domingo, 19 de octubre de 2008

IBN TOFAYL, DE GUADIX



Publica el escritor e historiador Dr. Carlos Asenjo Sedano, correspondiente de la Real Academia de la Historia, el siguiente comentario sobre el filósofo Ibn Tofayl, en el periódico IDEAL, de Granada, 19 de octubre de 2008:






AL Andalus nos alumbró tres lumbreras filosóficas, intelectuales, más incardinadas en las estructuras mentales europeas, occidentales, que en las otras estrictamente semíticas u orientales. Son Avicena, Ibn Tofayl y Averroes. Y hoy, por la anarquía reinante en la complejidad de las relaciones de la fe religiosa con la razón -¿viejo tema de siempre, hoy tan desequilibrado a favor de la razón, es decir, de la ciencia!- quisiera fijarme aquí en ese personaje singular que fue el guadixí Ibn Tofayl (ca. 1.116/ 1.185), asentado precisamente, en lo político, dentro del aparato almohade, tan intransigente, y, sin embargo, Ibn Tofayl, tan astutamente heterodoxo, hasta el punto de abrir, enseguida, las puertas al gran disidente religioso que fue Averroes, el fustigador de la tradicional fe del carbonero, el malikismo, que en su entorno, a la sazón, como no podía ser de otra manera, era el islamismo, postura o herejía de la que no tardó en contagiarse el cristianismo hasta hoy día, a pesar de santo Tomás.Como es sabido, Ibn Tofayl, de cuya genealogía o clan todavía había familias en Guadix a la llegada de los cristianos de la reconquista, según los censos de población indígena conservados aún, fue el autor de una obra, famosísima hasta hoy, que Pococke tradujo al latín, y de ahí la versión castellana como 'El Filósofo autodidacto', un precedente, para la crítica, de 'El Criticón', de Baltasar Gracián, y hasta de 'El Emilio', de J. J. Rousseau, y cuyo argumento, en síntesis, radica en presentarnos a un hombre, Hay, desde niño, criado en soledad y en plena naturaleza, aislado de toda vida e influencia social, que por escalas ascendentes sucesivas, va descubriendo, diríamos, todo el evolucionismo humano hasta llegar a la conclusión de la existencia del alma y, por ahí, de Dios, al margen de todo proceso didáctico y doctrinario ajeno, como una simple tendencia del espíritu humano a integrarse con sus orígenes. Una obra cuya forma y estructura mental es de una modernidad llamativa incluso para hoy. Una doctrina posiblemente aprendida en Plotino por el guadixí, que lo lleva directamente a planteamientos panteístas y, consiguientemente, a postulados heréticos tanto para el islamismo como para el cristianismo, con una doble consideración de la verdad, según sea desde el punto de vista religioso o de la fe, o desde el punto de vista de la razón o de la ciencia, cuyos puntos de vista no tienen necesariamente que coincidir. Y cuya conclusión más elemental estaba a la vista: todo el legado religioso, incluido Dios, no tiene que ser una verdad aceptada por la ciencia, y viceversa aunque hay que tender a la fusión de ambos puntos de vista; es decir, conciliar fe y razón. Las consecuencias filosóficas, sociales, políticas y vitales de este planteamiento son fáciles de deducir, especialmente hoy en que notoriamente la intelectualidad occidental, y con ella su avanzadísima ciencia, ha optado, de alguna manera, por la senda racionalista, luego magnificada por el cordobés Averroes. Un Averroes tildado de maldito por Duns Scoto, de perro rabioso, por Petrarca, de ladrón loco, por Gerson, ese que Orcagna pintó en el camposanto de Pisa, al lado de Mahoma y del Anticristo, y a quien en la capilla de los españoles de Santa María Novella, de Florencia, lo vemos al lado de Arrio, oprimido por la planta de Santo Tomás en el fresco de Tadeo Gaddi; una especie de demonio encarnado, según nos cuenta don Marcelino, el gran erudito en materia de heterodoxos, con mejor voluntad que buenos resultados, como después se ha visto. De alguna manera, un Averroes que había bebido en la fuente del herético guadixí, su compadre en la erudición y en la amistad.En aquella época en que vivió Ibn Tofayl, previos a su amigo Averroes, siglo XII, no mucho antes de las Navas de Tolosa, 1212, en que se hundió el poderío almohade, incluso a pesar de la precedente dominación almorávide, la impresión que se tiene de aquel Andalus es que todavía el sustrato social y humano de la población hispanogoda, mozárabe, era no sólo notable sino muy mayoritario, incluso en sus manifestaciones culturales tradicionales, tales como el lenguaje bilingüe, la práctica de los ritos cristianos más o menos degradados, con obispos y sacerdotes ejercientes, ciertos cultos sobretodo en lugares apartados, rurales, a la manera de los antiguos pagos romanos, templos apartados aunque marginados, ya que el concepto de arquitectura religiosa, entonces, era de pequeños volúmenes, a diferencia de la revolucionaria actitud traída por el Cister y, luego, por el Renacimiento.Y fue en aquella sociedad, de alguna manera todavía tolerante con los mozárabes, aunque se les llamara la vil canalla, en la que surgen personajes tales como Ibn Tofayl, descolgados de toda ortodoxia, escépticos, marginados y solitarios. Una nueva sociedad dominada y atornillada por los almohades que acaban con aquel modus vivendi tradicional, ya que es entonces cuando se clausuran, o se derriban, los viejos templos hispano godos, se deporta a los obispos y a los mozárabes más inquietos, y se impone el credo único, la lengua exclusiva, la enseñanza coránica obligatoria en las madrazas Es entonces cuando surgen las nuevas mezquitas que nos van a llegar a la reconquista de los Reyes Católicos, v.g. la del Azafrán de Baza, la de las Sesenta columnas de Guadix Todo junto a un nuevo urbanismo, una nueva cultura que, por otra parte, recupera para un nuevo desarrollo más notorio a nuestras ciudades Pero la vieja sociedad indígena, así, ahora, sin sus obispos y sacerdotes, sin sus pedagogos, sin su cultura tradicional, sin sus ritos y creencias , ahora queda descolgada también de la fe y de su jerarquía pedagógica. Y es ahí donde surgen personajes como Ibn Tofayl que, en la soledad y la introversión, tratan de buscar a Dios -como su Hay- dentro de su corazón, más allá de las estructuras convencionales de la sociedad y la iglesia o la mezquita. Buscar a Dios dentro de uno mismo, sin intermediarios , que, de alguna manera, es lo que, en la actualidad, se han propuesto muchos hombres. Una senda o una actitud que, a falta de una pedagogía exterior suficiente o, incluso, de un dogma aceptable o admitido, ha llevado a esta sociedad nuestra, cada día más, al parecer, a admitir la teoría de la doble verdad que ya había hecho mella en Ibn Tofay y, luego, en Averroes. Que una cosa es ver la vida, lo trascendente, la historia y, en definitiva, Dios, con los ojos de la fe, incluida la del carbonero, y otra con los ojos de la razón. Sin que la opción de lo uno anule la simpatía por lo otro, aunque lo otro, la Razón sobre el caballo de su ciencia, hoy día parece que se impone, gracias, entre otros argumentos, a las aportaciones del guadixí Ibn Tofayl y el cordobés Averroes, a los que, antes, Plotino y la escuela de Alejandría les habían prestado alas suficientes, sin que, actualmente haya mucha preocupación por armonizar ambos puntos de vista. Panteísta, nihilista, 'El filosofo autodidacto' es el libro más individualista que nunca se haya escrito, el más temerario ensayo de una pedagogía enteramente subjetiva, en que para nada interviene el elemento social, según M. Pelayo.

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