente vivía aquí. Eran basura abandonada. La corriente los ha echado fuera. Es como cuando se rompe un dique y el agua se desborda...<br />-¿Y todo eso llegaba hasta la catedral?<br />-Habrá que averiguarlo. Pero yo creo que esa mugre ha bajado de las cuevas...Creíamos que las cuevas estaban arriba. No, las cuevas más antiguas son las de aquí abajo...Todos aquellos moriscos que se pensaba que estaban en África, los muy ladinos se quedaron aquí escondidos. Aquí han crecido y aquí seguían...Moros y judíos...<br />Mi padre oía incrédulo al jefe de orden público. No entendía una palabra. ¿Cómo podía ser aquello de los moriscos tantos años? Empezaba a dudar de la credibilidad mental del actor jefe del orden público.<br />-Algunos de mis hijos, por no decir todos, han visto a esos fantasmas. No eran moriscos, se lo aseguro,-le dijo convencido mi padre.- Los fantasmas que esta noche han salido de aquí eran soldados republicanos, tropa hambrienta y sin afeitar. Había mujeres y niños ciegos por la insalubridad y noche de estas catacumbas. Yo no creo que en esta casa haya habido nunca moriscos...<br />Molesto, don Juan advirtió:<br />-Cuando venga la guardia civil sus hijos tendrán que declarar...Como comprenderá usted, esta deriva política del asunto, se sale de mi incumbencia. Un jefe de municipales no tiene competencias históricas,-aclaró reconviniendo.-Lo que he querido decir, amigo mío, es que ahora sus hijos tendrán que ir al cuartel y declarar lo que han visto. Son testigos principales...<br />-Ver, ver...,-tartamudeó mi padre,- no han visto nada: nadie ha visto nunca un fantasma. Lo que esta noche se ha oído en esta casa, lo han oído también otros vecinos...<br />Don Juan molesto no dio su brazo a torcer. Su deber era poner los hechos en conocimiento de la autoridad militar, esta es una ciudad ocupada, un pueblo en estado permanente de sospecha. Si han visto republicanos, es que hay republicanos... <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAijh6n8LHFIF6SiCuQuGjJqeZqiGdIqwTNvA_0Kh3G3NQ0_iqQjF4xG2yfkiHb_pPZa3yS6wRuN1NKXdt4JGxvpUNJmpWnUShcRgAa-5DoOcnkf4-aKgwByr7pN7mNMgrXMubw6yRcrw/s1600-h/1921917614_1aa40da532.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5297775389909465378" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 242px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAijh6n8LHFIF6SiCuQuGjJqeZqiGdIqwTNvA_0Kh3G3NQ0_iqQjF4xG2yfkiHb_pPZa3yS6wRuN1NKXdt4JGxvpUNJmpWnUShcRgAa-5DoOcnkf4-aKgwByr7pN7mNMgrXMubw6yRcrw/s320/1921917614_1aa40da532.jpg" border="0" /></a><br />Mi padre y todos nosotros tuvimos que ir al cuartel de la guardia civil, sito en una casa antigua como la nuestra con grandes escudos nobles en la fachada. La mañana era soleada, se veían pájaros en los tejados. Después de corta espera, el capitán nos hizo pasar a su despacho donde, antes de declarar, nos arengó sobre el delito que suponía ocultar enemigos en nuestra casa, gente republicana, rojos, según denuncias...<br />Mi padre negó categórico la denuncia.<br />-Lo que ocurre en nuestra casa es notorio en la ciudad: tenemos fantasmas. No sabemos cuantos, pero los tenemos y estamos asustados. Ya sabe como se sacó del pozo una calavera y como se ha encontrado ahora una galería, un túnel secreto que no sabemos donde va a parar...Nosotros no tenemos nada que ver en todo eso, todo el mundo sabe como yo soy adicto al movimiento...<br />-¿No serán presos escapados?,-terció el capitán.<br />Mi padre no lo sabía. Siguió contándole la pesadumbre que soportábamos desde hacía tiempo. La casa ha sido casa de refugiados, eso lo sabe todo el mundo, gente que vino huyendo de Málaga a raíz de la toma de la ciudad por las tropas victoriosas. Toda la casa se vio invadida por esa gente que no dejaban de pelearse entre ellos, discutir y mal vivir.<br />-Esa gente vivía de la indigencia y del socorro rojo. Entre ellos venía gente artista, músicos de flauta, guitarristas, cantaores y prostitutas de mal vivir...Esa gente tomó a saco la casa...Cuando nosotros vinimos a ocuparla en contra de mi mujer, ya esa gente se había marchado. Era una casa rota e infestada, llena de insectos y de malas ideas. Había carteles en las paredes con retratos de Lenín y de Largo Caballero que tuvimos que quitar con nuestras manos...Todos estamos enfermos por culpa de esa casa...<br />El capitán de los bigotes no parecía creer la historia increíble de nuestro padre lloroso, que juraba que nosotros nada teníamos que ver con esa gente...<br />-Yo le aseguro a usted, que ni mis hijos ni yo hemos hecho nada malo, no encubrimos a nadie, sino que padecemos la maldita condición de esa casa y estoy empezando a creer a mi mujer tiene razón, que lo mejor es salir cuanto antes de ella, irnos a vivir a otra casa con menos pretensiones...<br />-¿Pretensiones?,-inquirió el capitán.<br />-Si, porque esa casa fue cuartel de franceses cuando la guerra de la independencia. Allí vivía el gobernador militar. En nuestra casa, en la sala principal donde duermen mis hijos, el general firmaba sus sentencias de muerte. Mucha gente salió de esa casa para ser ahorcada...¿Comprende ahora?<br />-¿Todo eso es lo que usted sabe? ¿No tienen nada más que declarar?<br />-Bueno, en esa casa, durante unos años, vivió un marqués, el señor marqués de la Vega Verde, casado con una bailarina del cancán...<br />-¡Ah! ¿Usted se refiere al marqués que organizó aquella juerga de los globos?¡Demonio de marqués!,-celebró el capitán de los bigotes.<br />-El mismo, el mismo...<br />-Pero ese hombre murió en accidente aéreo...<br />-Es lo que dijeron los periódicos...<br />-¿Y no fue verdad?<br />Mi padre se dio cuenta de que se estaba metiendo en un terreno resbaladizo, él no sabía nada de ese accidente, solo se acordaba de cuando el señor marqués venía a la ciudad a bordo de un automóvil lujosísimo conducido por un chofer de gorra y guantes que le abría la puerta niquelada al bajar...<br />-Yo no se nada, solo me acuerdo de verlo con la señora marquesa, que era muy bella y salía en los magazines. Todo ese asunto del cráneo del pozo lo lleva el señor juez de instrucción, como sabe usted...<br />-Ya, ya...,-concluyó el capitán receloso.-Una pareja de la guardia civil se personará en su casa para hacer una inspección. Pueden marcharse, pero sepan que quedan a disposición de mi autoridad por si fuera preciso alguna verificación más. Buenos días.<br />Salimos como pájaros de una jaula, cariacontecidos, preocupados por el sesgo de los acontecimientos. Ese don Juan dolorido en su orgullo nos estaba echando los perros, no cabía duda.<br />Mi hermano mayor nos vino contando por el camino que esa noche abrió la puerta de nuestro salón la sombra de un hombre difuso vestido de militar con galones de barras en la bocamanga y con voz de sueño le habló del señor marqués...<br />A mi padre empezaban a asustarle aquellas confidencias nocturnas de sus hijos. Todos teníamos experiencias de fantasmas, los habíamos visto y hablado con ellos. Es verdad que algunos eran mudos, se limitaban a mirar, pasaban delante de nosotros como en una película, pero otros más vehementes se cogían a nuestra camisa y nos obligaban a oír sus penas y trabajos. No todos los fantasmas eran malos, más bien era gente desgraciada, gente si fortuna que no sabía dónde ir y por eso permanecían anclados en los bajos de nuestra casa...<br />Lo que ese oficial republicano le contó al oído a mi hermano mayor, es que el muerto que todos buscaban estaban tapado detrás del cuadro del negrero portugués, un individuo siniestro que se alistó a las Brigadas internacionales y alardeaba de matar negros indefensos. Ese sujeto no era marqués, era carnicero luso, asesino con otros del famoso rey don Carlos y de su sobrino, que luego se hizo pirata...<br />Pero mi padre no quería oír hablar más de esas historias que tanto nos estaban haciendo padecer. No quiso creer lo del cuadro.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5297775734549514018" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 221px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFrSPfOTBxZbOGHpYLTIme5FNN52UZ1GSK-QjKoW6STLJyNcoiyjQTfFO1RDvCG2NhfWKc6-v0jblThKNOzcpEGsn7o40fQT2Po5EoPI68zqZuecJgxyh86yxkUiovUcIJ0qJ0S6jF-mg/s320/2970666115_74ed615121.jpg" border="0" /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Capítulo 12<br /><br /><br /><br /><br />Pasados los días eufóricos, una mañana, a pesar del calor, se presentó don Arcadio en nuestra casa acompañado de oficiales y albañiles dispuesto a concluir sus pesquisas judiciales.<br />-Señores, tenemos que felicitarnos por los descubrimientos históricos que hemos tenido la suerte de encontrar en esta casa,- dijo el señor juez como introito de su discurso.-Si no hubiera sido por el acierto de nuestras piquetas, habrían pasados años o siglos si que nadie conociera lo que este suelo encierra...Nosotros estamos aquí por otro motivo y no conviene olvidarlo. Estamos aquí para esclarecer la comisión de un crimen. El asunto de la galería se sale de mi competencia, corresponde a otra autoridad, nosotros vamos a lo nuestro. Es necesario que encontremos ese cuerpo y dejemos en paz a esta familia (se refería a nosotros) harta de tantas visitas. ¡Pobre mujer! (se refería a mi madre, permanentemente en su balcón). Lo nuestro es otra cosa.¡Somos la Justicia!<br />Se pusieron entusiastas los albañiles a trabajar esperando encontrar un tesoro empalado y dieron con el blanco del muerto.. Esta vez don Arcadio perspicaz lo tuvo claro. Su corazonada no le había engañado.<br />-Veamos lo que hay detrás del famoso cuadro de don Pedro. Nadie lo ha tocado nunca. ¿No les parece raro?<br />Se hizo como su señoría ordenó. Los oficiales solemnes descolgaron el cuadro 2m x 2m de la pared, dejando ver una puerta misteriosa sellada. ¿Qué es esto? ¿Qué esconde? ¿No será otra galería?...<br />Lo supo siempre la criadita, nuestra menina, riéndose a gritos.<br />-¡Ahí está el señor marqués!,-dijo antes de que nadie lo dijera.<br />El juez la miró con un sobresalto.<br />-¿Y tú como lo sabes?<br />-Porque me lo contó mi abuela, que vivió en esta casa y era la sirvienta de la señora marquesa.<br />-¿Y donde está tu abuela?<br />-Mi abuelita ya se murió, en paz descanse. Ahora es fantasma y me sale todas las noches. Todas las noches sale del sótano y sube a mi cuarto y me dice dónde está el señor marqués. Está ahí. Derriben el cuadro y lo verán...<br />Los niños y los locos dicen siempre la verdad.<br />Rompieron a golpes la puerta y, allí, detrás de la nube de polvo fétido, estaba, efectivamente, el señor marqués de la Vega Verde. Bueno, su cadáver revestido de calatravo. Abrieron la boca negra de lobo que apestaba a muerto. Olor a marqués decapitado. Olor a muerto reseco. No se veía nada, pero, con lámparas, se descubrió al fondo una cama niquelada antigua con escudo y, acostado, arropado y sin cabeza, estaba el esqueleto del marqués de la Vega Verde revestido de uniforme de caballero portugués, una cruz de calatrava y un collar de oro con escudo. Al pie, escrito, ponía su nombre y su título, alguien lo había escrito. Tenía las manos enguantadas, ensortijadas, los dedos afilados como dedos de tenedor devorados por gusanos... Ante la visión grotesca, todos se echaron atrás temiendo que el muerto se pusiera en pie. Nadie se atrevía a mirar el cadáver uniformado, asesinado, porque la cabeza sacada del pozo encajaba perfectamente en aquel rompe cabezas. Pudo comprobarse.<br />-No cabe duda de que la cabeza es suya. Este difunto es el marqués de la Vega Verde. Se acabó el secreto mortuorio. La Justicia ha cumplido.<br />Más siniestro y temible se volvió el cadáver cuando reconocieron en aquellos ojos sin ojos la mirada atroz del marqués cuando vivía y le gustaba ver caer sobre sus trigales los globos aerostatos que venían de París. Eran los mismos ojos codiciosos y lascivos.<br />-Pero, ¿quién lo asesinó?<br />Era la pregunta clave. Ya teníamos el muerto pero, ¿quién era el asesino? Se registró a fondo aquella sala escondida con mosaico. Parecía una cámara oculta, faraónica. Había roperos con trajes de hombre y de mujer, baúles atiborrados de camisas y faldriqueras, magazines y periódicos franceses, sombreros de copa, guantes, abanicos, zapatos, capas de terciopelo, abrigos de piel, retratos, muchos retratos del marqués niño, del marqués adolescente, del marqués en automóvil, del marqués en la ópera, del marqués en el <em>Folies Bergere...</em>Un rico equipaje que se supone cayó también al mar con el difunto y que las mareas habían arrojado a nuestra playa. Encontraron también una espada manchada de sangre, con la que seguramente fue segada la cabeza del marqués, arrojada a los profundos marinos del pozo encantado. De allí había salido para denunciar su muerte...<br />Nadie pudo contestar a la pregunta clave. ¿Y el asesino? Solo la criadita de ojos pícaros lo sabía. <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbrMlPq8vGOw81ZvG2wGi8Be9j7j3RPihurDd6EMLewXphSvDU3CZe4vJ4k0eZXRZOFtidBs9ApYBdgmQ1iMSoMgB7ubMf5ONkZcgM1TsTgp9NBYKQqzfptdbTFbxSfV7NEavW2idUmvw/s1600-h/batalla-de-bailen.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5297776185918420226" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 260px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbrMlPq8vGOw81ZvG2wGi8Be9j7j3RPihurDd6EMLewXphSvDU3CZe4vJ4k0eZXRZOFtidBs9ApYBdgmQ1iMSoMgB7ubMf5ONkZcgM1TsTgp9NBYKQqzfptdbTFbxSfV7NEavW2idUmvw/s320/batalla-de-bailen.jpg" border="0" /></a><br />-Mi abuela me ha dicho muchas veces quien mató al marqués...<br />Don Arcadio legal, hombre experimentado en pleitos y sumarios, no salía de su asombro, entre libros y legajos había olvidado lo de la sabiduría popular. Se lo había dicho su abuela fantasma una noche de vientos y tormentas, de relámpagos azules sobre la ciudad. La abuela le contó con lágrimas como el señor marqués engañaba a doña Rosita con una segunda bailarina del <em>Folies Bergere</em>, una tal Camila, de Marsella. Don Arcadio escuchaba escéptico la confesión de la criadita, una niña analfabeta, lista que muchas veces se hacía pasar por tonta.. Una abuela fantasma, ¡qué ironía! Contó la Josefa que aquel oficial con galones de barras, el comandante Ortiz, que se le apareció una noche a mi hermano, fue el que asesinó al marqués en el salón de estrellas y rombos, nuestro cuarto de dormir. Allí fue la discusión. El marqués pretendía sacarle a doña Rosita las alhajas que le regalara en tiempos de lujo, y doña Rosita se negaba. En ese momento apareció en escena el comandante rojo, hermanastro de la bailarina, sacó su pistola y le pegó un tiro en la frente al marqués. Horrorizada la marquesa, ordenó que quitarán aquella máscara espantosa de su vista, el rostro desfigurado del marqués disoluto, que el mismo comandante borró de su vista cortándole la cabeza ensangrentada y arrojándola al pozo, al fondo del Canal de la Mancha, como dijo, donde se perdió.<br />Don Arcadio escuchaba estupefacto.<br />-Y eso, ¿cuándo pasó?<br />-Eso pasó antes de que los rojos tomaran el cuartel de la guardia civil. Antes de los tiros. El marqués había venido esos días de Francia con su querida, que quiso meter en la casa. Discutieron con amenazas. La querida huyó esa noche temiendo por su vida y nunca se supo de ella. Mi abuela ayudó a vestir al marqués de caballero y a bajarlo al cuarto de abajo, donde se metían los baúles. Luego se colgó el cuadro del pirata delante de la puerta, un pariente suyo, quien lo ha guardado todo este tiempo. Los fantasmas sabían que el cuerpo del marqués estaba ahí.<br />-¿Y el perro? ¿Por qué mataron al perro?<br />-Mató el comandante el perro porque el animal intentó defender al marqués. Se le vino encima y lo mató. Mi abuela nunca se separó de la señora a la que quería como una madre. Doña Rosita era una santa, había sido bailarina y todo eso, pero ahora era una santa...Fue una viuda fiel del señor marqués...<br />Cuando el juez sabio escuchó de la criadita estas confesiones, dio por terminado el asunto. De esta triste historia nadie sobrevivía. Se autentificaron las declaraciones fantasmales, se dio por cerrado el sumario y todo quedó como estaba, que el señor marqués de la Vega había muerto en un accidente aéreo sobre el Canal de la Mancha.<br />-El comandante Ortiz, un anarquista, fue fusilado por los nacionales,- declararía el señor juez.-Se confirma la historia. Un tribunal de guerra lo condenó a pena de muerte. Se declaró autor de la muerte del marqués de la Vega Verde. He podido dar con su expediente militar...<br />Fue fusilado, con otros anarquistas en la Plaza, en la zona de solares y ruinas. Mucha gente, como en otro siglo, asistió a la ejecución del asesino que no quiso dar la espalda a las armas. Era ya el año 1940. Desde la cama, desde la misma habitación principal en que muriera a sus manos el marqués disoluto, nuestro salón de dormir, escuchamos aquella mañana los disparos de la fusilería y luego, salido el sol, veríamos desde nuestro balcón solitario pasar los féretros de madera sin pulir que transportaban sus cuerpos al cementerio. Los del comandante Ortiz y sus compañeros. <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBRACRGVKowa3qjLLYalVroC6hq7vj2TLaArO3TZyQjKBzRP3CpqHBRRkvqQ2swy0MBfXQnm70EdoblI-XbIqXnxFvU-0vilmfdyQ6XGcAPQPXk1lPBvooovfJMyOMkI5_q7ls6n-romI/s1600-h/refugiados.bmp"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5297778462511544466" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 186px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBRACRGVKowa3qjLLYalVroC6hq7vj2TLaArO3TZyQjKBzRP3CpqHBRRkvqQ2swy0MBfXQnm70EdoblI-XbIqXnxFvU-0vilmfdyQ6XGcAPQPXk1lPBvooovfJMyOMkI5_q7ls6n-romI/s320/refugiados.bmp" border="0" /></a><br />-Este asunto está finiquitado. No hay más que decir...,-aseguró formalmente don Arcadio, diciendo que con esta historia había llegado al final de su carrera judicial y que ese mismo año se jubilaba para dedicarse a la agricultura.<br />-¿Y la marquesa? ¿Qué fue de ella?<br />-La marquesa murió poco después en brazos de su criada fiel y su tumba está en el cementerio. “<em>Doña Rosita, 1935</em>”,-dijo don Juan, y lo contó además en su opúsculo anual. Como lo contaría con detalle nuestro periódico semanal con una foto de madame Rosita en sus años espléndidos, una belleza, bailando en el <em>Folies Bergere.<br /></em>Don Juan, con el pelo cano, siempre dramático, recordaría a la señora marquesa, a la francesa, como también muchos la llamaban, vestida de riguroso verde, con pedrería, joyas de perlas hasta el cuello.<br />-Era una mujer bellísima que había conocido reyes y duques y se paseó por toda Europa en los mejores automóviles de la época...¡Hasta duelos hubo por ella! Al final de la vida, renegó de todo aquello y se vino a morir a su pueblo, sin sospechar la tragedia que le esperaba.<br />-¿Y no se hizo fantasma?<br />El jefe del orden sonrió.<br />-Qué curioso, fue la única que no se convirtió en fantasma, ni ella ni el señor marqués descuartizado. Hay vidas que parecen novelas...Yo me pregunto si estaré viviendo mi vida o seré un personaje dramático. Creo que el drama supera a la vida...<br />Eran comentarios de un actor melancólico que vivía su drama personal. A cada instante tenía que imaginarse que la vida es sueño y que el sueño es un teatro donde la vida se representa sola...Todos somos actores de nuestro papel...¡Somos puro teatro!<br />Mi padre admirador de don Juan lo miró conmovido. Difícil papel el suyo...</div><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><em>Novela por entregas</em></div><br /><div align="justify"><em>Autor: José Asenjo Sedano, 2008</em></div></div></div></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-9094998191462100002009-01-30T12:49:00.003+00:002009-01-31T12:51:28.773+00:00LA CASA NÚMERO SEIS (Capítulos 9 y 10)<div><br /><br /><div><br /><br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0ZC6bICt9W_n6DRug5XiQGhR3kg5fTs8XSthMCUx6kNm8_ZosHz-O6rQVAuO8opSo8sk9qEnKhWqeUbtz7oRwBBbjTj_id7eizNqm_Ke8uuZCUnUZbMfoPJCEibX8C7ihlkY2bgADTbs/s1600-h/1921054131_d99d90b472.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5297070713036924722" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 245px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0ZC6bICt9W_n6DRug5XiQGhR3kg5fTs8XSthMCUx6kNm8_ZosHz-O6rQVAuO8opSo8sk9qEnKhWqeUbtz7oRwBBbjTj_id7eizNqm_Ke8uuZCUnUZbMfoPJCEibX8C7ihlkY2bgADTbs/s320/1921054131_d99d90b472.jpg" border="0" /></a><br /><br /><br /><br /><div align="justify">NOVELA POR ENTREGAS</div><br /><br /><br /><br /><div align="justify">AUTOR: JOSÉ ASENJO SEDANO</div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><br /><div align="justify">Capítulo 9<br /><br /><br /><br /><br />Indudablemente, la visita de Mr. Ike fue un éxito. Después de años de marginación y desprecio, se nos inculpaba de aquel pecado de la guerra mundial y, poco a poco, los tiempos comenzaron a ser otros mientras nosotros seguíamos siendo los mismos y comenzaron a llegar a Madrid de regreso embajadores sonrientes imitando a los americanos, más francos y más campechanos...El sol volvía a salir por oriente y los comercios comenzaron a llenarse de alimentos soñados, nunca olvidados. Si los niños pedían pan, ahora se les podía dar hasta con mantequilla americana. Y leche en polvo. ¡Qué fácil resultaba ahora todo! ¿Por qué no habríamos empezado por aquí y tantas cosas nos habríamos ahorrado? El artista laureado, nuestro don Aureliano, seguro que pensaría que todo ese cambio se debía al envío de su cuadro al señor presidente de USA, hombre agradecido. Al fin se reconocía el valor de aquella obra artística, España tierra de Velázquez. Todo lo bello triunfa siempre.<br />-¿A que la vida parece ahora más agradable?<br />Y era verdad: no hay nada como hablar y entenderse.<br />-Y si además se le manda al presidente un regalito...<br />La verdad era que si. Se fue notando el cambio, más trabajo, más dinero, más pan. Luego vendría lo demás. La gente ociosa empezó a encontrar trabajo, emigraba, se convertían en nuevos refugiados en pueblos extraños. Trenes largos de largas crenchas de humo corrían por los caminos de hierro llenos de gente fantasmal... Todos desaparecían...Los pueblos se fueron quedando vacíos, porque la prosperidad venía de las grandes poblaciones, de las fábricas, del humo... ¡Siempre fantasmas!<br />Un día vino a nuestra casa el periodista local que había fundado su periódico. Fandila Sánchez. Alto, risueño, simpático. Era inventor de ideas. Se inventó un equipo de fútbol, el Club 26, el mejor equipo del mundo. “Si quieres que el club no vaya al hoyo, mete en la rifa del pollo” Eran sus eslóganes de mucho éxito. También organizaba combates de boxeo con el mismo eslogan. Montó también una academia de enseñanza. Pero lo más importante fue el periódico semanal, con taller propio, una impresora manual del año catapún, que funcionaba. Las páginas del periódico estaban abiertas para todo el mundo, todos podían expresar aquí sus ideas sin ningún tipo de censura. La polémica se refería sobre todo a la vida local y social. Había columnistas que eran el terror del alcalde o del presidente del casino, que veían amenazada su credibilidad. ¿De qué otra cosa podía vivir el periódico? El periódico se componía en unos bajos de la calle Ancha y lo hacía laboriosamente, tipo a tipo, un viejo impresor, hombre de precaria salud, siempre triste.<br />-Pero señor director,-se quejaba mientras componía,-que llevo tres meses sin ver un duro...<br />-No se apure: ya verá como todo se arregla...<br />El director propietario hacía inventario de sus deudas, ¿es que mes ve a mi derrochar una peseta? Antonio, que llevo dos días a tostada y café.... Su respuesta era siempre su talante, su gran sonrisa esperanzada. Todo se arreglará...<br />-Si, pero no aguanto más...Vivo de prestado...<br />Nadie sabía de qué vivía el heroico impresor, nariz delgada y canoso. Quizá fuera un fantasma y por eso podía vivir sin comer...<br />-Esto va a cambiar pronto, ya verá usted,-seguía el dilecto director con sus felices promesas. A todos nos gustaba ese culto a la impresora, el olor del papel y de la tinta, ver salir compuesta la primera página milagrosa del semanario. Estaba claro que también el director de tantas cosas era un fantasma, un alma en vilo. Se le ocurrió resucitar la historia dormida del cráneo sacado de nuestro pozo. Tenía que haber más, estaba seguro de ello...Fandila pretendía ahora vivir de los muertos...Se sacarían varias páginas por entregas, como aquellas que en vida escribiera nuestro ínclito don Torcuato Tárrago y Mateos, que reinventó la historia patria a fuerza de novelones. Sería un largo serial de intriga y pasión...Se llegó incluso a anunciarlo en un recuadro del periódico: “Próximamente, este semanario publicará la historia completa del cráneo misterioso, etc.etc. Suscríbanse a nuestra novela por entregas...” Pero enseguida recibió un toque del señor juez, vía jefe orden público, ordenándole se abstuviera de entrometerse en el sumario del dichoso cráneo perforado...<br />-Ese asunto está sub judice...<br />Don Arcadio, hombre estudioso y super serio, no admitía intervenciones extrañas y menos de la gaceta local...<br />-Dígale a ese señor, que ni tocar mi cráneo judicial...<br />-No se puede decir nada en el periódico,-sentenció don Juan, hombre también periodístico, colaborador del seminario, portavoz de la autoridad judicial, cuando fue a visitar a don Fandila con la misiva judicial.-Y conoce a don Arcadio...<br />-Absténgase,-le aconsejó.- En su momento el señor juez levantará el secreto del sumario y entonces podrá escribir lo que quiera. Hay que darle tiempo al tiempo...<br />No obstante, a la espera de ese momento, el director del periódico se coló un día en nuestra casa, echó el cubo al pozo y comprobó que nada salía. Aquellas aguas ahora estaban limpias. Le mostramos el sótano, oscuro y frío, donde se adivinaban apetecibles historias de fantasmas...<br />-¿De aquí es de donde salen los fantasmas?,-preguntó irónico.<br />-Eso creemos...<br />-¿Y siguen saliendo?<br />-Ahora salen menos, pero siguen saliendo...<br />El periodista incrédulo no hacía caso de esas patrañas, pero eran interesantes para el periódico. El sabía muy bien quienes eran los fantasma del pueblo. El mismo los había esperado a la salida del almorejo...Por eso no dejaba de garrapatear en su cuaderno...<br />No es que salieran menos, es que ahora les hacíamos menos caso. La gente descreída comenzaba a creer cada vez menos en los fantasmas. Mis mismos hermanos mayores dejaban ahora descorridos los cerrojos esperando que algún fantasma se hiciera visible. Una noche vimos como varios franqueaban la puerta de nuestro dormitorio y se quedaban en medio del salón viéndonos dormir. Luego los vimos salir cuidando de no hacer ningún ruido...<br />-¿Lo has visto?<br />-¿Y tu?<br />-Era una mujer de luto con sus siete hijos pequeños. Son los mismos que vimos en la carbonera y les dimos un abrigo...<br />-¿Los del brasero?<br />-Ahora parecen más pobres. No dan miedo.<br />-No he querido decirles nada por no asustarlos...<br />Hasta ese extremo habían cambiado las cosas. Los fantasmas sentían miedo de los vivos, de nosotros. Andaban con cuidado por la casa, descalzos casi siempre, como si supieran que la casa ya no les pertenecía.<br />-¿Y por qué no hab<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPK4SEw2I4ycuN1iBN2XLmy_LCLbL67YmCUkRzCAly7N4sIL-lflfv6OrAmf0vMsTMZwHg5WJ2E2PDzMuloKJbAGy1rkhOI_52GAU1Ga_2NdZBZlmyJMdSn_-pMFtOn7nQPFhqeGMfJr0/s1600-h/1921068093_d35f84cef2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5297436612214990578" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 213px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPK4SEw2I4ycuN1iBN2XLmy_LCLbL67YmCUkRzCAly7N4sIL-lflfv6OrAmf0vMsTMZwHg5WJ2E2PDzMuloKJbAGy1rkhOI_52GAU1Ga_2NdZBZlmyJMdSn_-pMFtOn7nQPFhqeGMfJr0/s320/1921068093_d35f84cef2.jpg" border="0" /></a>rán emigrado como otros?<br />Era un misterio. Se les veía apegados a la casa, eran de la casa como pinturas, ladrillos o puertas. ¿Adónde ir? Se trataba de fantasmas indefensos, mujeres y niños, cuando no ancianos decrépitos que tosían cascados en la noche. Debían saber que existen ciudades grandes y lejanas, con ríos y parques frondosos. Ciudades pobladas de millones de seres, hombres y mujeres. Nunca podrían acostumbrarse a vivir en una ciudad así. Les había tocado la parte más difícil de la vida, ser fantasmas de ciudad en casas antiguas, soterradas, donde había vivido muchos pueblos pasados. Era mejor quedarse aquí, tener al menos la noche, la madrugada, poder consolarse mirando los ojos de los vivos cuando duermen, ver como sonríen o como lloran...<br />Un día me dije: Quiero hablar con un fantasma, quiero que me cuente su vida. Quién es. Por qué no se ha marchado de esta casa triste. Mi madre nunca ha amado esta casa, ¿por qué sigues aferrado a ella? Y una noche esperé y vi como se abría la puerta del salón, cayó el pestillo y supe que era el fantasma que acudía a mi llamada. Se sentó en mi cama, no noté el peso de su cuerpo inexistente, el olor a sótano de su presencia. Quise verle la cara y no pude. No dijo nada esa noche. Luego vi como se retiraba. Al alejarse fue cuando me di cuenta de lo alto que era. La noche siguiente, más tranquilo, me contó que había sido guardia de asalto, todavía llevaba el uniforme, la gorra de visera, el correaje y la pistola. Las botas altas con polainas. Había estado en la guerra, en Extremadura. Estuvo en Asturias cuando la revolución. Conocía Valencia.<br />-Yo entonces era un guardia joven, que creía en la revolución...Me casé con una mujer que vive aquí, conmigo. Juntos viajábamos de Valencia a Alicante cuando la aviación fascista atacó nuestro barco, lo hundió y los dos perdimos la vida. Nuestros cuerpos no los devolvió el mar. Como no creíamos en la otra vida, como nuestra esperanza era el paraíso del proletariado, nos quedamos a la intemperie, sin tener donde ir. Desterrados de un mundo y de otro, nos unimos a una ingente multitud hermana de almas errantes apátridas y fue cuando vinimos a esta casa de refugiados. Desde entonces vivimos aquí. Les vimos llegar a ustedes cuando vinieron y quisimos echarlos. Fuimos nosotros los que les pegamos la sarna...<br />¡Pues vaya mala idea!<br />Otra noche subió con su mujer, joven y graciosa, que todavía vestía de miliciana, con su mozo azul y su gorro de soldado. Era lo que llevaba puesto cuando cayó aquella bomba por la chimenea del barco. Se le notaba tímida, se le había olvidado conversar con los vivos y todo el tiempo, junto a su marido, estuvo callada. Nos dijeron que otros refugiados hacía tiempo que abandonaron la casa...Después de tanto tiempo, no sabían qué sería de ellos. Seguían esperando, no sabían qué.<br />-¿Y no tienen miedo?<br />El guardia negó: Lo que tenemos es lástima. Ahora lloramos por cualquier motivo. Nos gustaría contar a todos lo que nos pasa, pero no podemos. Es imposible. Un muro nos separa.<br />Temí haberme convertido en fantasma y me desperté asustado. Estaba vivo, el guardia de asalto y su mujer habían desparecido.<br />Cuando contaba estas cosas a mis hermanos en la mesa mientras comíamos, se reían en mi cara y me llamaban soñador.<br />-Los únicos fantasmas que existen, son los que salen de noche por el almorejo.<br />Días después, el periódico local comenzó a publicar sueltos sobre el cráneo famoso, historias inventadas, que nadie se creyó. Quizá fuera por eso por lo que su señoría no se dio por enterado. A veces veíamos a don Arcadio con su levita negra y su sombrero de copa saliendo del juzgado. Nadie osaba preguntar al juez verdades sobre el asunto. Sabía su señoría que aquellas patrañas del periódico era una manera sibilina de subsistir, de atraerse lectores ávidos de novedades.<br />-Yo no me fío de lo que dice el periódico,-decía alguien en el casino.- No saben como vender más ejemplares...<br />-Pues algo de cierto debe haber en todo eso,-añadía otro.-Yo estoy guardando todo lo que se publica.<br />-Ya lleva el señor juez dos años con la dichosa cabeza,- rió un médico puericultor.<br />-Y los que te rondaré,-rió otro, aspirante a la alcaldía.<br />-¿Usted ha llegado a ver el cráneo?<br />-Lo vi en la casa de don Alberto. El forense lo tiene a bien recaudo.<br />-¿Y que le pareció?<br />-Que la cabeza corresponde a un fusilado. Uno de tantos como murieron en la guerra.<br />-¿Se atrevería a decir de quien era esa cabeza?<br />-¿Yo?<br />-Si, usted.<br />-Eso yo no lo puedo decir. Muchas veces esas cabezas así parece como si nunca hubieran pertenecido a alguien. Alguien que te saludaba, que habló contigo, con quien acaso te tomaste una copa de coñac.<br />Ese juego se prestaba a muchas conjeturas. Para unos, aquella cabeza pertenecía a un comerciante de sedas, un hombre de una cabeza descomunal, que tenía su tienda en la calle Nueva.<br />-Pudiera ser...<br />Otros decían que no, que esa cabeza seguro que era de Riquelme, el relojero, que murió en los primeros días de la revolución.<br />-Un judío...<br />-No lo dirás por la nariz...<br />-Pues si, ese cráneo tiene una nariz especial, ya lo creo. Al menos, para los negocios.<br />Un maestro de escuela, jugador de ajedrez, decía que esa cabeza era de un canónigo de la catedral.<br />-A ese hombre lo mataron en la guerra. Yo lo recuerdo de niño. Alguna vez jugué una partida con él. Era muy testarudo.<br />Pero esos comentarios de casino, pronto eran desmentidos por el periódico semanal, que añadía , frío frío.<br />Al periódico semanal, se unió la emisora de radio local, recién inaugurada, un avance en las comunicaciones que aglutinó a todo el pueblo. A la noche, todo el pueblo oía los comentarios jocosos de los comentaristas sobre fútbol, política o el cráneo...También se destapó en la emisora local un grupo de teatro que representaba los jueves una comedia leída...Tuvieron mucho éxito.<br />-Os la vais a cargar si seguís representando a García Lorca,-avisaba el representante local del régimen. –Ese autor está prohibido...<br />Pero, como se había demostrado, la ciudad noble y leal estaba a más de mil leguas del mundo y a nadie parecía importar lo que allí se contaba. Todos nos aprendimos el “Romancero gitano” y aquello de “Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios...”<br />-Os la vais a ganar...<br />La emisora fue un éxito de oyentes y de ventas de aparatos de radio. Más que la TV cuando vino...<br />El que se subía por las paredes era el alcalde perpetuo, que temía por su continuidad. Ya lo tenía advertido el señor gobernador civil de la provincia...<br />-¡Voy a cerrar la emisora!,-gritaba en la puerta de la casa consistorial.-¡Esa emisora es sindical y no puede hacer programas a favor de los enemigos del régimen!<br />Pero nunca lo hizo. La política es así. Amenaza y nada más.<br />El caso es que la ciudad variopinta vivía ahora pendiente de sus medios de comunicación. Era un mundo que acababa de despertar.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Capitulo 10<br /><br /><br /><br />Metido el otoño, tenía don Arcadio, juez de instrucción, ultimado el sumario del cráneo del pozo. Más de mil folios en papel registrado y timbrado. Acompañado de ujieres, con el jefe del orden público y sus municipales, se presentó un día en nuestra casa número seis, como expresaba la diligencia. Mi padre citado, estaba allí temprano con su corbata, nervioso, esperando la llegada de la autoridad judicial. A las nueve en punto sonó la campanilla del cancel. Sombrero en mano, solemne, con su vara legal, apareció el usía en la puerta quien, antes de entrar, preguntó a mi padre su nombre y apellidos, edad, profesión, etc., datos de los que un oficial del juzgado iba tomando nota del día, hora y cuantas referencias fueron necesarias, temiéndonos todos lo peor...<br />-Por favor, usía,-señaló mi padre la puerta del patio.<br />Toda la comitiva se adueñó en un momento de nuestra casa. Nuestra casa antigua se vio ocupada desde el sótano a la torre. Don Arcadio, con un plano en la mano, fue señalando los lugares de la casa que deberían ser concienzudamente registrados sin omitir rejillas ni losetas. En uno de esos lugares seguro se escondía el cuerpo del delito. Tiene que estar aquí...<br />-El cadáver correspondiente al cráneo encontrado no ha podido salir de esta casa. Está en algún lugar escondido. Ahora nos toca buscar.<br />Enseguida aparecieron albañiles armados de pico y pala dispuestos a levantar la casa.<br />-Procedan,-ordenó el juez.- No dejen nada sin registrar y mirar. Nada sin levantar. Nada sin tocar.<br />Mi padre no salía de su asombro. Estas gentes vienen dispuestas a derribar la casa por culpa de una dichosa calavera...<br />-Tenemos indicios de la comisión de un crimen en esta casa y hay que aclararlo...<br />Toda la mañana estuvieron dale que dale, picando ladrillos y mosaicos, golpeando tabiques, huecos y ventanas...Al medio día, no se había encontrado nada. ¿Dónde estaba el muerto? ¿Se habría convertido en fantasma como los demás?<br />-No, el muerto está en la casa. Aparecerá,-aseguraba don Arcadio.<br />-Pero señoría...<br />Su señoría señalaba el suelo y los muros reiterando sus instrucciones.<br />Don Arcadio, hombre tenaz, padecía una afección hepática. Casado y sin hijos, todo su tiempo era para el derecho. También para la agricultura. Tenía una rica finca en la vega, donde pasaba muchas tardes en plena naturaleza, lejos del mundo. No en vano era hijo de labrador, de un hombre que puso todo su empeño en que su hijo superdotado hiciera una carrera universitaria. Y lo consiguió. Arcadio había sido siempre un buen estudiante. Amaba la agricultura y amaba el derecho. Tenía una capacidad probada para el trabajo, conseguía siempre su propósito. Lo del cráneo con la frente volada le atrajo desde el primer momento, estaba convencido de que esos huesos guardaban el secreto de un crimen pasional, tenía sus sospechas. El también conocía bien su ciudad. Sabía que el último inquilino de nuestra casa antes de la guerra, había sido el marqués de la Vega Verde, desaparecido en circunstancias extrañas. El marqués libertino jugaba todas las cartas de su baraja para ser el primer sospechoso. Cuando la famosa aventura de los aerostatos, se supo que un médico local tuvo que acudir urgentemente a la huerta a atender un enfermo importante y ese enfermo singular no fue otro que el señor marqués. Se sabía que la aventura de los zeppelines fue el final de aquella casa. Pero todo esto eran chismorreos del periódico local, historias fraguadas en torno a una taza de café. Se decía todo aquello porque el marqués nunca voló en globo, se limitó a ser el anfitrión de aquella trouppe venida de París, los recibió en la explanada de la finca, el marqués en mangas de camisa. Todo el campo de aterrizaje estaba cubierto de mesas y manteles, de botellas de champán y una orquesta ex profeso tocaba valses mientras caían los globos sobre los trigales...<br />-El único invitado a la fiesta fue el alcalde de la ciudad, don Segundo Primero, que murió hace poco. El era el único que podía contar...<br />Y poco contó. Cuando le preguntaban en el casino por aquella juerga, siempre se sonreía y se negaba a contestar. Movía la cabeza y decía: Las cosas del señor marqués...<br />Pero, curiosamente, era en esa fiesta nunca vista, donde tenía don Arcadio puestos los ojos. En esa fiestas campestre tenía que estar el secreto de este crimen: al menos las fechas coincidían. Experto jurista, hombre de buena memoria, investigador nato, estaba seguro de que el cuerpo del señor marqués de la Vega, no estaba en el fondo del Canal de la Mancha.<br />-Pero si a este hombre le daban pánico los aviones. Jamás voló.<br />-¿No? ¿Y los periódicos?<br />El juez se reía:<br />-Ese cuerpo está, como estaba la cabeza, dentro de esta casa. Ese cuerpo pondrá cada cosa en su sitio.<br />Mi padre le oía perplejo, no atreviéndose a contradecir a su señoría, dueño de la verdad categórica.<br />-¿Y no se lo llevarían los refugiados?.-La pregunta era de un ujier de cara triste.<br />La pregunta no tenía respuesta. Era una estupidez. ¿Para que querían los refugiados los restos de un marqués muerto?<br />Varios días se buscó por corrales, cuartos oscuros y el sótano de la casa, quizá antigua bodega.<br /><br />Durante esos días de trasiego, mi madre afligida no salía de su balcón. Procurábamos ocultarle los nulos resultados de la pesquisa judicial. La Josefa, nuestra criadita enana y valiente, con su mandil, no se separaba de los albañiles dando su opinión. Decía que el cráneo podía ser de un cochero que muchas veces paseó a la señora marquesa por el pueblo, la marquesa atrás con su sombrilla.<br />-A ese cochero, que se llamaba Jeremías, le robaron el caballo. Era tanta el hambre que se lo comieron entre muchos. Decían que era carne de ternera, pero no fue verdad, no, era carne del caballo del cochero. Por eso se murió del disgusto...Como a los gatos, alguien echaba sus cabezas al pozo...<br />Los albañiles reían las ocurrencias de la criadita enana.<br />-Entonces,-la pregunta ahora era a don Juan, actor famoso,-¿cree usted que esa muerte fue un crimen pasional?<br />¡Quién sabe! Don Juan, estando el juez delante, no se atrevía a opinar.<br />-En cuestión de amores es difícil opinar. Hay amores que matan y eso lo comprobamos continuamente en el teatro y en las novelas.<br />-¿Y quien mata más?<br />-Mata el hombre y mata la mujer. Aunque según estadísticas, mata más el hambre.<br />La criadita limpia se quedaba en éxtasis oyendo a don Juan. Le atraía la labia del hombre sabio, que era cómico y escribía versos en el semanal. Mi madre abandonada<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf7_Ahkv7iaCskrRxrgaJxMpaKXxcHalSaAKnNrc35HSP0ym8CL-ikdjMSTqo8LD7kcsjUal-ZZsnAiFBpeNxr1-vqvUjmS2WCIy8TderL-bCORBjnaF_wlODeGMZ9dLHuE5NHgqFTeoY/s1600-h/sarcofagoastorga2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5297437383178014242" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf7_Ahkv7iaCskrRxrgaJxMpaKXxcHalSaAKnNrc35HSP0ym8CL-ikdjMSTqo8LD7kcsjUal-ZZsnAiFBpeNxr1-vqvUjmS2WCIy8TderL-bCORBjnaF_wlODeGMZ9dLHuE5NHgqFTeoY/s320/sarcofagoastorga2.jpg" border="0" /></a> la llamaba a voces, lo soltaba todo y subía a saltos la escalera.<br />-¡Voy!,-gritaba mientras volaba en alas de su mandil.-¡Ya voy, ama!<br />-¿Qué es lo que está pasando ahí, abajo?<br />-Nada, ama, nada. Son las cañerías. Han venido unos albañiles.<br />Mi madre se hacía la tonta por conveniencia y no decía nada. Sabía que se trataba de la justicia...<br />Mi hermano Gabriel, aficionado a la pintura, se le ocurrió contar que había visto una noche a don Francisco de Goya, pintor famoso, rondando por la casa. Lo conoció por el sombrero y la paleta. Goya, pintor fantasma, se encontraba oculto detrás del pozo haciendo apuntes de refugiados. ¡Siempre con sus dichosos apuntes! Mi hermano estaba empeñado en hacernos tragar su trola, todo porque tenía un libro con láminas del pintor. Su sueño era imitarle. Un día, al mirar el espejo grande de nuestro cuarto de dormir, un espejo de marco cromado, vimos a la familia real de Carlos IV al completo, con el príncipe de Asturias y todos los demás.<br />A una de mis hermanas le salieron una noche un grupo de mujeres fantasmas como arpías protestando por el rastreo del juez, aquellos golpes, tanto levantar losas y losetas y remover ladrillos...que no les dejaba dormir. Había niños. Muchos fantasmas estaban dispuestos a huir a las casas vecinas, casas medio vacías... Aquellas arpías se lanzaron sobre mi hermana indefensa cuando pasaba corriendo por el callejón de las monjas, la derribaron y le abrieron una brecha de sangre en la pierna. Mi hermana echó a correr sangrando, con la herida abierta, pidiendo socorro, sin poder quitarse de encima a aquellas brujas malditas...<br />Mi hermano, en cambio, decía que esas brujas con escoba era una creación de Goya, que vivía en el tejado, espiando el paso de esas arpías revolucionarias, milicianas que se negaban a entrar en la iglesia...<br />-Como el juez siga levantando suelos, aquí nos volvemos todos locos,-decía mi padre resignado.<br />Mi madre, que todo se lo maliciaba, decidió que lo mejor era hablar con el arcediano, que escribía novelas, y que hopeara la casa.<br />-Esta es casa de demonios,-decía.-Los demonios son como piojos, se meten en las costuras y no hay quién los eche. Lo mejor sería mudarse y pegarle fuego a esta casa...<br />Esa solución drástica asustaba a mi padre. El conocía esta casa desde niño, la había visto en los días grandes, cuando el marqués y la marquesa daban fiestas a gente principal.<br />-¿Y a qué venías tú a esta casa?<br />-Porque mi abuelo era coronel del regimiento, hijo de un conde, creo.<br />Aquella respuesta era terminante. Mi padre enrojecía de satisfacción.<br />Una mañana hubo alarma general. Los albañiles había topado con un muro hueco. Detrás podía haber algo.<br />Vino avisado el señor juez y autorizó que el muro fuera derribado. Expectación general. Olía a viejo y húmedo. A meadas de gato. Todos nerviosos. Don Juan mismo apareció agarrado al puño de su bastón. Quien no disimulaba su sonrisa era el señor juez, las lentes en la punta de la nariz, quien se reservó el derecho a desprender el último ladrillo. ¿Estaría allí el señor marqués de la Vega Verde? Cayó el último ladrillo y quedó a la vista un trastero. Se adelantó su señoría, alguien iluminó con su linterna el lugar, una estancia de ladrillo rojo, ¿árabe?, evidentemente muy antigua. ¡Qué olor!<br />-¡Mire!,-señaló el portador de la linterna.<br />Todos miraron. De la pared caía una argolla con una cadena que sujetaba el cadáver disecado, en costillar, desparramado, de un perro de presa, de cuyos ojos se desprendía un vacío de muerte. Alguien lo había asesinado porque vieron que tenía un agujero frontal como la calavera del pozo.<br />-A este animal lo asesinó la misma mano que mató al hombre del cráneo del pozo,-confesó don Arcadio estupefacto.- La bala salió de la misma arma.<br />-Pero, ¿por qué apesta a meada de gato? <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuTK7FWmGEyDHWq9YiJzuixcWvHfhSKnJ8iRh8U5lRVZfbYL20wfy_PSAhD-HCXcA36Re1sd_IfGk0902qWpCnfX6vxTcVnsRgN0bFloAS5lZjOJpPSpZ6jFJOnliMG64q-_T_YUfbxO4/s1600-h/guadix62.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5297439155836401490" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 274px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuTK7FWmGEyDHWq9YiJzuixcWvHfhSKnJ8iRh8U5lRVZfbYL20wfy_PSAhD-HCXcA36Re1sd_IfGk0902qWpCnfX6vxTcVnsRgN0bFloAS5lZjOJpPSpZ6jFJOnliMG64q-_T_YUfbxO4/s320/guadix62.jpg" border="0" /></a><br />¡Era por la gatera!<br />Todos comprobaron las palabras del señor juez.<br />-Estamos en la pista. Esto confirma la evidencia del crimen. La muerte a sangre fría de este animal lo dice todo.<br />-¿Piensa que ambas muertes son cosa de refugiados?<br />-No, imposible. Estas muertes son anteriores al alzamiento militar. Que nadie toque estos restos. El asesino no está lejos...-aseguró firme don Arcadio.<br />-Señoría, mire,-dijo todavía el de la linterna.-El perro tiene en el cuello una plaquita.<br />-Dato importante,-aseguró el juez.-Veamos...<br />La plaquita de plata decía: “<em>Centauro, perro guardián de esta casa, 1927</em>”<br />-¡Así se llamaba el perro del señor marqués!,-dijo feliz mi padre.-¡Me acuerdo bien! El señor marqués se hacía acompañar muchas veces por su perro. Yo mismo lo acaricié alguna vez...Su perro de caza...<br />-Al menos podemos confirmar que ambos cráneos fueron muertos por la misma mano,-reiteró de nuevo el señor juez.-El cráneo humano puede ser del señor marqués de la Vega.<br />-Este perro lo trajo el señor marqués de París,-repitió mi padre, contento de haber podido aportar algo a la causa.<br />-Tome nota de todo,-ordenó su señoría a su oficial que se esmeraba por no perder detalle.-Mañana seguiremos nuestro trabajo, suspendamos de momento la búsqueda. Creo que estamos en la recta final de la investigación. Revisen todo lo que hay en este trastero. Veo que hay baúles y alfombras. No pierdan de vista ningún detalle. De todas maneras, el cuerpo que buscamos no está precisamente en este habitáculo, creo adivinar donde se esconde.<br />Los albañiles golpearon las paredes que no respondieron a vacío. Se trataba de muros sólidos. Más allá del perro muerto no se veía nada. El baúl estaba vacío y las alfombras pertenecían a la escalinata de la casa. Parecían manchadas de sangre.<br />Cerraron con cuidado el trastero, retiraron la alfombra persa y se marcharon hasta mañana.<br /><br />Ellos se marcharon, pero nosotros nos quedamos un día más en nuestra casa sin saber las cosas que podían ocurrir esa noche. Mi madre, al verlos salir, el señor juez y don Juan, se hartó de llorar en su balcón. Pasaba la gente curiosa, se detenía delante de nuestro portal, movía la cabeza y miraban a mi madre con lástima y conmiseración. Era público en la ciudad lo que se estaba buscando y como el muerto estaba a punto de aparecer.<br />-¿No han encontrado todavía nada?<br />-No, solo un perro muerto.<br />-¿Un perro muerto?,-preguntaba la gente extrañada.<br />Nadie sabía que podía pintar ese perro en puros huesos en esta historia. Menos que estuviera escondido y tabicado en un trastero. Fue al día siguiente cuando los albañiles, picando en el muro del sótano, se encontraron con la sorpresa de que se les cayera el muro y se encontraran con la boca de una mina secreta, una escalera en caracol que bajaba y se perdía en la noche de los tiempos.¿Qué era aquello? Alguien corrió a dar cuenta a don Arcadio del nuevo hallazgo. Vino don Arcadio y vino don Juan y vino enseguida don Pompeyo Romano, el ilustre historiador, para dar su opinión. Hubo que armarse de linternas. Primero bajaron, expertos en galerías, los albañiles con sus espiochas y dos guardias municipales con linternas para explorar, por temor a sorpresas y peligros. Esta vez don Arcadio contrariado se quedó en la puerta. No le gustaba el sesgo que tomaba el asunto, no estaba en sus cálculos una galería secreta en sus pesquisas. Aquello parecía árabe o romano, ajeno al sumario de un crimen. Todo el mundo quedó a la espera del resultado de aquella investigación.<br />-Minas como esta,-comentó don Arcadio un poco fastidiado,-hay muchas en esta ciudad antigua. ¡Vaya usted a saber lo que tenemos debajo de los pies!<br />Regresaron al rato los exploradores portando en sus manos trozos de cerámica, candiles romanos y restos de animales menores...Salieron triunfales, diciendo que la galería, más adelante se abría en otras galerías que tomaban trayectos diferentes.<br />-Hay una vía principal, más ancha, que pasa por debajo de la catedral y sube por otro lado al seminario. Se ve que es camino viejo. Hasta se oye el paso de una acequia, que debe correr cerca.<br />-¿No serán los refugios de la guerra?,-preguntó el ujier de cara triste.<br />-Los refugios esos todavía existen y no tienen tantas galerías. Esto es otra cosa. No se ven pisadas recientes...<br />Don Juan, hombre conocedor de la historia local, dijo que siempre se dijo que existe una galería que unía la vieja mezquita musulmana, sobre la que se asienta la catedral, con la alcazaba. Posiblemente paso secreto de soldados...<br />-Pero seguramente esta galería debe ser más antigua, aquí estaba ubicada la ciudad romana, por algo todavía conserva su nombre: barrio latino....-añadió don Juan declamatorio, orgulloso del pasado histórico de su noble ciudad.-En muchas casas de esta calle e incluso en la iglesia de la Concepción, al hacer obras, se han encontrado columnas y baños romanos, ánforas y estatuas...Señores: estamos sobre nuestra ciudad más antigua. Puede que bajo esta tierra se encuentren enterradas las piedras de un teatro romano como correspondía a una cívitas que tenía la ciudadanía romana y acuñaba monedas...Esta ciudad tenía los mismos títulos de Filipos, era <em>Colonia Julia Augusta Gemela</em> y tenían el i<em>us</em> <em>italicum...</em> San Pablo le dedicó una de sus epístolas, la de los Filipenses... A San Pablo le gustaba visitar las colonias de legionarios jubilados...<br />-¡Habrá que investigar a fondo lo que se esconde en este suelo!,-exclamó doctoral don Pompeyo Romano, examinando las pequeñas piezas encontradas.-Todo es un tesoro de incalculable valor arqueológico...<br /><br />El hallazgo, con la contra de don Arcadio, suspendió ese día la exploración de la casa en busca del cadáver oculto. La noticia del importante descubrimiento arqueológico en nuestra casa, movilizó la ciudad. De la nada, la casa se convirtió en la casa más buscada de la ciudad, todos querían ver aquellas catacumbas, aquellos caminos misteriosos de los que algunos tanto sabían. Don Fandila, director del periódico semanal, vio por fin llegada su hora, la mina podría la salvación de su periódico. Así se lo comunicó a su canijo impresor desconfiado que no manifestó ninguna alegría por el hallazgo, diciendo que mientras él no cobrara, le importaba tres leches la galería... -¡Yo no puedo seguir viviendo del aire!,-le gritó al director dispuesto a dejarlo solo ante la imprenta.-¡O me paga, o me largo!<br />Esta vez, en momento tan crítico, don Fandila, él sabrá como, le pagó, no todo, pero le pagó. El resto quedaría para más adelante...Y el impresor se quitó el sombrero y el abrigo y se puso a trabajar como siempre... Don Fandila Sánchez, convenció con promesas a mi hermano seudo arqueólogo para que, esa noche, antes que nadie, le facilitara la entrada en secreto en la galería encontrada. Iría acompañado de dos falsos expertos a ver la mina, sacar fotos, si se podía, y de paso apoderarse de posibles objetos históricos. Bajaron esa noche a la mina con linternas y casco de buzo y allí permanecieron hasta el alba en que, sin que nadie en nuestra casa lo supiera, abandonaron la casa. ¿Qué ocurrió esa noche? Pasó que caminando llegaron, por la vía principal, hasta la cripta de la catedral donde está el pudridero de obispos y canónigos. Un endeble tabique derruido les hizo encontrarse con el macabro hallazgo, que nosotros, cuando salíamos de la escuela, veíamos colgados de las ventanas de forja que dan al paseo. Allí, unos sobre otros, revestidos, con casullas y calcetines rojos, esqueléticos, las manos raquíticas sobre el pecho, contemplábamos con horror morboso aquellos cuerpos polvorientos. A la vista del hallazgo, los falsos amigos que acompañaban al director periodista, se negaron a seguir, diciendo que ellos no pisaban un lugar sagrado.<br />-¡Salgamos de aquí!,-chillaban.-¡Este es el cementerio de los curas!<br />-Pero, qué importa...,-decía don Fandila, siempre dispuesto.<br />-¡Qué no! ¡Nosotros nos vamos!¡Qué miedo, Dios mío!<br />Lo dijeron y lo cumplieron. Salieron rápidos de la mina, jurando no volver a pisarla más.<br />Todo eso lo supimos por mi hermano sobornado, que negó haber sido él quien franqueara la puerta a don Fandila.<br />-Entonces, ¿cómo han entrado?<br />-¡Y yo qué se! ¡Habrán sido los fantasmas!<br />-No, no...Los fantasma no abren las puertas a los vivos...<br />Que Fandila dijera en su periódico que había entrado en la mina arqueológica y que quisiera dar pruebas de que era verdad, como el guante rojo de un obispo o una mitra, nadie se lo creyó. Un Fandila siempre sonriente no tenía crédito entre sus lectores. Le seguían la corriente, se reían con él, pero no lo tomaban en serio. Aunque seguía contando sus historias...<br />-Fandila, ¡no nos vengas con historias!<br />El primero que no lo creyó fue don Arcadio, quién no le dio importancia a sus crónicas subterráneas, como las titulaba. Es más, contaron que el juez, hombre serio, se había reído mucho del encuentro macabro que el periodista había contado en su periódico con la cripta mortuoria de la catedral...<br />-Todo el mundo conocía esa vía subterránea que va a la catedral y, ahondando, -seguía el juez,- sale por debajo del Paseo a la barbacana...De niños, muchas veces nos metíamos por ahí y llegábamos a la cripta...<br />No pudo Fandila mostrar objetos romanos ni árabes, porque esa noche no pudieron encontrarlos. Todo lo más los canónigos difuntos podridos en sus ataúdes...<br />Más seria fue la expedición que organizó don Pompeyo Romano con un grupo de alumnos seguidores suyos, gente fiel, bien pertrechados, hicieron a la misma galería. Don Pompeyo creyó a Fandila, ambos habían tenido una conversación privada donde el periodista puso en antecedentes al historiador...<br />-Yo voy a comprobar lo que me estás diciendo,-le dijo don Pompeyo a Fandila.-<br />Visitó don Pompeyo la galería con su mina. Llevaban lámparas mineras, anduvieron el subsuelo, comprobaron lo contado por Fandila y descubrieron algo importante, posible solo a un experto. Encontraron los cimientos de lo que fuera mezquita musulmana y una cueva oculta que pertenecía a una basílica paleo cristiana, una Martyria, donde se encontraban enterramientos de mártires, dos sarcófagos, que don Pompeyo trató de descifrar nervioso, siempre creyó que uno se refería a Félix, epíscopo y el otro nunca se atrevió a decir.<br />-Quizá estemos ante la primera iglesia cristiana de la ciudad y no sabemos si de España...,-confesó emocionado don Pompeyo.-Hay que hacer un estudio a fondo. Me encargo de poner este descubrimiento en conocimiento de la autoridad universitaria competente...<br />De esa basílica sacó don Pompeyo un crismón y una inscripción latina muy deteriorada. También la cabeza de un buen pastor...Pruebas que el señor obispo conoció y guardó como un tesoro en el museo catedralicio, a la espera de otros estudios e investigaciones...De todo eso, reconocida su autoridad, se encargaría don Pompeyo Romano quien hizo unas importantes declaraciones al periódico semanal. Todo el mundo en la ciudad, orgullosa, conservó ese ejemplar del periódico de Fandila que se convirtió en importante documento histórico.<br />-¡Ya podemos presumir de historia!,-decía el historiador. Hasta ahora solo hemos sido presuntos, ahora todo ha cambiado... ¡Aquí estuvo San Pablo y yo me encargaré de probarlo!<br />Las palabras emocionadas y vehementes de don Pompeyo arrancaron cientos de aplausos. Se merecía un homenaje...<br />-Lo tendrá,-dijo el alcalde.<br />Esos días tuvimos conferencias en el casino. Vinieron doctos profesores universitarios quienes recordaron que esta había sido una próspera colonia romana, el paso de la vía Hercúlea, las monedas con las efigies de Diocleciano y Octavio...La ciudad, era verano, vivía uno de sus momentos eufóricos más importantes. Más cuando vimos que el gobierno empezaba a acordarse de nosotros y vimos máquinas en la Plaza dispuestas a echar abajo las ruinas de la guerra y comenzar la construcción de la nueva ciudad... Mucho se tardó en esta tarea, pero al menos se comenzó...Lo primero que se nos construyó fue un cine que sustituyó a los provisionales que teníamos aprovechando el aforo de un almacén y luego de otro más moderno...<br />Pero, bueno, vamos a lo nuestro...</div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><em>Novela por entrega</em></div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><em>Autor: José Asenjo Sedano, 2008</em></div></div></div></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-25782758200131338922009-01-28T10:43:00.003+00:002009-01-28T11:09:21.462+00:00LA CASA NÚMERO SEIS (Capítulos 7 y 8)<div align="justify"><br /><br /><div><br /><br /><br /><div><br /><br /><br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhN3aVSn_q7iq47tM4awG170fR7HLjr1W0a8sXUqMB64cntj5pqIk_Ui5wD490HAcNzZFHCHjF9-Q6XvyhVybav7nxGcqdhbhEopBxZPWKSsxSrbxeVOI4NVOSQjfB2j8obsUUuszKeQJY/s1600-h/1474221112_bdd2c0fc0f.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5296298338405575730" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 238px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhN3aVSn_q7iq47tM4awG170fR7HLjr1W0a8sXUqMB64cntj5pqIk_Ui5wD490HAcNzZFHCHjF9-Q6XvyhVybav7nxGcqdhbhEopBxZPWKSsxSrbxeVOI4NVOSQjfB2j8obsUUuszKeQJY/s320/1474221112_bdd2c0fc0f.jpg" border="0" /></a><br /><br /><br /><br /><br /><div>NOVELA POR ENTREGAS.<br />Autor: JOSÉ ASENJO SEDANO<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><br /><br />Capítulo 7<br /><br /><br /><br />Hicimos la primera comunión en mayo, primavera en la guerra mundial. No importa el año. Todavía se consideraban vencedoras las tropas alemanas campando por Europa. Hicimos aquella primera comunión centenares de niños que no pudimos hacerla durante la guerra civil. Éramos niños republicanos que teníamos prohibida la religión, opio del pueblo. Las iglesias estaban cerradas o convertidas en teatros, garajes o simples ruinas. La hicimos a nuestro aire, sin traje de marinero, con nuestro pantalón corto y nuestra camisa limpia. Las niñas, solo unas pocas, vestidas de princesa. Yo, como complemento de mi camisa, llevaba un lazo con un copón bordado con hilos de oro. Alguien me lo prestó para ese día. A todos mis hermanos les pasó igual. Pero aquel fue un día grande, el más grande. La iglesia estaba a rebosar, tocaba el armonio, cantábamos, y cuando salimos a la calle, éramos también primavera. Lucía el sol. Nos sentíamos pájaros soltados de su jaula. Dios estaba con nosotros. Fue un día alegre en que procuramos portarnos bien, ser obedientes, ser respetuosos. Nuestros padres nos besaban y no sabían qué regalarnos. Mi madre lloró emocionada recordando su primera comunión, otros tiempos, la alegría de su casa, aquella iglesia tan bonita...<br />Pero la guerra seguía. Muchos de nuestros jóvenes sin futuro, sin trabajo, se fueron a esa guerra. Muchos no volvieron. Un día regresó uno, un gitano vestido de soldado alemán. Estaba rodeado de su tribu, sentado en un banco, silencioso, mientras sus parientes hablaban si quitarle ojo, pendientes de aquel extraño. Le habían dado permiso. Miraba callado sus botas flamantes, quizá su tesoro de la guerra, la mente perdida en algún lugar lejano de aquel país y de aquella guerra asesina...Le preguntaban y no contestaba, quizá se le había olvidado hablar, no sé... Aquel soldado fue mi retrato de la guerra, aquel muchacho apagado, cruzadas las piernas, pendiente todo el tiempo de sus botas militares o de las andaduras de aquellas botas de cien leguas, hechas para la nieve. Menos mal que aquel gitano indefenso se libró de morir y un día regresó, todavía con aquel hábito bélico...Alguien lo colocó en el servicio de limpieza del ayuntamiento, hasta que fuera recobrando el habla y la alegría. Entonces contó que había estado en el frente ruso... </div><br /><br /><br /><div align="justify"><br /></div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5296298526127229122" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 292px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWBFmcJGEpJ-ebvKtmI0flfvuTor-g5_L8x5nqyxUtctbpLP1feJTIIoR9mM9LwoNF86YMHW45Kw-_aLotG6slgKFF5uUXvYcsA2NjcVlXJPd2gBRQSAIJblcv4n1tHN4mu_8Yd43lzB8/s320/1959-Eisenhower-Franco.jpg" border="0" /><br />Pero lo que más recuerdo, era el frío de esos meses, el cielo siempre pintado de gris, la sierra de nieve, las calles llenas de gente inactiva. ¿Qué pasaba? La escuela, sin calefacción, la casa en ruinas, las ventanas sin vapor, nuestros pupitres...El mapa. ¿Qué nos decía en verdad aquel mapa marco de la guerra, un mapa de hule, donde se veían fronteras delimitadas: España, Francia, Alemania, Polonia, Austria...nombres que ya no decían nada, que a nadie importaba, porque ese marco guardaba un paisaje de ruinas y de muerte...Eso era la Europa milenaria, solar de la cultura occidental...Y esta de aquí abajo, hasta el Estrecho de Gibraltar, era España, hundida junto al mar, hambrienta y triste, sin luz en sus noches, sin sol en sus días, sin calor en las manos... Sin mañana...¿Acaso los fantasmas eran verdad? ¿Será que todos somos fantasmas, desde Rusia a Portugal, y esos gritos que oíamos en la noche, ese arrastrar de cadenas, llorando, siempre con lágrimas..., éramos nosotros incapaces de encontrar la puerta de salida de la horrible pesadilla?...<br />-No hay fantasmas. Eso que oímos de noche, es el viento, abriendo puertas y ventanas. Hay fantasmas porque tenemos miedo...<br />No lo podíamos creer. Los fantasmas existen.<br />-¡Que no!<br />¿Cómo podía ser eso posible? No, nosotros lo que teníamos era hambre. Los fantasmas eran los que vivían abajo, en el patio y en el sótano, los refugiados, dueños de la noche...<br />Nos llevaron a ver un fantasma que salía por la boca de un Almorejo, un río embovedado al pie de la alcazaba que arrastraba una corriente fétida, calle de San Miguel adelante. Se corrió la voz entre la chiquillería y fuimos esa noche a verlo salir encapuchado haciendo sonar una cadena. Había poca luz, nula luz, y lo vimos con hábito blanco portando una vela encendida de ultratumba. Parecía un gigante, largos brazos terminados en manos huesudas, manos de cadáver, que nos causaron pánico. Muchos echaron a correr, otros resistieron la embestida dispuestos a ponerle cara al ser maléfico, tomando piedras para defenderse. Y hubo ataque y hubo estampía del fantasmas que apagó su vela y corrió veloz hacia el embovedado de aguas inmundas y fecales...<br />Era claro que se trataba de un falso fantasma. Lo que pretendía ese ser inmundo era que la calle quedara libre de posibles testigos de escarceos amorosos, porque, al parecer, aquel era teatro de encuentros eróticos. Era un método antiguo de asegurarse el campo. Lo supimos luego cuando alguien nos señaló el fantasma con la cabeza vendada, herida causada por una piedra volada...<br />Fantasmas así salían muchas madrugadas amparados en la escasa luz, el miedo o la lluvia. Pero nadie les hacía caso.<br />Nuestros fantasmas eran otros, muy diferentes, eran fantasmas verdaderos que salían a media noche, a veces con toque de campanas, y nadie podía verlos. Eran invisibles e intocables. Aun cuando supiéramos que tenían historia, que muchos los habían conocidos vivos. Una noche oímos en la calle la voz de alguien que nos sobrecogió. ¡Era una voz conocida! ¡Era la voz del chantre de la catedral, muerto hacía poco, cuando cantaba en el pontifical! Reconocimos su voz gutural y, cuando corrimos al balcón para verlo, lo vimos calle abajo envuelto en su manteo sin tocar el suelo. Parecía como si se lo llevara el viento...<br />-¡Es el chantre! ¡Es don Francisco!<br />Todos estuvimos de acuerdo. Aquel fantasma iba de vuelo a la catedral.<br />Ya nos habían dicho que nuestra calle, de la catedral al seminario y viceversa, calle de canónigos, era calle habitual de clérigos y seminaristas. Pasaban como si estuviesen vivos, ingrávidos, canturreando o diciendo latines, arrastrando grandes zapatones, como era el caso de don José Mínguez, organista y compositor, al que se le oía muchas noches tocando fugas y cantatas de Bach...<br />Pero los fantasmas clérigos parecían siempre felices, daban la impresión de que ignoraban su condición de fantasmas y, cuando pasaban por nuestra casa, al vernos en el balcón, saludaban con un ¡buenas noches! y una sonrisa cadavérica pero agradable...Por eso no infundían miedo, lo más cierto escalofrío...<br />-Esos curas gozan de Dios. ¿No ves como sonríen?<br />-El otro día, con el viento que hacía, vimos al sacristán mayor acompañado de capilla. Salimos al oír la música y el gorigori, pero no vimos a nadie, solo al sacristán con la sotana desabrochada queriendo volar...<br />Estas historias nos llenaban de pavor.<br />-Entonces, los fantasmas andan por todas partes...<br />-Es que arriba, junto a la iglesia, está el panteón de las monjas.<br />-Una noche salió una novicia perseguida por un francés...La novicia llevaba sangre en el hábito y gritaba abriendo la boca, pero sin sonidos...Se veía<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbkNAKJ1mZ0-MTx8r_XjdTszPTZGxH8u4vPM7Aqn4BgXLiXUAHqkbKqxZ90rOJnecEIr8ovWR792_gFfOkmR7_z2YqjWlgcjhk0_yj76iQN8b9oLXGrcVfMGYqpks3Alem-CU19KSuORE/s1600-h/1473366303_43d50d8695.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5296298809703027106" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 245px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbkNAKJ1mZ0-MTx8r_XjdTszPTZGxH8u4vPM7Aqn4BgXLiXUAHqkbKqxZ90rOJnecEIr8ovWR792_gFfOkmR7_z2YqjWlgcjhk0_yj76iQN8b9oLXGrcVfMGYqpks3Alem-CU19KSuORE/s320/1473366303_43d50d8695.jpg" border="0" /></a> que estaba fantasma...<br /><br />Una de nuestros juegos en invierno, recién terminada la guerra, después de tres años sin curas, era jugar a decir misas. Se montaba un altar en una mesa o en un arca con estampas de Jesús y de María y misales simulados con enciclopedias del colegio. El oficiante podía ser cualquiera, aunque siempre eran los mismos, el vecino o mi hermano Manolo, dos falsas vocaciones. El vecino, pelado al cero, decía su misa delante del arca revestido con las enaguas de su madre y una pelliza de su padre labrador como casulla. Todos nos sentábamos en actitud devota en el suelo, las niñas con velo, nosotros casi siempre en actitud hostil. Nuestro cura asomaba por una puerta después de un campanillazo y comenzaba su letanía que terminaba en risas y tortazos, el oficiante no permitía el pitorreo y nos echaba a patadas a la calle. Lo de mi hermano Manolo, el último vestigio de nuestra guerra, bautizado en la posguerra, era siempre una misa privada de él para mi hermana que aparecía en su iglesia de mantilla, guantes, zapatos de tacón de mamá y libro de misa con estampas de santos...En cuanto la fiel se descuidaba, o decidía abandonar la iglesia por imperiosa necesidad, el oficiante corría a sustraerle las estampas con disimulo, siguiendo su misa, o su sermón, como si nada hubiera pasado, hasta que la fiel devota se daba cuenta del hurto sufrido y lo atacaba lanzándole los zapatos, el libro misal o la peineta, obligándole a abandonar el ara y el botín robado...¡Aquel cura era un mal cura! Durante varios días dejaban de hablarse... Hasta que se reanudaban las misas...<br />Cuando llegaba la primavera, lo propio era correr al campo que empezaba a verdear y llenarse de colores. Era el tiempo de la guerrilla...¿Quién no salía a pelear? ¿Quién no terminaba descalabrado? La sangre es el color de la vida...<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Capítulo 8 <img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5296299124446067874" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 244px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikZDXOpmvWEqDtqJXF2sdVfQxAxYm70cpy6uvuoI8_U7SOQUX_qekPdCc1Ia5fv_ymsChiKA2qGt2OzmBIlpRr5q936xwMi7mJt7AyIiCXemK3ZBHeHWGEYG5RHS8Pwdzo3YA3tybDmzw/s320/1476598795_c863298489.jpg" border="0" /><br /><br /><br /><br />Próxima la Semana Santa, tiempo de austeridad y penitencia, repicaron las campanas de la catedral y las campanas de las parroquias y conventos, campanas famélicas de posguerra, anunciando la llegada del nuevo obispo, vacante la sede durante varios años. Todo el pueblo engalanado se lanzó a la calle para ver con sus ojos a este nuevo pastor que venía a ocupar el solio de un mártir, don Manuel, un obispo ejecutado en agosto en Almería, frente al mar, 1936, junto con el obispo local y más clérigos. La noche de aquel verano se incendió de fuego y los cuerpos de los mártires asesinados fueron prendidos en llamas, como hogueras vivas.<br />Ahora, la ciudad y la diócesis, terminada la guerra civil, recuperaron la normalidad. Fue tanto el gentío que acudió ese día a ver al nuevo obispo, que muchos, a pesar de la vecindad, no pudimos verlo. Solo alcanzamos a oír el clamor del órgano...<br />-¿Has visto al nuevo obispo?<br />-Yo, no. ¿Y tú?<br />-Yo tampoco.<br />-¡Qué lástima de don don Manuel!<br />-¿Y este como se llama?<br />-Este se llama Rafael y viene de Linares...<br />Sería después, pasada la novedad, cuando podríamos contemplarle revestido de pontifical, con la mitra y el báculo, en el altar, como siempre lo teníamos imaginado. Al menos así estaba san Torcuato, el primer obispo de la diócesis, también mártir, en su capilla. También lo veríamos detrás de las procesiones, bendiciendo y saludando. Y por nuestra calle, con sotana y fajín rojo, camino del seminario. Como era pastor, un día mi hermano menor le hizo echar una cabra que se había colado en nuestro portal y no le dejaba entrar.<br />-Obispo, obispo, le dijo, entra y echa la cabra de mi portal...<br />Y el buen pastor, entró y sacó a la cabra que tiraba al monte...<br />La catedral era nuestra iglesia. Nos gustaba sentarnos en el coro mutilado de santos, un coro de ciprés herido, un coro mártir, para oír los cantos de la escolanía, canto de ángeles. Muchos de mis compañeros de colegio se fueron al seminario. A mi me tocó ir a una academia, que estaba en una antigua casa con escudo noble, donde empecé mi bachillerato después de largos años de escuela.<br />-¿Y había fantasmas en esa casa?<br />-Si.<br />-¿Y también en el seminario?<br />-También. Había fantasmas en todas partes.<br />Un día se presentó en la ciudad un coche militar con banderín y se detuvo delante del palacio episcopal. Se bajó del coche un militar alto, grueso, de grandes bigotes, queriendo ver al señor obispo. El portero avisó a don Rafael, que así se llamaba el obispo, diciéndole que en la puerta había un sargento con unos bigotes muy grandes que quería verlo. El obispo supo enseguida que ese sargento de los bigotes era el general Saliquet, uno de los vencedores de la guerra...Se puso nervioso el solideo y corrió a la puerta a recibirle...<br />-¡Madre de Dios!<br />-Había fantasmas en todas partes. También los había en el palacio episcopal. <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8U7M0SXTA-9US1KSRtJHFEwCPSafP3MbeO0RKdYkrw1UUIG7jwod9HbR68zrRb06Lss3EcjurFN1BTLIMxivLs2amgsLn8mQE2yMuRfwoX-sqsgoAxr_olIpaFvtuX8gzIbcKwPvblJI/s1600-h/1860090460_8848af9ee6.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5296299583354587970" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 240px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8U7M0SXTA-9US1KSRtJHFEwCPSafP3MbeO0RKdYkrw1UUIG7jwod9HbR68zrRb06Lss3EcjurFN1BTLIMxivLs2amgsLn8mQE2yMuRfwoX-sqsgoAxr_olIpaFvtuX8gzIbcKwPvblJI/s320/1860090460_8848af9ee6.jpg" border="0" /></a><br />-¡Dios mío!<br />Otro día vino a la ciudad el mismo Franco en persona con parte de su ejército. Desde la mañana se le estuvo esperando en la ciudad, ocupados los tejados por policías y guardias civiles, armados con metralletas. Todo el mundo salió a la calle con banderas cantando himnos patrióticos queriendo ver con sus ojos al Generalísimo.<br />-¿Y que pasó?<br />-Que pocos pudieron verlo. El Generalísimo, después de hacerse esperar, precedido de coches y policías, llegó a la ciudad y se fue directo, cruzando la Plaza, a la puerta principal de la catedral donde le esperaba el obispo y las autoridades, entró, oró y salió por otra puerta donde le esperaba ya su coche con el motor en marcha y despareció. Nadie le pudo ver..<br />-O sea, que pasó como un fantasma.<br />-Pues eso, nadie le vio. Ahora pienso que aquel coche y ese caudillo que no vimos, era un fantasma. El verdadero dicen que estaba en El Pardo y de allí no salía...<br />La gente se quedó boquiabierta, con la banderita nacional en la mano, con sus cantos en la garganta. Si no lo veo, no lo creo...La larga comitiva se perdió por la carretera en una nube fantasmal...<br />-Y es que los fantasmas existen, pero son invisibles. Y esa vez tuvimos la prueba.<br />Durante mucho tiempo tuvo la gente en su mente esa visita secuestrada, la nube de polvo y el crepúsculo de los dioses.<br />-El fantasma de Franco ha pasado por Guadix...<br />-¡Dios bendito!<br />A todos nos hubiera gustado, y ese era el motivo de nuestra manifestación masiva desde horas tempranas, que el Generalísimo se hubiera bajado del coche, se hubiera asomado al balcón como cualquier vecino y nos hubiera dicho lo mucho que nos quería, un pueblo sufridor. Luego pensamos que alguien habría corrido la voz de que este era un pueblo fantasma, lleno de fantasmas, fantasmas hasta en las alcantarillas. Era mejor que pasara de largo. Estaba visto que ni los policías bien armados mirando desde los tejados se sentían seguros. En cualquier momento podía producirse una avalancha de fantasmas...<br />-Creo que tienes razón, ese día el Generalísimo no era verdad, era su fantasma...<br />-¡Dios bendito!<br />Y fue cierto que esa noche, y las siguientes, se oyeron en nuestro patio y en nuestro sótano más gritos que nunca, voces alborotadas y temibles de fantasmas que protestaban, que estaban dispuestos a salir a la calle y decir que los fantasmas son puro humo, incapaces de una revolución, menos de atacar a un generalísimo...Más bien los fantasmas son gente triste y acobardada...<br />-¿Tu oíste los fantasmas esa noche?<br />-Todos los estuvimos oyendo hasta la madrugada. Nunca los oímos tanto. Eran chillidos de mujer, de ancianos y niños que pedían libertad...Era como si estuvieran presos. Luego, con los claros del día, se apaciguaron, se fueron quedando dormidos...<br />Que los fantasmas duermen fue un descubrimiento para todos. ¿Dónde suelen dormir los fantasmas? No sería en el cementerio, allí solo hay tumbas y cruces, nombres borrados, tierra aplastada...<br />-No, los fantasmas no están en el cementerio. El cementerio es tierra de difuntos. Los fantasmas viven, no están muertos, sufren más que nosotros y nunca dejan de hablar. Siempre están hablando...<br />Durante mucho tiempo se estuvo comentando en la ciudad aquella visita furtiva del Generalísimo con su séquito que algunos quisieron justificar con las prisas de un jefe de estado, pendiente de graves asuntos patrios.¿Quienes éramos nosotros comparados con la inmensidad del mar? Nada. Se retiraron las banderas y las colgaduras y poco a poco, como es de rigor, se fueron acallando los comentarios. El tiempo todo lo olvida...<br />-¿Y la visita de Eisenhower?<br />-Bueno, Eisenhower no vino a la ciudad, vino a Madrid...Vino a hacer las paces con Franco. España le cedería tierras para sus bases militares y ellos nos quitarían el hambre crónica que padecíamos...Un simple trato comercial...<br />-Se paseó con Franco por la Gran Vía, de Madrid, en coche descubierto, miles de personas salieron a vitorearle. Merecía la pena, porque no podíamos aguantar más, a pesar de nuestro patriotismo...<br />-¡Fantasmas!¡Fantasmas!<br />Se le hicieron al presidente americano multitud de regalos y, nuestro pueblo, ombligo del mundo, también mandó a Madrid una comisión agradecida para entregarle el regalo de todos nosotros. Nosotros, patria chica del fundador de Buenos Aires, como Nueva York. Aquella noble comisión ilusionada, al bajar del tren en Atocha, se fue directa a la embajada USA para entregar al presidente su presente. Se trataba de un cuadro al óleo, obra de un laureado pintor local, una obra de arte. Al llegar a la embajada, no les recibió el presidente ni el señor embajador, sino la policía queriendo saber cual era el motivo de aquella visita... Resultado, incautaron la pintura y a la comisión la remitieron urgente a su lugar de procedencia si no querían ir directamente a la cárcel...Los habían tomado seguramente por disidentes, republicanos, gente que siempre está entregando escritos de protesta con muchas firmas... Regresaron tristes, olvidados del precioso cuadro, orgullo de la ciudad...<br />-El viaje ha sido un desastre. Nos han tomado por lo que no somos, ¡por fantasmas!, de milagro nos hemos librado de la cárcel.<br />-¿Vosotros a la cárcel? ¡Pero si sois de derechas de toda la vida! ¿Es que no se dieron cuenta?<br />-En Madrid no saben nada de nada. Nos amenazaron como a delincuentes, con muy malos modos...<br />-¿Y el cuadro?<br />Nadie sabía nada del cuadro. Les fue requisado. Nunca más se supo. ¿Qué decir al pintor laureado?<br />Que Madrid no supiera que nuestro pueblo era un compendio de historia, una ciudad noble y leal, pueblo declarado ciudad devastada por la guerra, que tenía todavía en pie las ruinas de la contienda, no lo entendía nadie. Pero si en Madrid tenemos ilustres hijos periodistas. ¿Cómo la prensa no se ha hecho eco del desaire? Lo que esta ciudad pretendía era sumarse al homenaje nacional y saludar al presidente de una nación poderosa y amiga...¡Por fin iba a llegar trigo a España! ¡Y conservas! Después de todo, América es hija de España, criada a nuestras ubres maternas. A españoles que se fueron a la conquista de aquel mundo en circunstancias aciagas, en frágiles naves, debían ellos su riqueza y su cultura, su prosperidad. ¡No pueden negar nuestra paternidad! Propio de hijos, es socorrer a los padres en apuros...<br />El laureado pintor, no se dio por enterado. Se hacía ilusiones pensando que su cuadro figuraría en algún salón de la Casa Blanca, en Washington. Cualquier experto que lo viese, descubriría enseguida la mano de un maestro de la pintura...<br />Nadie quería convencerse de que vivimos en un mundo fantasmal y que nada de lo visto y no visto era real, ni Franco ni Eisenhower. ¡Ni el cuadro de don Aureliano!<br /><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><em>Novela inédita, por entregas,</em></div><div align="justify"><em>de José Asenjo Sedano, año 2008</em></div></div></div></div></div></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-68972657047864679202009-01-25T09:47:00.003+00:002009-01-25T10:04:44.323+00:00LA CASA NÚMERO SEIS (Capítulo 6)<div><br /><br /><div><br /><br /><br /><div><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqtY6jsxB6TWAZ9x9oWINbsh6FMKR4urmZn1d2cQivCUMILaGNlJcUie4aDH_mcaPZEC61zYOQg-7hlOsWRFgPkdQNzHCo1WbHN2bfVNI4ZViXbKYl_4jqEFbdZbc-B0f3Wow2rFE-wjQ/s1600-h/herido.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5295169005780761762" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 245px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqtY6jsxB6TWAZ9x9oWINbsh6FMKR4urmZn1d2cQivCUMILaGNlJcUie4aDH_mcaPZEC61zYOQg-7hlOsWRFgPkdQNzHCo1WbHN2bfVNI4ZViXbKYl_4jqEFbdZbc-B0f3Wow2rFE-wjQ/s320/herido.jpg" border="0" /></a><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><br /><div align="justify">NOVELA POR ENTREGAS.</div><br /><br /><br /><br /><div align="justify">Autor: JOSÉ ASENJO SEDANO</div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><br />Capítulo 6<br /><br /><br /><br /><br /><br />Se metió el invierno más crudo de muchos años. Se acercaba, el fin de la guerra mundial. El III Reich tocaba a su fin. Los cadáveres de Mussolini y su amante eran colgados en Milán ante el jolgorio del chusmerío. ¡Pobre Benito y pobre Clara! Hitler se escondía como una alimaña en su bunker defendido por un batallón casi infantil.¡Pobre dios de cartón piedra! Todos sus héroes belicosos y soberbios ya habían caído o estaban a punto de pasar por un tribunal de guerra. <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrtDxTCGxkFJ9dMiNw3iBBpxPST2tFCqUqZjBRLUdiBqVeRD38vi4HvMBzYCguyPNh-Zp40AppHZAbIVLFm4Yp9oC89p2M4Q3qsJ6vC535WMI9F1EDYBZQI-cBd_2KRNSm2R_jozvLoxA/s1600-h/hitler_7.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5295169741946380514" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 302px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrtDxTCGxkFJ9dMiNw3iBBpxPST2tFCqUqZjBRLUdiBqVeRD38vi4HvMBzYCguyPNh-Zp40AppHZAbIVLFm4Yp9oC89p2M4Q3qsJ6vC535WMI9F1EDYBZQI-cBd_2KRNSm2R_jozvLoxA/s320/hitler_7.jpg" border="0" /></a><br />Auque lo peor de aquel invierno sucedía dentro de nosotros. Parecía que la naturaleza era el espejo de lo que ocurría en el mundo. La ciudad, que no se había recuperado de sus mutilaciones bélicas, con sus ruinas y muñones, era una ciudad fantasma. Un pueblo deshabitado, abandonado. Super desocupado y sin vida.¡Cuánto frío! ¡Cuánto parado! ¡Cuanta hambre! ¡Cuánto piojo! ¡Cuánto preso! Soplaba el viento, crujían las puertas, y la noche tenía ese acuoso brillo de las estrellas como cuchillos. El brasero en la mesa de camilla era el refugio nacional. La radio inservible, era la ventana de las malas noticias. Silencio. Algunas mañanas nos encontrábamos con una nevada. No habría escuela. No habría dónde ir. No tendríamos luz eléctrica, ese colador ceniciento y sombrío que caía del techo a la mesa. Regresaron los viejos fantasmas. Nadie se atrevería de nuevo a bajar de noche al patio. Cerrábamos las puertas, se echaban los cerrojos y se dejaban abandonados los fantasma a su soledad del patio y del pozo, donde se les oía gemir de sueño y de frío. Lo que más nos dolía eran los lloros de los niños fantasmas muertos de hambre, congelados. No se morían, porque ya no podían morirse, pero lo habrían hecho de haber podido. Una mañana, al bajar al patio después de una noche de lloros y gritos, encontramos al pie de la escalera a una mujer con sus cuatro hijos blancos como la nieve, ateridos, temblorosos, que nos miraron con sus ojos pétreos, de mármol. Nos habían robado las pocas patatas que guardábamos en el cuarto oscuro. Hasta allí habían llegado.<br />-¡Estos son los que se oían anoche! ¡Se han helado!<br />Bajamos el brasero, se les intentó calentar, meter en calor, pero conforme se calentaban, se iban licuando y deshaciéndose como lluvia en el suelo.<br />Empezamos a no temer a los fantasmas, nos daban pena, porque toda esa gente eran habitantes de la casa, hermanos nuestros, tenían tanto derecho a estar como nosotros, habían sido refugiados y eran pobres. Se morían donde fuera y, como nunca habían tenido donde vivir, no salían nunca de esta casa. Desde entonces, aunque tampoco nosotros teníamos nada que comer, procurábamos dejarles en el patio un abrigo, un trozo de pan o una toca para los niños. Una mañana encontramos un papel escrito que decía: Gra-ci-as.<br /><br />Alemania perdió la guerra. Los aliados invadieron Normandía y los rusos avanzaron por el Este hasta el corazón de Berlín. Hitler no pudo salir de su bunker y allí se suicidó. Y todavía, muerto, calcinado, entre bidones de gasolina, seguía creyéndose un dios.<br />Mi padre vino y lo dijo:<br />-La guerra mundial se ha terminado. Hitler se ha pegado un tiro.<br />Pensamos: El tiro de nuestra calavera. Ese es el tiro de Hitler.<br />¿Y nosotros? Mi padre empleado y proletario, padre de nueve hijos, no supo que contestar. Todos sabíamos que se anunciaban malos tiempos. Después de nuestra guerra cruel, todavía en ruinas nuestra ciudad, nuestras casas devastadas llenas de fantasmas, nos caía ahora el peso de aquella miseria que se anunciaba. Porque las guerras, todas las guerras, son siempre para morir. Morir en cantidad, por tierra o por mar o por aire, da igual. Y todos los días los periódicos traían noticias de esas muertes violentas incontables: soldados, mujeres, niños, ancianos. La máquina de la guerra lo tritura todo, unos fueron al horno crematorio, otros a la cuneta o a la cola del hambre... Mataban los alemanes, mataban los rusos, mataban los americanos, mataban los ingleses... ¡Todos mataban! ¡Todos se habían vuelto locos, a ver quien mataba más!<br />Quizá por eso llovía tanto. Llovía intenso, toda la tierra era un gran charco, un cielo encapotado, una lejanía sin fin...<br />Dicen que este siglo nuestro, el XX, ha sido el siglo de más guerras y de más muertes de la historia del mundo. Nunca tanta gente murió a manos de la otra gente. En el Norte y el Sur, en el Este y el Oeste. Un mundo crucificado, nada de redondo, una simple bola perdida en el espacio. Una bola humeante chorreando sangre o fuego. Pólvora. La tierra no tenía boca para tragarse tanto cuerpo, para beber tanta sangre. Así desde Caín. Un mundo fratricida, homicida, suicida...<br />Un valle de lágrimas.<br />Un valle de muerte.<br />Llovía y seguía aquella interminable procesión de mujeres enlutadas, velos y velas encendidas. Años en los que se rezaba. Se procesionaba el Cristo sufriente, torturado, y la Virgen máter dolorosa con el corazón traspasado de puñales. Salían de mañana, al amanecer, o salían de noche cuando todo muere. En la catedral, los santos de piedra de los púlpitos estaban decapitados. Otra vez mártires. También lo estaban los dos grandes arcángeles de madera que guardaban con espadas el altar mayor.¿Por qué se extrañaba tanto la gente de que hubiéramos sacado de nuestro pozo una cabeza con tres ojos?. ¡Eran tantas las cabezas que habían rodado! Quizá por eso empezamos a ver en el espejo grande de nuestro cuarto, un espejo perdido, las figuras extrañas de hombres y mujeres sin cabeza, que aparecían y desaparecían al pasar. Mi hermano pintor decía que era la familia de Carlos IV, pintados por Goya. ¿Tantas cabezas habían rodado? ¿Dónde estaban esas cabeza<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgihpQjob6Wg4kFE-xBJoUt1piMDmQBZ1i71rPGpKHd7DIXeToTPBGC-jl1WNkgyvXnl-WxEwuPdJybAEMRtEVzCfdKaGcaj2LpATEuYDNZ3uI8MxWvfAaoDbiR_nF85i0c5KlUbHqliQE/s1600-h/goya_viejos.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5295168462594064898" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 202px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgihpQjob6Wg4kFE-xBJoUt1piMDmQBZ1i71rPGpKHd7DIXeToTPBGC-jl1WNkgyvXnl-WxEwuPdJybAEMRtEVzCfdKaGcaj2LpATEuYDNZ3uI8MxWvfAaoDbiR_nF85i0c5KlUbHqliQE/s320/goya_viejos.jpg" border="0" /></a>s?... </div><br /><br /><br /><div align="justify"><br /><br />Ese invierno, después de años de soledad, fue cuando nuestra calle empezó a repoblarse con familias que venían de lejos y se instalaban en aquellas casas centenarias hermanas de la nuestra, casas vacías, que pronto se llenaron de niños que salían a jugar a la calle, venían a nuestro colegio y quería saber, como todos, la historia de nuestro cráneo. También ellos, supimos, echaron el cubo a sus pozos en busca de un cráneo parecido. Pero éramos nosotros los que teníamos el privilegio de haber sido distinguidos con ese hallazgo macabro, que nos suponía cierta baza a la hora de apostar, aunque ellos no se libraron de tener sus propios fantasmas. De noche oían los mismos gritos y los mismos sollozos que oíamos nosotros por lo que, pensamos, todas aquellas casas se comunicaban misteriosamente...<br />-¿Y nunca habéis visto un fantasma?<br />-Pues no.<br />-Pues nosotros, si,- decíamos ufanos.-Los vemos de noche en el espejo cuando nos vamos a la cama. También los hemos visto en el patio sentados en la escalera, calentándose unos a otros.<br />Se quedaban mudos.<br />-¿Y no dicen nada?<br />-¿A nosotros?<br />-Si.<br />-No. Los fantasma se ven entre ellos. A nosotros no nos ven. Nosotros somos invisibles para ellos. Si nos vieran, saldrían corriendo asustados...<br />¡Qué extrañas eran las cosas de los fantasmas! Eran como nosotros, pero al revés. Eran gente del otro mundo que se dejaban ver...Almas errantes. Familias enteras que van de pobres por el mundo hasta que lleguen a su destino,..<br />-¿Qué destino?<br />-El cielo, se supone. Los fantasmas deben ser almas del purgatorio. Siempre están tristes.<br />En esto no siempre había acuerdo unánime. Al parecer, las ánimas benditas están metidas en una piscina de agua hirviendo y, cuando están limpias y purificadas, bien aseadas, son sacadas, secadas y llevadas al paraíso. Estas almas de nuestro patio, eran almas que salían más en invierno que en verano y siempre estaban temblando de frío. No, nuestros fantasmas eran refugiados de la guerra, almas sin patria.<br />-¿En verano no salen?<br />-No, en verano no se las ve. Parece como si en verano se fueran por ahí, como los segadores, lejos, nadie sabe dónde... Los fantasmas de la noche y del invierno...<br />Nuestra experiencia en fantasmas nos daba autoridad.<br />Seguían llegando al barrio más y más vecinos llenando casas y abriendo balcones, dando gritos. No sabemos si eran refugiados venidos de otros lugares, gente alegre y tranquila. Por eso la calle triste se fue transformando, se hacía más animada y mi madre se distraía viendo a los niños correr debajo de su balcón. Claro que, en cuanto llegaba el invierno, el balcón se cerraba y se acababa el jaleo. A los niños, los sustituía de noche el ladrido de los perros que no tenían cobijo y se pasaban la noche pidiendo de puerta en puerta. Casi todos los perros, entonces, eran vagabundos, no tenían amo conocido. Muchos habían hecho la guerra y, cuando oían un cohete o una sirena, echaban a correr aterrorizados creyendo que era alarmas de un bombardeo. Guardaban fija la memoria de las bombas. ¿Cuántos habrían muerto en la guerra? Eso nunca se sabrá. Nadie contaba los perros que aparecían tirados en la calle muertos de bala. También el hambre propia y ajena se llevó a muchos perros devorados por hombres carniceros...<br />También se llevó la guerra y la posguerra cientos de gatos cazados en noches oscuras, gatos que fueron decapitados al relente, guisados al ajillo en grandes perolas de arcilla. Gato por liebre. ¿Cuántos gatos se perdieron en la contienda? Nunca lo sabremos. Habría que contar muchas cabezas. Nosotros solo sabemos que nuestro gato negro gigante desapareció en una de esas cacerías y que sirvió la mesa y el jolgorio de muchos...<br />Mi madre amaba el verano, no solo por las flores de sus macetas, sino porque podía veranear en su balcón. Oía con nitidez el repique de la catedral y ver a los niños nuevos jugando en la calle al pilla pilla. Y porque las palomas de la torre podían volar, olvidadas ya de los bombardeos. Palomas que había vivido la guerra y que todavía recelaban, como los gatos o los perros, de las persecuciones humanas. De nada les servía ser portadoras de la paz...¡Habían visto y soportado tanta guerra!<br />Enfrente de nuestra casa, de la puerta de la cochera, del coche del señor marqués, estaba el callejón del Cotarro, que subía hasta la fragua de Romillo. En la entrada del callejón, en la esquina derecha, a la altura del balcón de mi madre, había una cabeza decapitada, sonriente, con alas, de un ángel encalado, que siempre nos estaba mirando. Era nuestro ángel de la guarda. Toda la guerra se la pasó en la esquina como ángel de refugiados. La calle tenía su melancolía cuando se iba el sol, las piedras se volvían grises, y se veía la torre de la catedral dorada, que se ponía a caminar entre nubes. Nosotros espiábamos las torres desde nuestro tejado, las torres de los conventos y parroquias. Lejos, todo era inédito. No se veían fantasmas... Mirábamos la ciudad desde arriba, sin tiempo, sus casas y sus calles, sus ventanas siempre cerradas. En el tejado, paraíso escondido, jardín cerrado, eran donde vivían siempre los gatos, remolones y estirados, relajados, enamorados, mirándonos con sus ojos sabios, amigos de la paz. Eran gatos voluptuosos, muy carnales. Apetitosos.<br />-¿Más que las palomas?<br />-Yo pienso que sí. Los gatos son más domésticos. No hablan pero, cuando quieren, lo hacen. Son los dueños de la casa y, de noche, se suben a las camas y se acuestan sigilosos y serviles. Todos queríamos a aquellos gatos diminutos hijos de los gatos adultos que corrían felices detrás de nosotros. En nuestros años, siempre había en casa una gata pariendo. Nacían gatitos en la caja cuna del aparador, detrás del pozo o debajo de la cama, lug<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrTzTZQKwbOegS8lKTLcltH4qshL3PUe6D7rtLJgObbCW-JhggfXYtMOC_qB5OwCjAViN_i0Z_G07NI4v-5diAPxMsnHgD936VegX0l0VtRCw8AHag9ggJYSKMDL7oY_3HyYlotsRsPTg/s1600-h/2ppc306mussolini.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5295169237230446386" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 193px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrTzTZQKwbOegS8lKTLcltH4qshL3PUe6D7rtLJgObbCW-JhggfXYtMOC_qB5OwCjAViN_i0Z_G07NI4v-5diAPxMsnHgD936VegX0l0VtRCw8AHag9ggJYSKMDL7oY_3HyYlotsRsPTg/s320/2ppc306mussolini.jpg" border="0" /></a>ar sacrosanto.<br />-Cuando nace un gato, es como cuando nace un niño. Se quieren igual.<br />-Si, pero algunos había que ahogarlos. Eran demasiados. ¿A quién correspondía esa selección de la especie? Matar un gato por que sí, era un verdadero gaticidio. Una pena. Más si observabas sus ojos niños suplicándote. Era una tarde de lágrimas en la pila de lavar donde la criadita dura se convertía en enana exterminadora...¡Ay, entonces no protestaba!<br />-¡No podemos con tantos gatos!,-gritaba la criadita inquisidora.<br />Tenía razón. ¿O no tenía razón? Pero, ¿por qué quitarles la vida?<br />Solo había un argumento:<br />-¡Por que si!<br />Siempre eran acariciadores los pasos de los gatos en las noches del invierno, los gatos dulces y remolones debajo de la mesa de camilla calentándote las pantorrillas o sentándose a tus pies como un amigo, feliz de tener una casa con brasero. Era el único animal que podía hacerlo, que se le permitía Y sabían comportarse.<br />A las diez todos nos íbamos a la cama como si fuéramos a una guerra. Primero la infantería, luego la caballería. Cada uno cogía su petate, echaba su meada de ritual, y se iba derecho al salón como a Siberia, nuestro cuarto de dormir, antiguo despacho del gobernador militar. ¡Cuánto frío en aquella cámara invernal a varios grados bajo cero! El agua se congelaba en el jarro del lavabo. El techo cubierto de estrellas de caña dorada, de seis y ocho puntas, aquellos rombos cabalísticos, el rumor del viento en la calle y el balanceo insidioso de la lámpara eléctrica, hacían temible la noche oscura. ¡Madre de Dios! ¡Ay de los perros perdidos, llorosos, quejosos, sin dueño ni fortuna, que es la mayor desgracia de un perro! ¡Dios mío, que solos se quedan los perros en la soledad nocturna!</div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><em>NOVELA POR ENTREGAS:-</em></div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><em>Autor: José Asenjo Sedano, 2008</em></div></div></div></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-32508382131193858662009-01-24T11:48:00.003+00:002009-01-24T12:05:05.678+00:00LA CASA NÚMERO SEIS (cAPÍTULOS 4 Y 5)<div><br /><br /><div><br /><br /><br /><div><br /><br /><br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixWK1BcirrBCU4V6BkiLk4upt0HK5ExqZ9t-bkV2oG6mRRpLe2HKgClCt0Z4xTpFcVd9dXfddR9oH7EY8LQ3Slha_whqy1TdlwxLOVyHfkFDOnj9ZuaykGrXrqGsNJQgyZv0dobGTgkGw/s1600-h/1860752792_5cbe727e3e.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5294827824670312802" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 194px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixWK1BcirrBCU4V6BkiLk4upt0HK5ExqZ9t-bkV2oG6mRRpLe2HKgClCt0Z4xTpFcVd9dXfddR9oH7EY8LQ3Slha_whqy1TdlwxLOVyHfkFDOnj9ZuaykGrXrqGsNJQgyZv0dobGTgkGw/s320/1860752792_5cbe727e3e.jpg" border="0" /></a><br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify">NOVELA POR ENTREGAS.</div><br /><div align="justify">Autor: JOSÉ ASENJO SEDANO<br /><br /><br />Capítulo 4<br /><br /><br /><br /><br />Seguíamos sin saber ese empeño de mi padre por habitar la Casa Número Seis, qué teníamos que ver nosotros con esa familia de marqueses tronados o en el exilio, gente de vida de lujo en los cabarets de París. Una casa devastada que se tuvo que restaurar para hacerla medianamente presentable. Cuando llegamos a ella aquella tarde de finales de junio, nos hizo recorrerla solemnemente, para que admiráramos lo que quedaba de su pasado esplendor: el mármol de la escalera, las vidrieras, el artesonado de nuestro salón, la mampara de cristal, las hermosas vistas de corrales y huertos.. Fue entonces cuando nos contó que la casa había sido de un marqués muy florido y una bailarina famosa y, antes, bastante tiempo antes, comandancia del general francés de ocupación de la tropa napoleónica, un tal mariscal Coucteau, borgoñés, antiguo herrero, hombre de lucida hoja de servicios, bastante cafre por sus modos. Solía entrar en la catedral a caballo al que hacía abrevar en la pila del agua bendita y sentarse en el coro fumando largos puros habanos. Esos eran los méritos de aquella casona interminable con sótanos o mazmorras, quizá caballerizas y ventanas de reja posterior. Cuando llegamos aquel día a su puerta de doradas y sonoras aldabas, nos esperaba zalamera la criadita fiel a mi madre, la Josefa, la Fefa, con su mandil blanco de gala. Fue ella nuestra guía por patios y estancias, la torre, desde donde se veían las huertas y las otras calles empedradas de la ciudad, estrechas, solitarias y casonas como la nuestra, repitiendo siempre los elogios de mi padre. La Josefa, que ni había perdido ni ganado la guerra, la vida para ella era la de siempre, conservaba su buena cara pese a que la guerra y la república, su bandera, no había librado a su familia del hambre. De esa hambre que, en su casa, era más antigua que la guerra... “Hicimos la guerra para librarnos del hambre, y ahora tenemos más hambre que nunca. Pues, vaya...” Por eso la Josefa seguía siendo nuestra criadita de casa, nuestra menina de siempre. Había nacido para eso. Fue ella la que nos llevó a ver la pintura del marqués del parche y la escopeta que nos dijo que era el diablo, pero mi padre, o no se sabe quién, había mandado tabicar aquel cuarto particular y no nos fue posible verlo. Lo que, sin duda, no nos libró del susto de saberlo tan cerca y contemplar la mirada feroz del pirata del Brasil.<br />-No se lo digáis al ama,-apuntó.-Es mejor que no sepa que habéis estado aquí.<br />-¿Y hay fantasmas en esta casa?,-la pregunta vino de mi hermana Luquita que no se soltaba de la mano de la criadita.-¿Es verdad que hay fantasmas? ¿Es verdad?<br />-Los fantasmas nunca se ven...<br />-¿Tu los has oído?<br />-Alguna vez...<br />-¿De verdad? ¿Y cómo son?<br />Luquita apretaba cada vez más la mano de la Fefa, ahora su protectora.<br />Pronto empezamos todos a soñar con fantasmas. No sólo los oíamos, sino que llegamos a verlos subiendo entre luces la escalera, golpeando los cristales y escurriéndose por el pasamanos de la escalera del patio. Nos acostábamos juntos y sin abrir los ojos, tapados hasta las orejas. Fue entonces cuando alguien nos contó la desgraciada historia de Hermes, el artista.<br />-También vivió aquí un maestro zapatero que hacía zapatos de lujo como los de Cenicienta. Tenía su taller en el cuarto oscuro. Muchas veces lo veíamos probando aquellos zapatos a señoritas fantasmas. Eran unos zapatos preciosos...<br />-¿Pero, no dices que no se podían ver?<br />-A veces, sí.<br />-¿En la guerra?<br />-Pertenecía a la cooperativa de zapateros. Pilló un camión militar al pobre hombre al cruzar una calle.¡Maldita guerra! Y le cortó las piernas. Era un fantasma zambo. Sólo tenía brazos. ¡Y manos! ¡Manos de artista!<br />Ya teníamos dos fantasmas, Hermes y el Zapatero. Iríamos conociendo más. No tardarían, en noches sucesivas, en ir presentándose ellos mismos. Aislados y todo, con los cerrojos corridos, los oíamos llamar y toser y hablar palabras que nadie entendía. Algunos eran ingleses, polacos o franceses, gente de las brigadas internacionales. Luego, pasada la novedad, los fantasmas se fueron haciendo menos audibles, se hartaban de llamar inútilmente a nuestra puerta y se refugiaban en su soledad. Sabíamos que eran refugiados, gente que nunca tuvo hogar fijo y que lloraban por tenerlo. Lloraban a gritos nombrando nombres de familiares perdidos. Eran los desaparecidos de la guerra, esos que nunca encontrarían su casa. Claro que los más tristes eran los refugiados difuntos sin duelo y sin entierro....Esos se paseaban vestidos de negro, con las manos e<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWskI8wM4FG0fKc8J5USgzzNXfdfmJLQ8GsKJ0Syl6R4lAnmgZq-KdlvbMRzuhjpGzJLFhC7TO02afEPDLw_MQWLO-WoPDUtK0vYMn7MxBFEU4E3HYRScp1HyVp32X-KOjLLE7VCEGz1I/s1600-h/38626_782px-Francisco_de_Goya_y_Lucientes_023.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5294828051450716578" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 248px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWskI8wM4FG0fKc8J5USgzzNXfdfmJLQ8GsKJ0Syl6R4lAnmgZq-KdlvbMRzuhjpGzJLFhC7TO02afEPDLw_MQWLO-WoPDUtK0vYMn7MxBFEU4E3HYRScp1HyVp32X-KOjLLE7VCEGz1I/s320/38626_782px-Francisco_de_Goya_y_Lucientes_023.jpg" border="0" /></a>n el pecho y una lámpara en la mano, una lámpara apagada.<br /><br />Mi madre resignada, las tardes de verano, se sentaba al frescor del balcón para ver quien pasaba, cogía su rosario y esperaba que tocaran las campanas del anochecer. Muchas de estas tardes, a su lado, veíamos como se encendía la lámpara de la calle, su luz de mariposa, y la oíamos contar las historias de su casa y de su calle, de sus tabernas y tiendas de ultramarinos. Abajo estaba la iglesia con su pretil y su campanario, arriba la iglesia de santo Domingo, que nunca tuvo frailes. Me hablaba de su hermano que se fue a la guerra de África y murió asesinado en nuestra guerra. Me hablaba de aquel otro que vivía en Barcelona casado con una señorita catalana muy guapa. De otro que luchó en Cataluña y terminó en una playa francesa guardada por senegaleses. Y de aquel otro que se casó en secreto y ahora vivía en la casa de los abuelos...Todos esos sucesos estaban grabados en su mente, hecha para recordar...<br />-Tuve otro hermano que murió en Antequera en soledad. Murió en un hospital rodeado de sus tres hijos pequeños y la abuela materna de estos. Su mujer, que era un ángel, había fallecido poco antes...Nada se supo hasta que acabó la guerra....¿Quién puede decir que nunca ha perdido una guerra?<br />Oyéndola, la menina rompía a llorar, teniéndola que consolar mi madre, que le secaba las lágrimas con un pañuelo.<br />-¡No llores, menina! Todo eso ha pasado ya...<br />-¡Ay, mi ama!¡Ay, mi ama! ¡Qué mala es la guerra, qué mala! ¡La guerra trae el hambre y trae los fantasmas!<br />Mamá se vestía siempre de negro, su sola bandera. Nunca, casi nunca, salía a la calle, salvo por una necesidad. En ese tiempo, las matronas, rollizas e inmóviles, escasamente salían de sus casas y, cuando lo hacían, era siempre al atardecer, al vespertino y para dar un pésame. Es cuando se atrevían a hacer la consabida visita, le debo pésame a doña Enriqueta o a doña Emilia o a doña Lola, que se habían quedado viudas o habían perdido a su padre, a un hermano o a un hijo...Esas eran las salidas de mi madre, los desahogos que podía permitirse, el diálogo y el aire de la calle, el recuerdo de los bellos tiempos. La tristeza de los perdidos. Todo se debía a aquellos difuntos familiares y generosos, que gloria gocen, que se pegaban al cuerpo como una lapa.<br />-Hoy tengo que ver a doña Lucrecia,-decía mi madre frente al espejo arreglándose la onda del pelo.-Le debo visita. Hace tres meses que se murió su hermano Gumersindo...<br />El pésame era un pretexto, un motivo razonado para la salida. Los maridos, entonces, casi moros, apenas si sacaban a la calle a sus mujeres sometidas. ¿Adónde ir? La calle, la taberna, el casino, era solo para hombres, que podían hablar a sus anchas. Para las mujeres, más sensibles, quedaba el luto y la iglesia. ¡Tristes amas de casa!<br />Aquellos años posbélicos fueron tiempo de frecuentes salidas de mi madre, que abandonaba con gusto su balcón y llegaba hasta la frontera de su viejo barrio, la calle de San Miguel, la tienda de la Cortijica que vendía bollos de leche, la zapatería de Mariano y la tienda de ultramarinos de la Gardenia, siempre pegada a su mostrador. Desde que entraba en la calle, mi madre iba saludando a diestro y siniestro como si fuera una visita pastoral, todas las vecinas salían a su encuentro, la besaban y las besaba, se preguntaban por la salud, por los hijos, ay, los sufrimientos padecidos en estos años que nos ha tocado padecer... Porque el barrio de San Miguel, el barrio en que habíamos nacido casi todos, fue un barrio revolucionario en la guerra, un barrio belicoso y hostil, cuna de incendios y asaltos. Pero la casa del abuelo fue siempre casa respetada, él era el abuelo del barrio, aunque rechazara las ideas de sus jóvenes pistoleros. Cuando salía sin miedo, en invierno, a pasear la calle, le abrían paso, le saludaban y ni le apeaban el don. Muchos de aquellos que después serían condenados a muerte, muchachos todos, habían sido amigos de mis tíos, se querían, habían frecuentado la casa del abuelo que tenía muchos hijos. Allí habían comido y bailado. La guerra los echó a perder. ¿Qué se les había perdido a aquellos chicos del barrio ufanándose de su hombría luciendo sus pistolas al cinto, alardeando de muertes, sintiéndose dueños del mundo? Pertenecían al anarquismo imperante, saquearon la iglesia en la que habían sido bautizados y de niños asistían a la catequesis. Se vistieron de curas, profanaron el Sagrario, destrozaron las imágenes que muchas veces habían procesionado e hicieron pública mofa de la santa misa, riéndose de Dios y de los curas, a los que tantas veces habían besado la mano...<br />Con las madres de muchos de esos muchachos era con las que mi madre se encontraba en su calle, la calle de todos, los hijos de todos, y las besaba sabiendo la pena que ya no podrían quitarse, sus hijos también muertos para siempre. Las unía el mismo luto, lamentando que aquellos tiempos felices ya no existieran, aquellos en los que todos nos queríamos y nos respetábamos...<br />-¿Qué fue lo que se llevó a este barrio? ¿Qué demonio vino a llevarse a nuestros hijos?<br />Y echaban de menos aquellos paseos del abuelo al sol del invierno con su bufanda y su abrigo beig, su sombrero y su bastón, el abuelo con el que nunca se metieron, eso que él también había perdido sus hijos en la guerra y, otros, porque eran muchos, habían estado peleando en el frente en este bando...<br />-Las guerras son muy malas,-decían,-quitándose las lágrimas. Ahora solo hay hambre y tristeza.<br />-Y dolor. Mucho dolor. <img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5294828461340810642" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 251px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhi3Mb2MnJrlFeTXcuG3LeaPFKFlPLZApkfs7NTcv3t0oWQZzDVHLgNjhA_z4dceQjxQKB6pFZQKm7SBf8ciOvjEQuvnY1Ea00lgn0ZsrV9djy2-Mb8SddI-ZuIocNkbbE49yZDiHEWbB8/s320/1921889732_6d106738cb.jpg" border="0" /><br />-Hasta que esto se quite...<br />Hacía también un frío atroz, porque las casas entonces no estaban a acondicionadas, eran casas centenarias, grandes y vacías, donde se colaba el siberiano. Nunca olvidaríamos aquellos inviernos terribles, las lluvias racheadas, la nieve, el granizo, el silencio que se desprendía del aire. Al atardecer, se encendían algunas luces amarillentas bandeadas en la calle por el viento. ¿Adónde ir? El comercio era inexistente, todo estaba racionado, un racionamiento siempre escaso. Ni pan, ni azúcar, ni aceite, ni jabón, ni carne, ni pescado...<br />Mi madre después de su visita, de ver a su madre anciana y sus hermanas, todas enlutadas, todas viudas, se volvía a la casa con el mismo triste entusiasmo de su salida. Todos aquellos rostros, alegres en otro tiempo, eran ahora rostros marcados, de miradas furtivas, fantasma de aquel barrio destrozado por el odio.<br />-Poco antes de terminar la guerra, murió el abuelo. Era enero. El abuelo se acostó triste esa noche y se murió. Vinieron de la ciudad a decirnos que el abuelo se había muerto. Mi madre se arregló y, con mi hermano mayor, echó a caminar carretera adelante, aquellos largos seis kilómetros transitados por camiones con soldados, gente desesperada. Nosotros nos quedamos en el pueblo, en nuestra casa de entonces, esperando su regreso..<br />-¿Y la abuela?<br />-Terminada la guerra, como todas las viudas, la abuela anciana, mujer de pocas palabras, llevaba un manto negro muy largo. Era el luto por su marido y sus hijos muertos. Pasados unos años, la vería morir. Agonizó en brazos de una de sus hijas, mirándonos con sus ojos tristes. El cura le había dado la Extremaunción. Murió serenamente, como si no fuera ella la que se moría...<br />Cuando volvía mi madre de sus escasas visitas a su barrio, siempre volvía melancólica. Se miraba en el espejo como si no se reconociese. No era la misma, los años pasan, también los inviernos con su desfile de nubes harapientas y grises. El barrio ya no existe, decía. Ya no están los que estaban. ¿Qué fue de aquella gente alegre y divertida?<br />-Al menos,-como una broma,-nadie me ha preguntado por la dichosa calavera.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Capítulo 5<br /><br /><br /><br />Mi padre llegó temprano esa noche. Puso la radio buscando en la maraña de interferencias no se qué noticia que había oído en la calle. Al parecer, los rusos habían invadido Alemania, quien veía ahora derrotadas sus invencibles divisiones. Aquellas emisoras de entonces se oían muy mal, la audición era horrible. La única emisora clara era Radio Andorra y sus discos dedicados, pasión onomástica a la que mucha gente se entregaba para saber los unos de los otros...”Para mi hija Pedrita, en el día de su santo, de sus padres Ramón y Torcuata y de sus hermanos José, María, Lola, Paca, Manolita y de su vecina Josefina desde Castellón de la Plana...” No era el disco, era el eco lejano de sus nombres, sentirse oídos, que mañana todos te dijeran: “Anoche te oí por radio Andorra...”<br />-Existías...<br />-Era yo...<br />El que la guerra mundial pudiera estar cerca del final, nadie lo sabía. Por otro lado, sabíamos que si Alemania perdía aquella guerra, es posible que también nosotros fuéramos arrastrados por su derrota. Nadie ignoraba que habíamos apostado por el perdedor...Seguro que después de comerse a Alemania, los soviets bajarían hasta nosotros, hasta el mismo Gibraltar...Era lo que más temíamos...Temor de unos y alegría de otros...<br />Tanto, que parecía como si el asunto del cráneo hubiera quedado olvidado. No parecía interesar a nadie ahora, más pendientes de los acontecimientos exteriores, los bombardeos británicos sobre Colonia y aquellos V-2 sin piloto que se estrellaban sobre la costa inglesa. Era el arma secreta de Hitler. Los americanos ponían sus pies en suelo europeo, los alemanes de Rommel perdían su guerra del desierto y Patton, un general imponente, pisaba Sicilia...A Hitler se le iba cerrado el cerco hasta terminar desmelenado, creador del nazismo, terrorífico invento, encerrado en su bunker berlinés de donde no salió vivo...<br />Si, parecía olvidado el cráneo. Hasta la Josefa, nuestra criadita enana, había vuelto a echar confiada su cubo al pozo y subirlo rebosante de agua. Ya no había muertos en el pozo, todos los muertos venían ahora a por montañas en los periódicos. Ni se oían los gemidos de los fantasma en sus paseos nocturnos por el patio. ¿Qué había ocurrido? Bajábamos al patio, a los patios, porque eran dos, recorríamos los cuartos oscuros, el sótano y hasta nos atrevimos a cavar en el suelo a ver lo que salía...A la tercera vez, encontramos, junto al muro, un arsenal de armas escondidas, enterradas dentro de un arca, pistolas largas y cortas, cuchillos y hasta dos sables militares... “Estos si que son franceses”, fue lo que dijo mi hermano mayor limpiándolos con un trapo húmedo. “Estas armas son francesas, mira las placas...” Seguro que ese armamento había pertenecido al gobernador que ocupó la ciudad...<br />Y no se equivocó. Se las llevamos a don Juan, el jefe del orden público quien, revestido de autoridad, mesándose el bigote, muy serio, repitió lo que había dicho mi hermano experto: “Son armas francesas, fabricadas en Orleáns.”<br />-Fijaos, tienen el escudo napoleónico...<br /><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTqKJgglCz9QwglOCeW7Nf992R_ZQBEX181X6bJ6We6S7REEqcI8CDWcI7UeA3TOAbBWkWiICDV-Jk6MSHjiNCtdZSXlrin3ohQH_cBPG1T8A6FreA5do4wdoRkohPtjo1zypOgaPxABE/s1600-h/EntierrodelasardinaGoya.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5294829074653655682" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 237px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTqKJgglCz9QwglOCeW7Nf992R_ZQBEX181X6bJ6We6S7REEqcI8CDWcI7UeA3TOAbBWkWiICDV-Jk6MSHjiNCtdZSXlrin3ohQH_cBPG1T8A6FreA5do4wdoRkohPtjo1zypOgaPxABE/s320/EntierrodelasardinaGoya.jpg" border="0" /></a><br /><br />Cierto, lo tenían. Don Juan no sabía que hacer con aquel arsenal inservible. Se las quedó para dar parte al capitán de la Guardia civil y ver lo que se hacía con ellas.<br />Días después, en nuevas catas, encontramos restos de un arcabuz, una espada con pedrería, y un bolso con una joya de oro que guardamos. La espada, por su prestancia, nos pareció que debió pertenecer al general Coucteau el general gobernador que habitó la casa. Tener esa espada, era como tener rendido al dichoso gascón, haberle ganado la batalla. La escondimos religiosamente, nadie sabría nunca nuestro secreto. ¡Lo que es el destino! Aquel general fanfarrón, humillado por unos chiquilicuatro...<br />Pero, contrario a lo que pensábamos, el asunto del cráneo no había sido archivado, continuaban las pesquisas del señor juez de instrucción, empeñado en encontrar el cabo de aquella madeja. Era hombre estudioso y capaz, de pasos cortos pero seguros. Por don Juan supimos que don Arcadio hacía frecuentes visitas a la huerta del marqués, sospechando que en esa casa podría encontrar rastros de esa historia. Todas las revistas y periódicos de ese tiempo, las tenía don Arcadio sobre su mesa, analizando sus columnas. Los conocimientos locales que poseía don Juan, era otra de las fuentes de que se valía el señor juez para reunir las piezas de su rompecabezas...<br />Don Juan aparecía con frecuencia por nuestra casa. Le gustaba hablar con mi madre solitaria, fiel a su balcón. Mi madre había visto muchas veces a don Juan en el liceo, representando comedias de Marquina y Villaespesa. “El Alcázar de las perlas”, había sido uno de sus éxitos.<br />-Aquella fue una noche inolvidable,-comentaba don Juan con los ojos húmedos por el recuerdo.<br />-Le vi a usted muchas veces. Yo iba con mi padre al teatro del liceo, mi padre le admiraba mucho. Me acuerdo cuando hizo el Tenorio...<br />-Ya lo creo, me acuerdo mucho de don Carlos. Yo representé en Madrid a Benavente. Pude entrar a formar parte de la Compañía de don Lola Membrives. Hice también a los Álvarez Quintero...<br />-¿Y García Lorca?<br />-No, a Lorca yo nunca lo representé. Cuando íbamos a hacer “Doña Rosita, la soltera”, empezó la guerra. Tuve la suerte de ver en Barcelona a doña Margarita Xirgu representando “Mariana Pineda”, en el teatro Goya...<br />Don Juan, al que la vida había varado con su vara municipal, seguía en su vida representando su papel en medio de las multitudes. Languidecía con los recuerdos. Una vida echada a perder...<br />La historia misteriosa del cráneo se parecía mucho a esas historias de los teatros. Era eso lo que le atraía del caso. Fue él quien le sugirió a don Arcadio el escenario de la huerta y de la casa número seis, nuestra casa...<br />También nosotros nos animábamos a buscar en nuestra casa huellas del crimen, que siempre terminaban en la historia del gascón, del general francés, en los datos de los cronistas, que contaban como el gobernador, con sus oficiales se atrevía a entrar a caballo en la catedral, interrumpir la misa y fumar largos puros sentados en la sillería del coro.<br />La teoría de mi hermano Curri, que había leído libros del archivo de la catedral, es que los frailes del convento de San Francisco fueron con otros, los únicos que plantaron cara a los franceses y fueron instigadores de la muerte del corregidor Trujillo, hombre pacifico partidario del diálogo.<br />-Para mi que fueron los frailes los que decapitaron al gascón (como le llamábamos). <img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5294829810771182082" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 245px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEha7CE_V03gGRf2NodfIgz9AbDgNr0iQ4KSCFiw5nt2QJhlgyfCK5hns-KqhXTVNq8qgDCIpQ0zY4TEd817mIoK-DOgYkENUR2nxUh9VI9Q6z__OzIWvt-e5S1MwlG8rQiCUkQ3BK6foCk/s320/1921870186_fde6d3fc45.jpg" border="0" /><br />-Pero, ¿cómo?<br />-Entrarían de noche en esta casa saltando las tapias del corral y le sorprenderían en la cama. Uno, al que decían el Jerezano, que había sido soldado, debió ser el que disparó ese tiro frontal.<br />Lo que no tenía resuelto mi hermano archivero era como pudieron deshacerse del cuerpo del gigantes gascón, cómo pudieron sacarlo impunemente de la casa y por qué arrojaron su cabeza al pozo...Si el muerto hubiera sido el gobernador militar de la plaza mucha gente habría sido fusilada como en los cuadros de Goya. Y aunque era verdad que hubo ahorcados en la ciudad, no parece que fuera por la muerte del general. No, el general no podía ser el muerto. Aquella cabeza, de ser de un francés, sería de un francés menor, un soldado...<br />Pero tampoco tenía sentido esa segunda muerte dentro de la casa. Imposible, el edificio estaba ocupado por una fuerte presencia militar. En todo caso, esa muerte solo hubiera podido producirse a campo abierta, en una venta, en una encrucijada de caminos. Los frailes se limitaron a repeler el primer ataque francés y luego serían pasados por las armas...<br />Decidimos continua nuestras pesquisas, con poco éxito.<br />Una noche vino eufórico mi padre de su trabajo diciendo que un antiguo refugiado de la casa, un tal Nicolás medio gitano, le contó en la taberna que él sabía de quien era la cabeza de nuestro pozo, esa cabeza le dijo, es de un malagueño de Vélez Málaga, un hombre al que todos odiaban en la casa por sus malas entrañas.<br />-Una noche hubo una discusión y un tío de Sanlúcar de Barrameda le rebañó las tripas con su navaja.<br />-¿Y qué?<br />-Que esa noche, por miedo, muchos huyeron de la casa. Todos sabían que iba a ver más muertes. Yo mismo cogí a mi mujer a mis once hijos y nos fuimos al campo, lejos de la casa. Para mi que esa noche lo mataron y le cortaron la cabeza...<br />-¿Y el tiro?<br />-¿Qué tiro?<br />-El que le pegaron en la frente...<br />Esa fue una pregunta que el tal Nicolás no supo explicar.<br />Tampoco nos convenció esa historia sin sentido. ¿Para qué iban a tirar la cabeza al pozo sin el resto del cuerpo? Además, nadie reclamó nunca tal cuerpo, ni se supo del tal malagueño...<br />Mi padre eufórico se desinfló en un instante.<br />-Ese Nicolás te ha contado un cuento, solo quería que lo invitaras a un vaso de vino...<br />Por ese tiempo la guerra tocaba ya a su fin. Las tropas de Franco llegaban a Barcelona y pronto se hundiría Madrid. Era la hora de escapar, no el momento de dejar en el camino rastros de sangre...<br />Todas las vías seguían abiertas. Lo más probable es que se tratara de un crimen pasional como sostenía don Juan, hombre de teatro. Una muerte como aquella, seguro que tenía un cómplice, no podía ser de otra manera.<br />-Esa historia huele a drama,-sostenía el actor.-Solo falta una luz...<br />Luz que no aparecía por ninguna parte. Una luz que alguien estaba ocultando.<br />-En fin, una luz que pronto nos alumbrará...<br />Lo curioso fue que, cuando los fantasmas supieron que Franco había tomado Barcelona, muchos se esfumaron de la casa y no se supo más de ellos...</div><br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><em>NOVELA POR ENTREGAS.-José Asenjo Sedano, 2008<br /></em></div></div></div></div></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-70415536490385993912009-01-18T11:44:00.007+00:002009-01-22T08:02:25.184+00:00LA CASA NÚMERO SEIS (CAPITULOS 2 Y 3)<div><strong>NOVELA POR ENTREGAS:- AUTOR: JOSÉ ASENJO SEDANO</strong><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhg3KjNj7nuZEvOXxUJ5F_XGWBdDDcMyYAxeRtkZMdbR86SFyEPGJwn0FW_xVKtz3E_HlFXY2dBG6heHL1lL1s78FikAIcg9znRM_rASVt1cErmQfTIP2IqJmtyAnHuJ2w-90dEkLFvuWE/s1600-h/PLAZA.bmp"><strong><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5292604075631157762" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhg3KjNj7nuZEvOXxUJ5F_XGWBdDDcMyYAxeRtkZMdbR86SFyEPGJwn0FW_xVKtz3E_HlFXY2dBG6heHL1lL1s78FikAIcg9znRM_rASVt1cErmQfTIP2IqJmtyAnHuJ2w-90dEkLFvuWE/s320/PLAZA.bmp" border="0" /></strong></a><br /><br /><br /><div><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><br /><strong><em>Capítulo 2</em></strong><br /><br /><br /><br />Empeoró la mañana en la que, la Josefa, nuestra criadita enana de toda la vida (mi madre la conservó siempre aunque no hubiera nada que comer, nuestra hambre solidaria), sacó del pozo, enganchado en el cubo, un cráneo humano limpísimo con un agujero frontal. El susto de la criadita fue morrocotudo. Soltó el cubo con estrépito y dando gritos subió la escalera del patio a la cocina casi de un brinco. Así empezó la historia macabra.<br />-¡Un muerto!¡Un muerto!,-gritaba cogida a la bata de mi madre como un salvavidas cuando apareció en la puerta con el pelo erizado. Mi madre que, sin ver ni entender, no dejaba de gritar con su menina, ¡un muerto!¡Un muerto!, acudiendo alarmada toda la casa queriendo saber qué pasaba, ¡un muerto!, quién era ese muerto, si era un muerto vivo de esos que aparecen de repente, años de posguerra, o era un muerto con cara y ojos de muerto y ya no se levanta... Hasta los gatos vecinos del corral, emprendieron la huida a los gritos de ama y criada. Corrimos, subimos, bajamos y vimos al muerto dentro del cubo, una calavera con grandes ojos abiertos, sin boca y un agujero, como a buril, en la frente. Mi madre, desde lo alto de la escalera, sin poder soltarse de las manos férreas de la Josefa aterrada, no dejaba de dar órdenes que nadie escuchaba, ¡quitad eso de ahí!, temiendo que aquella cabeza pelada de repente echara a correr escaleras arriba y las cogiera del pelo. ¡Qué espanto! Lloraba histérica mi madre, maldiciendo la idea de mi padre de traernos a la casa, una casa de muertos, seguro que en el pozo habría muchos más, una casa invadida, un cementerio, ¡un horror!...<br />-¡Esos son los que salen de noche!¡Esos son los que hablan y tosen en el patio!,-decía categórica.-¡Ay, Dios mío!¡Lo que nos faltaba!<br />-¡Ay, madre mía!,-repetía la criadita, destrozándole a mi madre la falda con sus tirones, diciendo que quería irse de la casa.-¡Déjeme, ama! ¡No quiero ver a ese muerto!¡No!¡No! ¡Yo me voy a mi cueva!¡En mi cueva no hay muertos!<br />Curiosos observamos la cabeza pelada flotando en el cubo, dando vueltas, balanceándose, sin atrevernos a tocarlo, sin poder apartar nuestros ojos de aquellos tres huecos perfilados, cuencas vacías, de aquella mueca infernal. ¿Quién sería el muerto? Primera pregunta. ¿Era un muerto de la guerra?.<br />-Tiene un tiro en la frente...<br />-¡Es mejor que avise usted a don Paco!,-aconsejaba ahora la Josefa a mi madre, convencida del peligro de cabeza lironda que no quería mirar.¡Y la había sacado ella del pozo! ¡Con su garrucha y con su cubo! Eso era lo que más le asustaba, haber estado tan cerca de ella, casi haberla tocado...-¡Ama, mande usted que se lleven al muerto!<br />-¡Ay, madre mía!¡Llame usted a don Paco!,-repetía lacrimosa.<br /><br />El don Paco que con tanta insistencia reclamaba la enanita, era mi padre que, para más INRI, no tenía probado su valor militar, se le suponía, se había librado de la mili por hijo de viuda. Era un simple civil, sin permiso de armas. No había estado en el frente. ¡Con siete hijos, casi metido en ocho, dígame usted! ¿Le parece poca guerra? Pero era un hombre sabio en papeles, seguro que sabría qué hacer en un caso como este y, mi madre, siguiendo el consejo de su criadita, mandó a mi hermano mayor despabilado que corriera en su busca.<br />-¡Dile que lo deje todo y venga enseguida, que hay un muerto en la casa!...<br />-¡Que avise a don Juan!,-le previno.<br />Don Juan era el jefe de los municipales, hombre dilecto y probo.<br />En tanto, como medida preventiva, se cerraron con cerrojo las puertas del patio.¿Qué se temía? Yo vi a mi hermano valiente mensajero de mamá en busca de mi padre ignorante. Nadie se atrevió, en tanto, un frontal, un malar, un maxilar, aquellos dientes de oro que refulgían como lámparas, a tocar aquella cabeza noble y solitaria, aquel cubo contaminado de muerte. Un cubo cadáver. Un cadáver en el cubo.<br />-¡No os acerquéis!,-aconsejaba mi madre defendida por el muro de su enana, que no dejaba de hipar.<br />No tardó en venir mi padre apresurado seguido de mi hermano mayor. Enseguida, atolondrado preguntó por el muerto, sin saber que no se trataba de un muerto completo, con sus húmeros y sus fémures, sino solo de una cabeza al parecer noble (este calificativo era de mi hermano mayor, que usaba gafas y estudiaba en el instituto) Se asomó mi padre y vio en el cubo aquellos ojos medrosos que lo miraban fijos, la mueca y el tiro en la frente. Miró luego el brocal del pozo, la claridad difusa del agua, sin atreverse a posar las manos en el muro.<br />-No se ve nada,-dijo decepcionado, casi tranquilo.-Abajo solo se ve agua...<br />Eso nos autorizó a los demás a mirar también y repetir lo que mi padre había dicho: No se ve nada. Solo hay agua...<br />Permaneció caviloso queriendo saberlo todo, sin saber qué decir.<br />Mi madre, desde arriba, calmada la enanita, el amo lo sabe todo, preguntó si venía don Juan.<br />-Ya viene,-contestó mi padre.-No tardará: ha querido avisar al juez...Como se habló de un muerto...<br />-Y no es un muerto?<br />-Si, mujer, pero no entero...Habrá que indagar...<br />-¡Ay, Dios mío! ¿Qué no habrá en el pozo?.-gimió mi madre desconsolada.-Yo no puedo vivir en una casa como esta.... Yo me macho de esta casa...<br />-Y yo,- lloró la enanita.-Y yo... Yo no dejo sola a mi ama...<br />A los pocos minutos se oyó alboroto en la puerta: El señor juez de instrucción y don Juan, acompañados de municipales y de gente alarmada y curiosa. Se dirigieron en tropel al patio y al pozo, al cubo con la calavera. Al verla, se hizo el gran silencio. Todos retrocedieron estupefactos. Don Arcadio, que así se llamaba el juez, observó atento el cráneo con la punta metálica de su vara, e hizo preguntas a mi padre sobre la casa, el pozo y la gente que allí había vivido. Poco sabía mi padre ilustrado, salvo lo de la marquesa y los refugiados. Quién más sabía era don Juan, erudito local, que había sido periodista y actor. Todos los años sacaba por enero un opúsculo literario. El fue quien amplió a su señoría pormenores sobre la casa, sus orígenes y la historia del cuartel francés...<br />-No podemos olvidar, y debe recordar su señoría, que antes de la guerra civil, en esta casa vivió el marqués de la Vega Verde, casado con una famosa bailarina del Folies Bergere, madame Rosita, en realidad Rosa García, paisana nuestra, del barrio de Santa Ana, hija de un carpintero que emigró a Cataluña. La niña se hizo bailarina y se fue a París con un elenco. Allí la conoció el señor marqués, se casó con ella y vivieron un tiempo en esta casa. Cuando el marqués murió en accidente aéreo sobre el Canal de la Mancha, madame Rosita, marquesa viuda de la Vega Verde, se encerró en esta casa con su criada, hasta su muerte antes de la guerra. Otros dicen que se volvió a casar en secreto y que se marchó a París...Algo contaron los periódicos de Madrid... </div><div align="justify"> </div><br />-Luego fue lo de los refugiados,-añadiría don Arcadio, quien conocía la historia, ordenando a un municipal a un ujier metiera en una bolsa precintada el cuerpo del delito, es decir, el cráneo salvado del agua, y lo dejase en la casa del forense para su análisis...<br />-Hay que bajar a ese pozo,-ordenó,- y ver lo que hay dentro. De ahí ha salido una cabeza, lo más seguro es que también haya un cuerpo...<br />Estas palabras descompusieron a mi padre.<br />-Por favor,-pidió del juez.-pongan una guardia esta noche en el pozo: un par de municipales...¡Es un peligro dejarnos solos!<br />-Señora, no se asuste. Los difuntos son antiguos y además, inofensivos...<br />Don Juan erudito, encontró ocasión de hacer gala de su sabiduría:<br />-No hay que olvidar que, debajo de estas casas antiguas, estuvo asentada la cívitas romana y por eso conserva todavía la calle el título de barrio latino... Luego vendrían cristianos, moros, bárbaros...¡Sobre todo bárbaros!...<br />El señor juez rió la ocurrencia de don Juan, diciendo que mañana se registraría el pozo...<br />-No se preocupe. Señora, mañana mismo el pozo quedará limpio,- y miró a don Juan quien asintió llevándose dos dedos a la gorra.<br />-Descuide su señoría: mañana bajarán dos hombres y registrarán el pozo. La familia puede dormir tranquila.<br />El hallazgo se divulgó enseguida por la ciudad. Cada cual daba su opinión. Para unos la cabeza era de un francés y se recordaron otras cabezas encontradas en pozos similares de la ciudad, franceses que entraron engañados en aquellas casas y nunca salieron. Este sería uno de tantos. <img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5292600664379949954" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 218px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8OtVRXVofgBIcw9O1_q_AkdFk8Y8ndyyPuQG4JnntCvi3zl706PXgi_l5iUo9QrBxsSp8Ung_Ix-WszJHkn36MAva2XNivJAItaL-Z9658EPeccH-2t45KDK4p-c2OY92mKTfZ_S0ZIY/s320/guadix4.jpg" border="0" /><br />Para otros era un crimen de guerra. Se repasó la lista de desaparecidos, pero resultó demasiado larga para encontrar un perdido. ¡Era tanta la gente que había pasado por aquella casa!<br />Visto lo que pasaba, mi padre empezó a considerar si mi madre no tendría razón y había sido una locura venirse a vivir a una casa de fantasmas. Porque mucha gente estaba convencida de que, aquellos refugiados, seguían escondidos allí. Reconocía que le había traicionado la nostalgia, el recuerdo de sus años niños, la suntuosidad de la casa, el mármol y la montera de cristal, la cristalería de los balcones interiores...La casa le recordaba la suya, aquella en la que había nacido y crecido. Las noches lejanas en las que, a la luz de una lámpara, leía a su madre y a sus amigas aquellas novelas románticas que tanto las divertía. El niño se ponía frente un atril como un director de orquesta y leía con su voz avispada de niño listo. Noche ya, un criado con linterna acompañaba a aquellas señoras amigas a sus casas sin dejar de comentar la tristura de aquellas historias de crímenes pasionales...”Elvira, no morirás...¿Por qué?...Por que te amo...” Todo ese lejano mundo, el mundo romántico de la calle solitaria, es lo que a mi padre llevó a perder su cabeza y regresar a esta calle...Pero además, en aquella calle, frente a la iglesia, habían vivido sus antepasados, gente noble, regidores y militares. Su abuelo había comandado el regimiento local en la batalla de Bailén...Allí estaba su pintura con el sable en la mano...<br />-Mañana vendrán albañiles a ver el pozo,-dijo mi padre vuelto en si, ya en la mesa, donde mi madre se negó a cenar.<br />-Pero, mujer... Come algo...<br />-No puedo... No puedo...<br />La criadita asustada se fue a dormir esa noche a casa de una hermana suya en el barrio de san Miguel. Fue lo mejor. Es lo que hubiera hecho mi madre de haber podido. Envidió a su criadita fiel. Hubiera corrido tras de ella...<br />Esa noche reforzamos los cerrojos y se pusieron mesas y sillas como trincheras detrás de las puertas. Nadie pudo dormir. Todos estábamos pendientes del menor ruido, del aire que soplaba, de la puerta que se movía o se cerraba. ¡Del pozo! En nuestro salón dormitorio no se apagó la luz en toda la noche. De vez en cuando se lanzaba un santo y seña, ¿estás despierto? Si, lo estoy...<br />Mi hermano mayor, erudito, decía que la calavera era del marqués de la Vega Verde.<br />-¿No habéis fijado? Ese cráneo tiene un perfil noble. Solo puede ser de un marqués...<br />De madrugada nos quedamos dormidos. Los fantasma se habían esfumado...<br />El maestro, al día siguiente, me llamó a su mesa y me preguntó si era verdad que en nuestra casa había aparecido un muerto.<br />-Una calavera.<br />-¿Una calavera? ¿Y se sabe de quién?<br />-No sabemos nada. Será de un francés...<br />El maestro se sonrió.<br />-¿Es verdad que tiene un tiro en la frente?<br />-Si, señor.<br />-Vivimos malos tiempos y esa cabeza puede ser de cualquiera,-comentó el maestro hablando para si. A mi chocó la socarronería del maestro: parecía como si supiera algo...<br />No dijo más. Pero en la calle, mis amigos me preguntaban cosas del muerto. Querían ver la calavera, que ya no estaba en nuestra casa. Si movía la boca y cómo miraba... . .<br />Al día siguiente, temprano, la casa se nos llenó de albañiles, cuerdas y poleas, lámparas de queroseno, de palas y picos, casi escuadrón arqueológico bajo la mirada aviesa y autoritaria de don Juan, no dispuesto a perderse nada de aquella investigación, convencido de aparecerían piezas importantísimas, sabida la zona histórica del recito, de toda la calle, del barrio latino o palatino, levantado sobre el pasado de la ciudad, sobre su misma cumbre, donde los moros edificaron sus mezquitas y palacios y los cristianos su catedral, basílicas y casonas castellanas...<br />Pero, sigamos....<br /><br /><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5292603317086980610" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8AU0iaGVdJrsyayxjSdAHGCB40_NJE0apmTfI4GCdLA0u6TJdacw70ZOVfvz1vAyM7pdqeggXsDdAB1xfnk1zQgaBjNsTDNzJsgXeEyuG7ng5w9LjuZTd_VU3iqVQkXfxvzGEAQYWufI/s320/PALACIO.bmp" border="0" /><br /><br /><strong><em>Capítulo 3</em></strong><br /><br /><br /><br /><br /><br />La casa número 6, acaparó la atención de la gente. Pasaban multitud de curiosos por el portal, miraban al patio, buscaban el pozo, la escalera siniestra, nos atosigaban de preguntas, si esta era la casa de los muertos y también la casa de los fantasmas. La criadita repuesta, convertida en estrella, era la que pregonaba a todo el mundo lo que había pasado aquí y atendía golosa a los curiosos, escoba en mano, sin permitirles pasar al patio interior, el del pozo. Ya no tenía miedo.<br />-Esta es la casa en la que se aparecen los muertos,-decía.-Yo los he visto y son de verdad. Viven dentro del pozo y suben en mi cubeta.<br />-¿Tu los has visto?<br />-He visto la cabeza de un romano. Y tenemos más...<br />-¿Más?<br />La gente morbosa se hacía preguntas, unos seguros de que la criadita decía la verdad, otros diciendo que todo eso eran cuentos chinos. Los fantasma no existen. Esa cabeza encontrada podía ser de un cartaginés o de un romano, una cabeza de hombre antiguo y, esas cabezas con tantos años, son como nada. No parecen de muerto.<br />Pero lo extraño es que la cabeza mortal tenía un disparo en la frente y eso eliminaba a los aspirantes antiguos, como sostenía en el casino don Pompeyo Romano, nuestro arqueólogo local, hombre docto.<br />-Esa cabeza no es prehistórica ni medieval, esa cabeza tiene un tiro en la frente. No es antigua. Es la cabeza de un asesinado. No interesa a la arqueología. Interesa más a la justicia.<br />Don Juan, hombre de letras, no era partidario de entrar en polémica con don Pompeyo, temía a sus silogismos. La última palabra la tendría el juez, hombre de leyes. Don Juan, muy ritual, cuando llegaba el Corpus o el día de la Patrona, desfilaba en la procesión con su tropa. Solía situarse justo detrás del alcalde, don Francisco, abogado en ejercicio, nuestro político local, hombre de mucha influencia en la provincia. Don Juan se revestía de capa azul con vueltas de terciopelo negro, cordoncillo dorado, condecoración y gorra de plato con filigrana. Era más mariscal de campo que jefe de municipales. Estas aficiones le venía del teatro. Repetía con frecuencia versículos memorizados de Calderón y de Mira de Amescua, su paisano. Más que hablar, declamaba. Don Juan era un poeta...<br />-Pero, don Juan...<br />-Ese asunto del cráneo hay que estudiarlo a fondo...<br />-¡Y tan a fondo! Como que ha salido del pozo.<br />-Su señoría está muy interesado en esclarecer ese misterio.<br />Se registró el pozo a conciencia y no apareció nada, que se sepa. El pozo estaba limpio de calaveras. Estaba claro que ese cadáver no se encontraba allí, tenía que haber sido muerto en otro lugar o sacado hace tiempo. Alguien había arrojado la cabeza al pozo. Pero,¿quién?¿Cuándo? ¿Cómo?<br />-Don Juan, no se quiebre la cabeza, en ese muerto se esconde un asunto de faldas...No se rompa la cabeza... Usted ignora muchas cosas de esa casa...<br />El forense hizo varios viajes a Granada y lo que se supo es que la muerte de este quien fuera había tenido lugar hacía veinte años más o menos, antes de la guerra civil.<br />-Ese muerto no es de la guerra, es de mucho antes...<br />-¿Quiere decir que fue asesinado?<br />-Presuntamente. También pudo suicidarse...<br />Estas respuestas aumentaban las cábalas del casino. ¡Un crimen en aquel pueblo sin que nadie se enterara! Inaudito. Parecía más propio que esa muerte se hubiera producido en plena guerra, en ese tiempo muchos habían perdido la vida. Un forastero, un refugiado...¡Un marqués!, se atrevían a decir algunos.<br />-Pero, ¡qué marqués! Si el marqués se mató en un accidente aéreo... ¡Vino en los periódicos! ¡Hasta la fotografía del cuerpo achicharrado.<br />-¡No diga usted tonterías! Aquel avión cayó en el mar y nunca se supo más de él... Toda la tripulación se ahogó en el Canal de la Mancha... Cuando quiera le enseño el ABC donde vino ola noticia...<br />-Yo no me creo lo que dice el forense,-siempre había un crítico de por medio.- Hace veinte años, en esa casa solo vivía la señora marquesa con su criada. El marqués nunca aparecía por aquí. Es más, murió en un accidente aéreo como contaron los periódicos. Yo sigo creyendo que ese cráneo es de un gascón...<br />El juez de instrucción no decía nada. Le gustaba escuchar todos los rumores, pero no se hacía eco de ninguno. Simulaba no prestar atención a comentarios. Pero él sabía que el dato del tiempo de esa muerte era esencial en sumario...También él recelaba de los periódicos... ¿Quién había visto el cuerpo del delito?<br />Se buscaba en las hemerotecas a la busca de un suceso criminal de ese tiempo, una desaparición o una muerte extraña, pero nada. Todas las noticias sobre muertes se referían a la guerra. Sobre la guerra se amontonaban los expedientes. Había muchos casos de decapitaciones...Era un enigma, un muerto en la revolución cuando tantos habían perdido la vida, era como buscar una aguja en un pajar. Esta muerte solo viene a aumentar la lista de desaparecidos, personas de las que poco o nada se sabe... <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoOaHeAZ0pxlBuHusNVYQB3TVPYMKaKjUAbQ8zv0u-PY4VwVnycJ67udeBBqHGLr6FHxMbrFBhf6nkL5UpA60YMZHU9zog78Aj1icwOjV2o1olS-ft_hyphenhyphen7uBZzjVboJg_p_Nqir0JC8lA/s1600-h/guadix62.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5292604535630970306" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 274px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoOaHeAZ0pxlBuHusNVYQB3TVPYMKaKjUAbQ8zv0u-PY4VwVnycJ67udeBBqHGLr6FHxMbrFBhf6nkL5UpA60YMZHU9zog78Aj1icwOjV2o1olS-ft_hyphenhyphen7uBZzjVboJg_p_Nqir0JC8lA/s320/guadix62.jpg" border="0" /></a><br />-¿Y usted que piensa?,-le preguntaba mi padre a don Juan.<br />-Yo tengo mi propio juicio, sospecho quién es el muerto, pero no hablará mi boca hasta que no hable el juez...<br />-Para mi que piensa como yo,-le decía mi padre,- Yo tampoco quiero aventurar una opinión. Antes de la guerra, por los años veinte, aquí los únicos que vivían eran don Herminio y doña Rosita, la bailarina. Ellos arreglaron la casa, trajeron pintores y la revistieron de modernidad. Yo vine alguna vez por aquí porque le llevaba al señor marqués las cuentas de su finca. En esta casa todo se volvían deudas. Se gastaba mucho dinero en joyas y en viajes. Luego el marqués se marchó...<br />Don Juan escuchaba sin decir una palabra. También se acordaba del señor marqués de la Vega, de su talante. Era un parisino. Lo que pasó es que doña Rosita se acordó de su vida de antaño, y decidió dejar París. Se volvió modosa. Se acabaron los abrigos de pieles, los visones y los coches de lujo. Se pasaba largas temporadas en la casa con su criada de cofia. Todavía conservaba su espléndida belleza.<br />-¿Se acuerda usted del Año del Globo?<br />Don Juan sonrió.<br />-Claro que me acuerdo. Qué jodío era el marqués. Hizo venir en globo, desde París, a sus amigos del cabaret. Qué jodío,-reía don Juan.-El cielo de esta noble ciudad se cubrió de aerostatos, amigos y amigas del marqués dispuestos a correr la gran juerga. De aquellas orgías se habló mucho en ese tiempo. Don Herminio era un hombre mundo. ¡Mire usted que traer a todo ese señorío desde tan lejos! Aterrizaron en los trigales, cerca de las vías del tren.<br />-¿Es verdad que paró el tren cuando pasaba?<br />-Paró el tren y todos los viajeros se bajaron para contemplar el espectáculo. Lo que allí pasará, ellos lo sabrán. Hasta el obispo condenó el escándalo en su misa dominical. Habló del gran pecado en una tierra decente...<br />-Lo excomulgó...<br />-Eso creo. Yo estaba con el señor alcalde en la Plaza cuando vimos volar aquellos artefactos sobre la ciudad. Todo el mundo se echó a la calle pensando que era el fin del mundo..Nunca se vio algo parecido. Globos de colores que transportaban damas y caballeros que saludaban con flores desde la canastita y arrojaban confites y serpentinas. Muchos creían que aquel jaleo era un circo, uno de esos grandes espectáculos que recorren el mundo. Aquí nunca se vio algo así. Esta ha sido siempre una ciudad tranquila.<br />-Lo recuerdo. Recuerdo que escribió usted un artículo en el Liberal saludando la llegada de la modernidad. Don Manuel Morera le contestó en El Imparcial con un poema.<br />La cita sonrojó a don Juan. Memorizó el artículo:<br />-“Días pasados, esta histórica y noble ciudad se vio invadida por una flota de bellos artefactos que se dirigían a la finca del señor marqués de la Vega Verde. Una flota de caballeros y damas que nos saludaban desde el cielo al pasar...”<br />-El “Año del Globo” titulaba usted su hermosa crónica,-remató mi padre, poniéndole más café al laureado poeta. Había venido el jefe de los municipales con la intención de echarle una ojeada al pozo. Los albañiles habían terminado sus pesquisas. Se había encontrado una llave, una almirez y varios cubos caídos en tiempos pasados. Chatarra.<br />-Un año inolvidable ensombrecido por la condena del señor obispo, que replicó a mi articulo con otro que tituló “El Año del Diablo”, que causó sensación. Vade retro. Verdad que don Herminio se pasó trayendo de París aquel elenco de bailarinas del cancán. Esta no era ciudad para eso...<br />-A don Herminio se le veía poco por la ciudad, siempre estaba en Madrid o París. Aquí solo tuvo un amigo, don Porfirio el Cubano, que había vivido en La Habana. Congeniaban.<br />-A don Porfirio se lo llevó la revolución...Lo sacaron una noche de su casa y le dieron el paseo. Después de la guerra toda la familia se volvió a Cuba.<br />-Eso se contó,-chanceó don Juan con la taza en la mano.- La verdad fue otra. Ese que encontraron sepulto en el río no era don Porfirio, era un tal Ramón que se le parecía mucho. Don Porfirio escapó de la quema y se refugio en la casa de Juan Cortés, el jefe político y de allí, con un salvoconducto, se fue a Cuba.<br />-¡Ah!<br />-Ya ve usted, la historia no siempre es la que se cuenta.¡Si yo le dijera! Pero mis obligaciones policiales me obligan a guardar silencio.<br />La misma historia sobre el marqués y la bailarina comenzó a ser tema cotidiano de tertulias. Todos conocían la vida loca del señor marqués. También llegaban hasta aquí los magazines de la época, los reportajes fotográficos, los raids automovilísticos con sus héroes... Y allí aparecía la bailarina madame Rosita, la hija del carpintero que emigró con su familia a Barcelona, haciendo cabriolas como una circense...¡La reina del Folies Bergere! Hubo gente que fue a París solo por verla. Pero las cosas no debieron ir bien en la casa a partir de la visita de la “gran flota”, como muchos llamaban el arribo aéreo de los aerostatos. Unos hablaban de crisis matrimonial, otros de ruina. Don Herminio debió quemar naves con aquella aventura, pretendiendo apoderarse del capital de su mujer. Pero la bella otero no se dejó convencer por las seducciones de su marido...<br />-Don Herminio era portugués,-comentó mi padre.<br />-Eso nadie lo sabe. El decía siempre que era un Braganza, pariente del rey don Carlos que murió asesinado con su sobrino en Lisboa. Pero puede que no sea cierta esa historia. Don Herminio no era muy creíble...<br />-Pero era marqués.<br />-Quizá. Eso ponía su tarjeta de visita.<br />Todos recordaban la noticia que vino en los periódicos de que don Herminio de Sousa, marqués de la Vega Verde, nieto de don Pedro de Braganza, el del retrato que había en la casa, había perdido la vida en un accidente de aviación volando de París a Londres. Doña Rosita viuda se vistió de luto y se encerró en su casa. Raramente salía a la calle.<br />-Dicen que se puso a escribir sus memorias.<br />-Todas las semanas venía de Granada un periodista de El Imparcial para tomar sus notas y ordenar su material epistolar y fotográfico que la famosa madame Rosita guardaba bajo llave en un arcón.<br />-Doña Rosita murió pronto. Me parece que murió el año del accidente de los pilotos belgas que se estrellaron en las eras.<br />-No estoy seguro del año,-replicó don Juan.<br />Se cerró la casa. Se desconocían los herederos del marqués. Decían que doña Rosita había donado la casa al obispado, pero no fue cierto. Don Rosita murió sin testar. A última hora apareció un heredero de la señora que vivía en Barcelona. Luego vino la guerra...<br />-Vino la guerra y vinieron los refugiados, que se hicieron los dueños de la casa. Aquel lujo de muebles, cuadros, cortinas y trajes desapareció en cuatro días. Se salvó el retrato de don Pedro que nadie se atrevió a tocar...<br /><br /><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5294024504424168962" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdO24zfXsY7m9ghzBXz1pEm_NV9IXosbxQ29y0LfAPn51S71HtEjCJWnvlVacfNsRsabLjLdnCdPiz8Qnu6OXGst5EiMCoKSIEob4sgDViTkvZeuU1IwU_WWAJUTCuPkx-QW53I_Tv6C8/s320/51279-guadix-plaza-de-las-palomas.jpg" border="0" /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><div align="justify"><em>LA CASA NÚMERO SEIS, novela inédita de José Asenjo Sedano. Capítulos 2 y 3.-2008.-NOVELA POR ENTREGAS</em></div></div></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-86816115836849487122009-01-09T20:09:00.003+00:002009-01-09T20:25:27.435+00:00LA CATEDRAL DE GUADIX<div><br /><br /><div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5289391756874752226" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5UuJ4mW3bqdoDeo20UaCZWAj401pfDMyFJF0kOp-NTdOAYK30lnAXgXuD-B1hGEMDYLG_d_dtcsWfwVF4VZUcdBeEJuXcAuqGlr6c2Qd5ct_bSMA6VXFovaCj_mowOqlS8snCOIgHQnk/s320/B+01+-+Messiah+Catedral+Guadix+-+00404.JPG" border="0" /><br /><br /><br /><div align="justify">Artículo publicado en el periódico IDEAL, de Granada, el día 9 de enero de 2009, firmado por el Prof. Don Francisco Hernández Cruz.<br /><br /><br /><br /><br /><br />De todos es sabido que las ciudades que son sede episcopal sin coincidir en ellas la capitalidad de la provincia tienen un aire, un algo, un 'tufillo', que diría el castizo, que las definen. Para mostrarlo, ahí están Segorbe, Jaca, Tuy, y tan largo etcétera cuantas las hay en España, para no salir de nuestro entorno sociocultural. En estas ciudades, ¡qué duda cabe!, la catedral suele ser el edificio más importante, el más artístico, el más elogiado y, por añadidura, el más visitado Pero no termina ahí su mérito. Suele constituir, y almacenar, consecuentemente, elementos, de fábrica o no, de gran valor, formando un singular centro de arte en definitiva. Y como tal influye en el pueblo que la rodea, contribuyendo a elevar el nivel cultural de sus habitantes... La que nos ocupa, la de Guadix, ha ejercido esta influencia desde la finalización de sus obras. Ahí está, reconociéndolo por escrito, su ilustre hijo don Pedro A. de Alarcón.<br />Pero también se dice que una catedral no es tal, no alcanza la "nobleza" que merece su rango en tanto no tiene su testimonio escrito, su "testigo", su libro en definitiva. Pues bien, la de Guadix, desde hace un año, posee su "magna splendore" en forma de una soberbia publicación, profusamente ilustrada con extraordinarias fotografías, en cuya ejecución participaron ilustres personalidades de las universidades españolas, y otros eruditos, todos próximos a la primogénita diócesis hispana. En prácticamente cuantos capítulos conforman tan magna obra se nombra en nota, como no podía ser de otra forma, a otro ilustre paisano, hijo predilecto de la ciudad, al doctor don Carlos Asenjo Sedano.<br />Y no podía ser de otra forma, decimos, porque este investigador, que podríamos considerar sin error como la "fuente" y "guía" de cuantas indagaciones histórico-culturales se han hecho en la Accitania, ya en 1962, dio al papel "La Catedral de Guadix", trabajo de investigación que, publicado primeramente en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, de Madrid, le valió, además, el primer premio de monografía histórica de la Excma. Diputación de Granada. En él buceaba el autor, a través de documentos sin clasificar entonces, y que hoy forman parte del Archivo Diocesano, en cuantas vicisitudes recogió la escritura a lo largo de los casi tres siglos que hubieron de transcurrir en su construcción. Desde la Bula de erección, hasta el acta de bendición; desde el inicio de la obra, hasta su culminación, con cuantas circunstancias ¯obra y maestros, relaciones laborales, dinero y su cotidiana falta, materiales y desechos, etc.¯ concurrieron en tan dilatado período; todo estaba allí contemplado. De ahí su ser de "fuente" indiscutible.<br />Ahora, Cabildo y Obispado, con la colaboración económica de la Fundación Caja Rural, parecen reconocer esa paternidad con la reedición de aquel libro del pasado siglo. Pero en él, el profesor Asenjo Sedano no se limita a repetir lo dicho en el 62 y posteriormente en 1977, sino que actualiza al día la realidad catedralicia accitana, lo que no hacía aquella maravillosa obra que apareció el año pasado Así, bajo su pluma pasan las magníficas imágenes, del joven maestro escultor Ángel Asenjo Fenoy, que van poco a poco completando el vacío que en el coro dejó la desgracia española del 36, y en nota nos informa incluso de las personas que sufragan sus costes. Contempla asimismo la extraordinaria copia de La Piedad que, también destruida (¡y en qué forma!) entonces, en la parroquia de Santiago, señorea hoy su hermosura presidiendo el grandioso trascoro de la catedral accitana. En verdad resulta increíble, para quienes jugamos con aquellos pedazos de mármol, a modo de pelota y canicas, el resultado logrado por las habilísimas manos de la escultora Mª Ángeles Lázaro, quien también es autora de las imágenes, ahora en mármol, que ocupan las hornacinas de la fachada principal catedralicia. Estas imágenes, nos informa don Carlos Asenjo, representan los siete Varones Apostólicos y San Pedro, como el primero de los obispos. Al igual que las anteriores, fueron costeadas por suscripción popular, y también, en nota nos informa de quiénes participaron en la misma. Tampoco ha escapado a la sagacidad del investigador la nueva ubicación del remodelado y coqueto Museo catedralicio, ahora ocupando dependencias, como la sala del "chocolate", anexas al templo.<br />Pero, además, el avezado profesor nos muestra cómo su labor investigadora no cesa y, como consecuencia, nos ofrece nuevos datos de algunos aspectos ya antes tratados, como la autoría de los cuadros de la girola, por ejemplo.<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuKTAy7mwTd_H7y0WlB0a-4Hg3bXNPOacPP-S-34wIlS8CgkepuI1IZq6U-ai61qxskMXr6H5eQPyZP-zZTN4s4f-9ePD7pz6tv5N2onM2gTLYfVK27p5U6xb1iT0ZfWyLb5l9QP1BOdY/s1600-h/altar+mayor.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5289392051500282306" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 212px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuKTAy7mwTd_H7y0WlB0a-4Hg3bXNPOacPP-S-34wIlS8CgkepuI1IZq6U-ai61qxskMXr6H5eQPyZP-zZTN4s4f-9ePD7pz6tv5N2onM2gTLYfVK27p5U6xb1iT0ZfWyLb5l9QP1BOdY/s320/altar+mayor.jpg" border="0" /></a> </div><br /><div align="justify"><br />La nueva edición contiene, sobre la de 1977, una dedicatoria a la esposa e hijo del autor; la cita textual donde el novelista accitano don Pedro Antonio de Alarcón confiesa la influencia recibida de la catedral, una "presentación" del Excmo. y Rmo. Sr. don Juan García-Santacruz Ortiz, actual Obispo Emérito de la Diócesis accitana, y un prólogo del Rvdo. don Antonio Fajardo Ruiz, director del Secretariado para el Patrimonio Cultural de la Diócesis, acompañado todo de un magnífico apéndice fotográfico, que sustituye las otras en blanco y negro que aparecían en la edición de 1977, del que destacamos, por inédita, al menos para quien esto escribe, la fotografía de la cripta de la capilla redonda, de don Tadeo, o de San Torcuato, que de todas estas formas se la conoce.<br />En resumen: magnífica reedición de una obra que debe enorgullecer a su autor, el dr. don Carlos Asenjo Sedano, a sus múltiples alumnos, hoy también investigadores, que será fuente nuevamente de cuantos trabajos se realicen sobre la catedral accitana, pues la anterior estaba completamente agotada desde hace décadas, y que es clar<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMe3NnI0PRamuOD_jBtA47HVRIRCsBWWymxkfmLuO-5_6R8m9pk0kpwmBmM3KA67lH52zScM1epLa2RxDdBVoceaPatnDPRN_2e6a_1r2R69nLZ86Vf3Kq2pZ1ySAip9ySb8yoF3AGYUw/s1600-h/Catedral-de-Guadix-Provincia-de-Granada_9754.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5289392462240852690" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 248px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMe3NnI0PRamuOD_jBtA47HVRIRCsBWWymxkfmLuO-5_6R8m9pk0kpwmBmM3KA67lH52zScM1epLa2RxDdBVoceaPatnDPRN_2e6a_1r2R69nLZ86Vf3Kq2pZ1ySAip9ySb8yoF3AGYUw/s320/Catedral-de-Guadix-Provincia-de-Granada_9754.jpg" border="0" /></a>a muestra del tesón investigador de su autor.<br />Decir, finalmente, que la obra se presentó al público el pasado día 20 de diciembre, sábado, en el salón de actos del Obispado accitano. Allí pudimos dar personalmente el abrazo que, desde estas líneas, enviamos también a nuestro admirado y querido profesor. </div></div></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-907198440838725732009-01-06T08:29:00.003+00:002009-01-06T10:45:53.426+00:00MI CALLE DE LA CONCEPCIÓN<div><br /><br /><div align="justify"><br /><em>Reproducimos el siguiente artículo de CARLOS ASENJO SEDANO, publicado en el periódico IDEAL, de Granada del día 6 de enero de 2009 por la aproximación sentimental y poética que tiene con el autor de este blog, habitante familiar de aquella calle inolvidable, paisaje de una de mis novelas inéditas cuyo primer capítulo se publica en estos cuadernos literarios. </em></div><br /><div align="justify"><em><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLp0suCmlP9pmXqjZ0_1-GSZReL_1yekGn-VHRT6ZaENPt-ys44tHHV06MivQKJaXjO1mPbz0HN2rB5Xhg6K5x2NQ9GQ-E1zGaQPbgt5XFD1YRAvEHEpa29sSsi_ytvegdsy9wB76_slw/s1600-h/CARLOS+ASENJO.bmp"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5288129432922727474" style="WIDTH: 230px; CURSOR: hand; HEIGHT: 233px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLp0suCmlP9pmXqjZ0_1-GSZReL_1yekGn-VHRT6ZaENPt-ys44tHHV06MivQKJaXjO1mPbz0HN2rB5Xhg6K5x2NQ9GQ-E1zGaQPbgt5XFD1YRAvEHEpa29sSsi_ytvegdsy9wB76_slw/s320/CARLOS+ASENJO.bmp" border="0" /></a><br /></em><br /><br />SINUOSA, curvilínea, casi con nostalgias de mujer seductora. Estrecha de cintura como una avispa y de cuello largo como un cisne plantado en espera de un amor. Bonita desde los pies de su estrecha entrada, a la cabeza egregia de su acceso a la fortaleza murada donde Ibn Aljatib asentaba el poder y la gloria de los nazaríes. Vieja alacaba de aquellos musulmanes maliquíes de antaño por donde discurría el hilo que ataba la mezquita almohade a la morada del poder, la alcazaba, a la sazón pletórica de almalafas, hoy, luego, después, sólo melancólico camino por donde los seminaristas aún con sotanas y buenos propósitos, debidamente pastoreados, se desplazaban desde su mansión comunitaria aquella de los deudos del maestre don Lope de Figueroa, el de Lepanto, ese que, más tarde, corriera a Flandes por el mítico camino español a más velocidad pedestre que haya hecho, hasta hoy, ningún soldado con sus tropas, a la sazón nada menos que los Tercios de España, aquellos cuyo capitán era el de «la torcida espada, el de la capa colorada y el buen caballo alazán», mientras sus soldados prometían a la moza de la esquina, confiada y enamorada, ante el Cristo de su pueblo, volver enseguida, que sólo se trataba de ir por tabaco, como aquel Diego de la fábula y el romance, que después y por siempre se olvidaban del camino de vuelta. Y es que las flamencas, decían, eran de mantequilla derretible al menor calor de aquellos soldados de acero y leyenda. «¡Capitán de los Tercios de Flandes»... Un suspiro, un desmayo y la gloria del Paraíso que no conocieron ni el Dante ni Don Quijote. Ni posiblemente el bribón de Don Juan ni quizá el sibilino y astuto Casanova.<br />Y tras los románticos y los ismos, ese camino secular, antes que alacaba, decumanus romano colonial, acabó siendo, por arte de la guerra y de la paz, porque no hay guerra que cien años dure, aunque la llamada 'De los cien años' recuerdo que duró hasta ciento dieciséis, pero, con todo, ahí acabó, si bien otros aseguran que la secular Guerra de España, sea entre romanos y cartagineses o entre moros y cristianos o la más reciente entre blancos y negros, es negocio de nunca acabar ; ese camino, digo, acabó siendo mi calle y morada de la Concepción, pletórica de monjas concepcionistas, a veces enamoradas, recompuesta por el Barroco clerical de la mano de ese dramaturgo misterioso y escatológico que fue el doctor don Antonio Mira de Amescua y el otro mecenas converso que fue Ruy Páez de Sotomayor o Ruy Méndez de Sotomayor, cuando el cambio de apellidos trataba de camuflar dilatadas tragedias familiares mientras nosotros niños jugábamos con pelotas de trapo y cometas de caña y papel con mucho hilo y siempre la mirada en el cielo.<br />¡Mi calle de la Concepción¡ ¡Cómo la recuerdo y la añoro hoy, distante en el tiempo y en el espacio¡ Por allí, niño desconcertado de la posguerra, boquiabierto ante la maravilla salvada, a pesar de todo, de la vida y de la mole catedralicia, correteé cuanto pude desde el caño al coro, desde la escasez a la mocedad, desde la escueta lectura de una flaca enciclopedia a la biografía atormentada de lord Byron, aquel famoso cojo de los grandes éxitos amorosos de todo cojo, a los complejos y atrevidos versos de Catulo o a los otros más ortodoxos de Virgilio y Horacio, pasando por los floridos campos de Shakespeare, Cervantes o Montaigne, deslumbrado ante el otro mundo que había detrás de tanta letra, tanto genio y tanta humanidad, cuando descubrías que el mundo era aún más dilatado que la plaza de tu pueblo y el vuelo corto de sus palomas, sin dejar, por eso, de pelear con toda clase de perros y gatos y hasta ratas y lechuzas. <img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5288130038459266690" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 274px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjNeGRAOfhHJYvdsR9A6Qch3xg4PCEWdHBIdeQZTmUcHCsCMa79v7kDBMz_hzqieczxGannwb4GKGJ_TmXqz9RiYR9dJALLOsXaxRx-blp2BeWpKluoAk9X9xAhRIhe1xFIZju0x6SvuWw/s320/guadix62.jpg" border="0" /><br />Allí, en aquella calle de la Concepción, viejo palacio de los Guirales, de los doscientos caballeros de la Reconquista y la gloria, de la repoblación y el expolio, viejo palacio de vetusta heráldica y escondidos misterios, allí también, por primera vez, se me hicieron visibles las muchachas en flor, aunque larguiruchas y flacas, a caballo de miradas melancólicas, sin saber lo que querían ni lo que pretendían, largas noches de vigilia y desasosiego tras las páginas de cualquier libro de Bécquer nunca acabado de leer mientras la lluvia salpicaba los cristales «y caía la nieve y no estabas tú»; «cuando el sufrimiento erótico, según Proust, no tiene límites y todo amor sexual es trágico». Y recordaba, después, aquello que decía Freud, que uno se enamora para evitar la enfermedad, mientras su colega Proust afirmaba que el amor era algo así como descender al infierno de los celos Y uno pensaba que acaso ambos llevaban mucha razón, muchísima razón<br />Allí, en aquella calle de la Concepción, no mucho después, también acabé por recibir la primera carta de amor confuso procedente de algún lugar secreto y escondido de la geografía de la gloria, allá al otro lado del mundo donde, decían, habitaban las huríes del profeta.<br />Y luego, otras cada día más fogosas. Cartas de letra prieta, de tinta morada, que parecían decir mucho sin apenas decir nada, con acaso algunas promesas imaginadas más que escritas con el extraño encanto de precipitar alocadamente los latidos de un corazón que creía morir de manos de más esperanzas que realidades. Cartas rítmicas, como el domingo de todas las semanas; cartas desesperadas por incomprensibles en sus promesas a largo plazo, por sus celos encubiertos. Cartas entre mágicas y simbólicas, quizá cabalísticas, que convertían el ínterin de la espera de la secuencia siguiente en un tormento de difícil incomprensión para aquel adolescente mozo sin barba que afeitar aún que se creía un discípulo de Don Quijote el de La Mancha, envidioso de aquel Romeo que debía partir en cuanto cantaba la alondra, al tiempo que ella jugaba a la gata y el ratón..<br />De aquella casa y calle de la Concepción, tan bonita y tan romántica, también un día salí vestido de soldado, desde hoy, entonces, casi un niño, para coger y aprender el arte del fusil, de la ametralladora, de las bombas, de la guerra , mientras desde el balcón, los míos, me veían partir, de momento a una guerra incruenta, que nadie sabía en qué podía acabar. Con mis pesados botos de soldado, con mi gorrillo pinturero del que colgaba aquella borla inquieta que no cesaba de bascular de un lado a otro, quizá mudo testimonio del acelerado tic tac de su corazón camino de lo desconocido, sin móvil ni tarjeta de crédito, y sólo la esperanza a caballo de una carta y un retrato de aquella divina mujer de la ilusión. Pero todo era, decían, por amor a la patria, y cuando el bosque se quemaba algo nuestro se quemaba, hasta que supe que el bosque era sólo del señor conde.<br />Cuando volví, ya a mi calle de la Concepción era otra cosa, acaso porque ya no era yo el niño de entonces, aquel surgido de las penumbras de la guerra, del humo de las bombas, de las cartas intranscendentes y sin sello de aquellas presuntas ingenuas enamoradas, con remite camuflado y sólo promesas entrevistas, sin despedidas apasionadas o cabalísticas. Ni por allí ya transitaban seminaristas de sotana y apenas monjitas jóvenes Yo ya era un hombre, o eso al menos lo creía yo con mi incipiente bigote, aunque hoy veo que todo era presunción de ignorante de corta edad y mucha ilusión, porque un hombre es un saco de decepciones y de ilusiones frustradas, a pesar del bigote y hasta de la barba, empezando por los Reyes que ya eran los padres, y la patria que sólo era una excusa del poder y quizá sólo una entelequia.<br />Pero, con todo, y a pesar de la mejora, si es que mejora nos ha traído el tiempo de las vacas pingüedines, el recuerdo de aquella calle y casa de la Concepción, hoy ya destrozadas y reconstruidas, me llena de melancolía el alma y el recuerdo cuando ya sé más de fusiles que de poesía.<br />Y, además, sin recibir las cartas almibaradas de antaño, mientras el Fisco aguarda siempre con la cesta presta del impuesto o la otra de la sangre, mientras yo, boquiabierto, me preguntó qué fue de todo aquello de mi juventud perdida.</div><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><div align="justify"><em>CARLOS ASENJO SEDANO, en el periódico IDEAL, de Granada, 6 de enero de 2009, Epifanía del Señor.</em></div></div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-1540227707100125082009-01-04T09:36:00.006+00:002009-01-19T08:14:04.673+00:00LA CASA NÚMERO SEIS (Capítulo 1)<div align="justify">(NOVELA POR ENTREGAS)</div><div align="justify">AUTOR: JOSÉ ASENJO SEDANO<br /><br /></div><div align="justify"><br /></div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5287375750566345346" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 237px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5fDIejmGtGvVZNxbRBx4rM7WbRzG5q2f2bK8rVxZsbLE3-nd-CGCz_MJGIVKvjslpJvTnxuWrUb3Vf6NRFHxY18r0pAx8TKyE9LHEliIrAiTZf1H7jXNv9orT65m1gi5e3V63y6mCy24/s320/guadix3.jpg" border="0" /><br /><div align="justify"><br />Nuestra casa, aquella que alquiló mi padre cerca de la catedral, una calle angosta, empedrada, estaba justo entrando a la derecha, la número seis, una calle que fuera de nobles y eclesiásticos. A esa calle y a esa casa nos llevó mi padre nostálgico recién terminada la guerra. No le gustó a mi madre aquella casa antigua y destartalada, con salas y habitaciones inservibles, consecuencia de los sucesivas transformaciones que la casa había experimentado con el tiempo. Por su aspecto de cuartel, durante la guerra, la casa había sido convertida en albergue de refugiados que, venidos de la guerra, era por eso casa de malos recuerdos. En sus orígenes, contaban, había sido casa señorial, casa <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsjp660wmf1Bke16sIDUWQchyphenhyphenUneTJHFk_c_KnaHfvO8lGer_LO4OdCZ5_R_D_g9SRUJFMgExek9pL5IkT2rmJ3q_xsUNikYreWhvE4rqf8jx7AiywkpXSC7z9py1H2VvV1l2_8kqq9JI/s1600-h/guadix62.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5287375080985786594" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 274px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsjp660wmf1Bke16sIDUWQchyphenhyphenUneTJHFk_c_KnaHfvO8lGer_LO4OdCZ5_R_D_g9SRUJFMgExek9pL5IkT2rmJ3q_xsUNikYreWhvE4rqf8jx7AiywkpXSC7z9py1H2VvV1l2_8kqq9JI/s320/guadix62.jpg" border="0" /></a>de marqueses que, con el tiempo, hicieron almoneda de sus bienes.<br />La casa, como digo, conservaba vestigios de su pasado, puertas blasonadas y frontispicios. El salón grande en el que nosotros dormíamos, (éramos muchos hermanos), tenía rico artesonado cabalístico con estrellas y rombos dorados, las paredes con pinturas de rojo y dos balcones a la calle. Mis hermanas dormían en otro salón con ventana de reja a un recibidor, pero menos aparatoso. Supimos que, durante la ocupación francesa, el salón donde dormíamos había sido despacho del general francés jefe de ocupación. Muchas noches, en el silencio, nos parecía oír sus pasos perdidos, botas con espuelas, sus toses y ronquidos, sus pedos, que desaparecían con el alba. Quizá aquellos pasos fueran de los muchos gatos que habitaban la casa y que aprovechaban la noche para recorrerla. Temprano, nos despertaba la campana del Sagrario de la Catedral tocando a misa. </div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5287408696675937682" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 252px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHr_bbsdtG-_bp-IFWTxVqEvC-KfNROO7r2lfOvdSGqZ7PLh1qZdi-pBYomkZVASPvkhaI2kFyPAt9U4yvkGYq6uOWycrZe4kyFImrixs-HOhPVTssLoNLorPfhW1S-oNSzXfp2ANmFmQ/s320/pintura_guadix27.jpg" border="0" /><br />Veníamos del exilio de un pueblo cercano, como a seis kilómetros, un bello rincón en un valle frondoso, a dónde nos llevó una noche de guerra mi padre, con otros refugiados, huyendo de los bombardeos. Fueron aquellos años de nuestra niñez los más gratos de nuestra vida. En ese pueblo aprendimos a amar la naturaleza, lejos de las bombas que se oían desde la solana. A veces era el zumbido de los cañones y el paso de los soldados de infantería cargados con sus fusiles y sus mantas. Siempre nos sorprendían las canciones de la tropa cuando pasaba en largas columnas de camiones como si fueran de excursión, alegría que nosotros, con el puño levantado, compartíamos siguiéndolos por la carretera. Aquel pueblo era un oasis donde se oían los pájaros y se veían las yuntas y los labradores con sus mulos en el campo como si no hubiera guerra, la peor de las guerras.<br />Nos trajo mi padre a esta casa antigua cuando la guerra terminó, una casa que nada se parecía a aquellas en las que habíamos vivido, casas de labriegos, con corrales y gallinas, con muchas pulgas y ratones. Esta de ahora, próxima a la catedral, estaba cerca de la casa en que mi padre había nacido y se había criado de niño, lo que fue un reclamo para él, pese a la oposición de mi madre, que se había criado en un barrio más alegre y popular. Aquí, en esta casa lúgubre, mi madre se pasaba las horas de la tarde sentada en su silla de anea en el balcón pendiente de la gente que no pasaba por la calle. Nadie, y por eso mi madre lloraba echando de menos su calle de San Miguel, de la que no dejaba nunca de hablar. Hablaba de sus padres, de sus hermanos, de sus vecinos, de la iglesia en que se había casado. Suspiraba y decía apenada que esta calle y esta casa donde ahora vivíamos era su cárcel. ¡Una prisión! No la soportaba y tenía sus razones. Llegamos a esta casa recién venido el verano, en 1939, cuando la guerra se había terminado. Era el Año de la Victoria. La ciudad estaba llena de pintadas y de retratos de Franco, el Caudillo, y de José Antonio, Presente. José Antonio había sido fusilado en la cárcel de Alicante. La ciudad estaba llena de soldados inactivos. Al atardecer, se oía el redoble del tambor y el sonido de las trompetas. Era la hora de arriar las banderas en los cuarteles, la hora de la retreta. Todo el mundo permanecía firme, brazo en alto, mientras se oía el himno nacional. Eran tiempos de paz y eran tiempos de guerra. Tiempo de prisioneros, de muchas cárceles, juicios sumarísimos y de mucha gente todo el día en la calle sin saber dónde ir. Pronto supimos por los periódicos que los alemanes preparaban otra guerra y, meses después, invadieron Polonia, Austria y pondrían sus cañones mirando a Francia. ¿Adónde quería ir este mundo cruel? <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgE5XPeQjVTAnOluIGlpY99MGWhUnWYyAeEva3RDB3i1Now3XMLq4wb77vVlHOZgUlgF58CSFzlVPAGp72ex4M1jANc8dgDbqozVDeaUBMUb4nphtUhTxjdQuAiNlGu8B0RkX7iar-dTEI/s1600-h/alcudia.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5287374447483280098" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 190px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgE5XPeQjVTAnOluIGlpY99MGWhUnWYyAeEva3RDB3i1Now3XMLq4wb77vVlHOZgUlgF58CSFzlVPAGp72ex4M1jANc8dgDbqozVDeaUBMUb4nphtUhTxjdQuAiNlGu8B0RkX7iar-dTEI/s320/alcudia.jpg" border="0" /></a><br />Pero nuestra obsesión era nuestra casa que pronto empezamos a llamar casa de fantasmas, porque eso era en verdad. Era mucha la gente que había pasado por aquí. Muchos también los muertos. Además, lo peor, es que había sido casa de soldados franceses invasores, que no dejaban de pasearse por los salones. Siete hermanos, luego nueve, organizábamos excursiones por patios, salas y sótanos en busca de vestigios pasados. En el sótano, clavada en un nicho, encontramos un puñal moro que resultó ser de un miliciano. También encontramos un pistolón oxidado y una dentadura postizo, que arrojamos al pozo. Ese era nuestro tesoro. Si orinábamos en el suelo del sótano, nos sorprendía comprobar como la meada rápidamente era tragada por la tierra. ¿Qué habría debajo? ¿Sería verdad que existía un pasadizo como decía la gente? Este barrio, había sido barrio latino, calle de romanos. Se habían encontrado muros y restos de termas y hasta una tumba argárica con el cadáver encogido de una niña de Almería. Seguro que estábamos en la cumbre de una montaña de pueblos antiguos, enterrados allí...Un cementerio.<br />Y luego estaban los refugiados, los últimos inquilinos de la casa. Decenas habían vivido aquí repartidos por sótanos, patios, salas y torres, salvo el cuarto del marqués de la escopeta, como le decían, una pintura de don Pedro de Braganza, que había sido negrero y pirata en el Brasil, retrato al que todos temían. Don Pedro aparecía en el cuadro empuñando un arcabuz, desafiante y feroz, al que nadie se atrevía a mirar...Aseguraban que el negrero estaba vivo, que miraba con ojos amenazantes... <img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5287407953616603506" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 274px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgv7AXr1Shee09gtLJQWpGHUiLD4HgOgoAYHP5V37MtQG0edJPbWd9frK3IP4rcwETFYghiOD7WI3URO6l9MGx2FbIuEH4PrTG-Ta2zGohuXgp6ZdyoIAR5CzOwpt5mAKwzjbha0LafDI4/s320/guadix62.jpg" border="0" /><br />-¿Quién es ese demonio?,-preguntó asustada mi madre el día que lo vio.<br />-Es don Pedro de Braganza, el marqués,-le dijimos.<br />No quiso verlo más.<br />Eso mismo les pasó a muchos refugiados. Nadie se atrevió a tocar ese cuadro maldito. Nunca. Todos temían la mirada del marqués. Tenía fuego en los ojos.<br />Los refugiados que vivieron aquí durante la guerra procedían la mayoría de Málaga, huidos de su ciudad cuando el ataque fascista de los italianos. Fueron corriendo por la costa hasta Almería perseguidos por las baterías de los barcos alemanes. Muchos perecieron en la carrera. Eran gentes del Perchel y otros barrios. Mi madre, cuando pasaron desaliñados y muertos de hambre por la aldea feliz en que vivímos, a una mujer tuerta que llevaba una criatura llorosa en sus brazos, le preguntó qué había pasado en Málaga con los señoritos.<br />La mujer, con aire triunfal, dijo jocosa que a todos los habían tirado por los balcones. Y añadió:<br />-En Málaga no ha quedao un señorito...¡A todos les hemos dao el paseo! ¡Amolaos!<br />Aquella barahúnda pasó por nuestra casa de ahora, pronto saqueada, vendidos o destrozados sus muebles, arrancadas las cortinas y los marcos de las ventanas, quemadas sus puertas para cobijarse del frío durante el crudo invierno. Sólo se salvó la sala del pirata portugués que defendía feroz su terreno. Cuando nosotros llegamos a la casa, se había recompuesto lo que se pudo, se habían quitado los pasquines bélicos en los que se veían soldados con casco diciendo ¡no pasarán!...<br />Con todo, mi madre no dejaba de repetir:<br />-Esta es una casa triste. Pura mugre.<br /><br /><br /><div align="justify"></div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5287376371596081026" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiIyve-RXryCEaGfo4mUOs94L3OjrwMivoaW79HQxYzcNq-I2sWKCWleH0s6ysts3KdBN8zULIcVT7ntw8zvM4w0RIKOv4CLaa0MzJgIFc0kI_uFExCIJvRj7J401DF0mJ5C5J_9GOYu-Q/s320/nieve+guadix.bmp" border="0" /><br /><br /><br /><p align="justify"><br /><br />Mi madre enlutada, había perdido dos hermanos en la guerra.Uno de un lado y el otro, del otro. No se consolaba. Siempre se tuvo por una perdedora.<br />-¡No me gusta la casa!,-no se cansaba de repetir.-¡La odio!¡Toda la casa huele a mierda!<br />Nosotros empezamos a no hacerle caso. De noche, cuando estábamos acostados, oíamos a mi padre y a mi madre discutir siempre por lo mismo, por la casa miserable. Mi madre le echaba en cara su empeño en venir a vivir una casa noble, ahora más innoble que ninguna. Mi padre había conocido la casa en sus años pujantes, cuando vivía la marquesa.¿Qué marquesa?, decía mi madre.¿Quien va a ser?, decía mi padre: ¡La marquesa!</p><p align="justify">-¡Una mierda para la marquesa!</p><p align="justify">De noche teníamos que aislarnos con llaves y cerrojos por miedo a los fantasmas que se quedaban fuera, dueños del resto de la casa. Porque era cierto que la casa estaba habitada por fantasmas, todo el mundo lo decía.<br />-La casa número seis está llena de fantasmas. Y a esos no hay quien los eche.<br />Por mucho que se empeñara mi padre, por mucho que fueran sus loores a la famosa marquesa que vivió en París y fuera bailarina famosa, aquella casa no era casa para vivir. Algunos refugiados murieron en ella, como fue el caso de Hermes, un músico excéntrico, nadie sabía de dónde vino, que perdió a su hija de tisis, una niña blanca como la nieve, rubia, que recitaba francés ante la admiración de los demás refugiados que la escuchaban con respeto. Se murió de hambre, pese a que su padre vendiera su sangre en un cuartel de soldados...<br />-La niña de Hermes murió de hambre. Se murió con un pedazo de pan en la mano que no pudo roer.¡Pobre niña!<br />De noche oíamos a aquellos fantasma del patio, se les oía toser y hablar. Uno de esos, pensábamos, tiene que ser Hermes, el artista, llorando a su hija a la que todos, con sus andrajos, acompañaron al cementerio cantando la Internacional.<br />Por la mañana, cuando descorríamos los cerrojos y bajábamos al patio, nunca había nada. No encontramos a Hermes, no se veía a nadie. Pese a todo, a las penas de mi madre, en esa casa nos nacieron dos hermanos más. Hubo que poner otra cama para los nuevos huéspedes nacidos después de una guerra...<br />-Estos niños no han conocido la guerra y, sin embargo, la han perdido como los demás,-decía con lágrimas mi madre.-No se librarán del hambre. La guerra es una mierda,-no dejaba de repetir.<br />Y no se libraron. Por entonces, la gran guerra ya había alcanzado su cenit. Los alemanes desfilaban al paso de la oca por toda Europa, se les veía ufanos en los noticiarios que ponían en el cine cuando íbamos a ver películas del Oeste habladas en inglés... El mundo pertenecía al III Reich y a Hitler, cuyos gritos guturales rompían la armonía del mundo. Tanques, bombas, cañonazos, ejércitos compactos, ruinas, muertos, muchos muertos... Francia, Inglaterra, Holanda, África, Rusia... ¿Nosotros? Nosotros pendientes de los partes de guerra, de la radio de Londres o de la Pirenaica...nos moríamos de hambre... Muchos españoles se fueron a Rusia a luchar contra el comunismo...No había trabajo. Ni comida, ¿qué hacer? Preferible era la aventura... Nuestro maestro experimentado decía que eso de ir a luchar por ahí, era una tontería, todas las guerras son siempre de hombres contra hombres. Son hombres los que mueren. Además, si no hubiera hambre, no habría guerras...No tendríamos tanto tiempo para luchar.<br />Mi padre, de noche, bajo la lámpara, abrían su periódico y seguía con su lápiz la marcha de las divisiones en el teatro de la guerra.¡Menudo teatro! Nunca supe por qué llamaban teatro eso de pegarse tiros...<br />No sabíamos la causa, pero esos días los fantasmas estaban alborotados. Parecía como si aquellas noticias, de noche, les hicieran discutir. Se oían gritos y lloros. Nosotros también llorábamos porque el hambre era nuestro vacío cotidiano. Todo el mundo hablaba con desesperación de esa guerra como del final del mundo. Pueblos enteros eran arrasados en una noche. Sin alimentos, sin trabajo, sin sanidad, sin esperanza... Abundaba el tifus y la disentería. El racionamiento escaso y el estraperlo abundante. La sarna...¡La sarna! La sarna fue nuestra enfermedad sobrevenida de la guerra. Lo que los refugiados nos habían dejado como herencia maldita en la casa: su guerra bacteriológica. En la casa odiada por nuestra madre, todos cogimos aquella infección, fuimos pasto de esa invasión de roedores invisibles de la piel... De noche, antes de ir la cama, mi madre enfermera procedía a embadurnarnos manos y pies con emplastos de azufre aceitoso. Empezamos a ser fantasmas...<br />El maestro se fijó en mis manos enguantadas con trapos apestosos que escondía yo de su vista. Me las sacó del bolsillo como momias y las examinó en silencio. Debía apestar a cadáver de cuatro días en la tumba. Vi como se estremecía de terror. Se alejó más escorado que nunca sin decirme una palabra. ¡Ay Dios mío, qué muerto me sentí ese día! ¡Qué olor tan nauseabundo!<br />En la misma escuela los niños hablábamos de la guerra: de aviones, tanques, muertes. Las aguas de los caños, nuestra agua de beber, estaban infectas, no eran potables, pero las bebíamos. Cundía el tifus y el piojo verde. No había hospitales, ni asilos. Los médicos escasos poco podían hacer, salvo certificar defunciones. Uno se podía morir de cualquier manera. Se oían las campanas a cualquier hora con su tañido doloroso, seco y triste. Otro muerto, ¿quién será? Entonces no se escondían los muertos, todo el mundo acudía al velatorio donde se oían los chistes más graciosos del mundo. Donde se contaban las historias más divertidas. Nadie se perdía un velatorio donde podías hasta tomarte un café de cebada tostada. Nadie lloraba en los velatorios, a los velatorios se iba a reír. Y a comer. Quizá fuese una fiesta morirse en ese tiempo. El traje<br />de luto normal, para las mujeres, era el velo negro, a veces largo hasta los pies. Para los hombres, la cinta negra en el sombrero o el brazalete negro. Y para los huérfanos, los calcetines negros...¡Como hedían a muerto aquellos calcetines recién teñidos! La ropa clara de ayer, se pasaba por el tinte y el barreño...Todos teníamos nuestros difuntos. Era tiempo de luto. Todos nos vestíamos de negro, todos caminábamos tristes como cipreses...¡Qué años tan negros! ¡Hasta el pan era negro!<br />Lo que más dolía a mi madre, es que muchos de esos entierros pasaban por nuestra calle. Nuestra calle siempre estaba abierta para los muertos. Y los entierros más solemnes, eran siempre los de los clérigos, que pasaban en caja descubierta bajo nuestro balcón, revestidos, cerúleos y secos de hambre como todos...A </p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5287407333121035970" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 218px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjUE9G8JWqexicnXvqJbipnX4bLzzVH-UeEhLjhXSoEW18S4TT5tKsfZdDfrhH2niKQ0ZjxeOswyArEvDap2L_2Q1Oft5iE9oTQBYxN9xYS3VxtIBu2LAcjxn4gr3f0WmOKe3z5T83Ej0/s320/RINCON.jpg" border="0" />mi madre no se le quitaba el terror y las lágrimas.<br />Terminamos por cerrar el balcón y huir dentro de la casa cuando la campana repicaba anunciado el triste desfile...<br />-¡Que va a pasar el entierro!,-había siempre alguien que daba la voz de alarma.<br />Pero a todo se acostumbra uno. Y, además, lo peor estaba por venir...<br /><br /><br /><p align="justify"></p><br /><br /><br /><p align="justify"><em>(Capítulo 1 de la novela inédita "La casa número seis", de José Asenjo Sedano</em>.). NOVELA POR ENTREGAS.</p>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-70530542973889962152009-01-02T18:43:00.005+00:002009-01-03T10:37:35.532+00:00EL CEMENTERIO INGLÉS (Capítulo I)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxBoUj71R85mBZ_iCJ_4yXmeaa7ZIqtoO2kg8-D3m9T7CoI3LAODfNTc8Ljf_HgMG2DFVV_jpWBeVwbzEsa-20g8mUKTv2zQkv5_5XhKDX1iH5dNjLadIklJ0hNKBXGwHq5vOIgeYJ0ts/s1600-h/trafalgar.png"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286772292671538594" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 300px; CURSOR: hand; HEIGHT: 302px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxBoUj71R85mBZ_iCJ_4yXmeaa7ZIqtoO2kg8-D3m9T7CoI3LAODfNTc8Ljf_HgMG2DFVV_jpWBeVwbzEsa-20g8mUKTv2zQkv5_5XhKDX1iH5dNjLadIklJ0hNKBXGwHq5vOIgeYJ0ts/s320/trafalgar.png" border="0" /></a><br /><div><br /><br /><br /><br /> <em>De mi última novela publicada, "El Cementerio inglés", se ofrece aquí el primer capítulo. Se trata de una novela de aventuras, novela del mar llena de sorpresas y fantasías. ¿Su espacio? El Mediterráneo.<br /></em></div><br /><br /><br /><br /><br /><em><div align="justify"><br /></em></div><em>A veces, y el sueño es triste,<br />en mis deseos existe<br />lejanamente un país<br />donde ser feliz consiste<br />solamente en ser feliz.</em><em><br /></em>F. PESSOA.<br /><br /><br /><br /><br /><div align="justify"><br /><br />Capítulo 1<br /><br /><br />Cuando yo era niño, acompañaba a mi madre en sus visitas al cementerio inglés. Era un pequeño panteón con cruces y lápidas, en su mayoría pertenecientes a comerciantes y marinos británicos fallecidos en la ciudad o desembarcados en nuestro puerto. Mi abuelo, el capitán Cooper, era uno de esos ingleses enterrados allí. Ferdinand Cooper viajó por todo el mundo como capitán de varias navieras, en el “Kenia” y en el “Bristol”, entre otros mercantes. Contrajo matrimonio con mi abuela, Carolina Powel, hija de un vinatero de El Puerto de Santa María. Nunca supo español y, cuando hablaba con su novia necesitaba intérprete, lo que era motivo de guasa entre los gaditanos cuando veían aquella pareja de tres paseando por la Alameda. Dicen que era un caballero gentil, de ojos claros y sonrisa tierna. Tampoco abuela Carolina sabía inglés, por lo que tenía que hacerse leer las cartas que su marido le remitía de lejanos puertos. Lo que no quiere decir que el amor entre la pareja no fuera sincero y profundo. Cuando el capitán Cooper venía por Cádiz, sacaba a su mujer y a su hija Mary, mi madre, de paseo por Canalejas y Apodaca y les hacía fotografías en el estudio de Hugo, en la Plaza Mina. Todo el mundo conocía a los ingleses, como les decían.<br />Tenía el cementerio una pesada puerta de hierro cuyo cerrojo corría el portero, un escocés bajo y gordo, Henri, antiguo cocinero de la “Bristol”, goleta que comandó mi abuelo, retirado en Cádiz con su capitán. Cuando íbamos al cementerio, Henri descorría el cerrojo a los gritos de mi madre. Recuerdo su mirada recelosa, no entendiendo por que el capitán Cooper se había casado con una española. Descorría Henri el cerrojo y permanecía en silencio el tiempo que mi madre empleaba en arreglar la sepultura de su padre y colocaba aquel ramo de flores que, Henri, en nuestra ausencia, no tardaba en sustituir por una botella de ron, que era lo que le gustaba al capitán. Y de nada valían los enfados de mi madre estrellando la asquerosa botella contra la pared ni las soeces palabras de Henri en su contra, no dejándose vencer por una española, como decía. Henri había sido el servidor más leal que había tenido nunca el capitán Cooper, quién lo consideraba como un hijo. Y como a un padre lo lloró cuando lo sacó de la “<em>Bristol</em>” antes de que se lo tragara el mar. Días después el capitán fallecía en brazos de su esposa, quién no le sobreviviría mucho tiempo. </div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5286770807216396754" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 290px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1O0Rpo6bebY1SKsu5azvBv7h55MgvD6lT0dVU-jzP0AcFZCYx4oN02xZR7tEuJIdN_n3-OS67ZfA6ZBiXLZazEG2GYyJaqe8jC0CCIW2qtDq1x0H26jEgmEzMTz6WHkfVk5b8hJZh2q8/s320/barco6.jpg" border="0" /> <p align="justify"><br />Mi madre conservaba de su padre una pitillera de plata, varias pipas, un pañuelo filipino y una gorra de visera que llevó el abuelo hasta su muerte. En la gorra y en la asquerosa pipa todavía apestando a tabaco debía estar el secreto de aquel marino inglés. Mi madre amaba mucho a ese hombre extraño que la miraba con ojos tiernos y le decía palabras llenas de sentido amor que nunca entendió. La acariciaba con sus manos burdas y la llevaba al fotógrafo de la Plaza Mina para que le hiciera retratos. Por eso derramaba mi madre tantas lágrimas sobre aquella tumba.<br />- Me quería más que a nadie,- me decía entre hipos.<br />-¿Y cómo fue su muerte?<br />- Al capitán Cooper se lo llevó el huracán y a los cuatro días lo escupió la mar. Su barco se fue a pique cerca de Tánger. Allí se acabó la vida de la “Bristol”. Fue el Escocés quien lo sacó del agua y lo trajo a casa para morir.<br />Mi madre no paraba de llorar recordando ese momento.<br />- Nadie pudo arrancar de sus manos el retrato de su mujer y de su hija que la mar no pudo arrebatarle,- gimió mi madre tapándose la boca con el pañuelo filipino.<br />Esta historia me hizo mirar con simpatía al escocés de la mirada aviesa, fiel como un perro.<br />Otro día le pregunté a mi madre cómo fue que el capitán Cooper se enamorara de Carolina Powel.<br />- Ferdinand era entonces capitán de un bergantín que hacía la ruta de Liverpool Cádiz de cuya Compañía era consignatario don Sebastián Powel, hermano de mi abuelo. Cuando venía a Cádiz nos visitaba y hablaban siempre de viajes. Mi abuelo frecuentaba Londres por asunto de vinos y de política. Uno de esos días en que Cooper visitó la casa de El Puerto, conoció a la abuela Carolina, que era una mujer muy bella. Cuando murió Cooper, a poco murió de pena mi madre.<br />-¿Y dónde está enterrada?<br />- Está enterrada en San José. Su padre no consintió que su hija fuera enterrada en un cementerio de herejes.<br />Me extrañó que nunca fuéramos a visitar su tumba. Como excusa me dijo que no recordaba a su madre, que sólo la conocía por los retratos, que a ella la crió en verdad una nodriza de Chiclana que se llamaba Asunción, a la que llamaba mamá Asunción.<br />- Y a mi padre, ¿cómo le conociste?<br />- Al capitán Alexander B. Le conocí por casualidad. Era un hombre serio, muy delgado, que hablaba siempre de barcos. Nos enamoramos y nos casamos y tuvimos dos hijos. Un día se marchó y nunca más supe de él. Dijo que se marchaba a una guerra de ingleses. No sé si vive o está muerto.<br /><br /><br /><br /><br /> </p><div align="justify">De "<em>El Cementerio ingles",</em> novela de José Asenjo Sedano, publicada por el IES de Almería, 2007.</div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3312645306218744098.post-41421280525336288872008-12-28T09:11:00.007+00:002008-12-28T09:45:04.886+00:00DOS ESCULTORES: ÁNGELEZ LÁZARO GUIL Y ANGEL ASENJO FENOY<div align="justify">Estas navidades nos han traído la novedad de dos obras escultóricas, ambas en Guadix, el busto de Torcuato Ruiz del Peral, imaginero de Exfiliana del siglo XVIII, escuela granadina, obra de la ilustre Ángeles Lázaro Guil, autora de tantas obras importantes, muchas de ellas en la fachada de la catedral de Guadix; y la</div><div align="justify"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5284771623492502002" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 230px; CURSOR: hand; HEIGHT: 278px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPO69pvu2oMbjBRm04a_F8xD5L7NCMtppOVlo-64u8udn5bWyon8j_JzIa0y3K_8q1LUrfV1UZG1BRzaEDxmA1Ls8m529AkkDnP3woyG7AJiMoONZ2KOHMScSr2lboDcveDcNMsPrn2AY/s320/ruiz+del+peral.bmp" border="0" /> talla de Jesús Cautivo de las Penas, del joven imaginero accitano, Angel Asenjo Fenoy, autor, entre otras, del nuevo coro de imágenes de la catedral de Guadix que sustituyen, en nueva versión, precisamente las de Ruiz del Peral destruídas desgraciadamente en la guerra civil de 1936. La talla de Angel Asenjo pertenece a la escuela granadina y se venerará en la iglesia de San Francisco de su ciudad.</div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5284772811204439522" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 209px; CURSOR: hand; HEIGHT: 280px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicmx1cFGTm1DPdVGH_E8XpMTsYgWI3QxuDtaitXmGxkD6mOLMLLEkBbS_11vm34yROLSkFqOqhWFFNUi4L6Rgtc3yzFFF-3oOZLqKqVLaJ0CmOkWwU-RQagMREpjxbfhD-t8wuYPMDwkI/s320/cristo+de+las+penas.jpg" border="0" /><br /><br /><div align="justify">Ángeles Lázaro, escultora veterana, es seguramente una de las mejoras actualmente de nuestro país, pronto nos dejará para marcharse a Francia, según noticias, y Angel Asenjo Fenoy, profesor y licenciado en Bellas Artes en Granada, antes pasó por Roma y Sevilla, quien tiene un futuro prometedor.</div><br /><br /><div align="justify">Nuestra enhorabuena a ambos artistas.</div>José Asenjo Sedanohttp://www.blogger.com/profile/09950868734981931665noreply@blogger.com0