domingo, 30 de marzo de 2008

V CENTENARIO DE FRAY LUIS DE GRANADA


Fray Luis de Granada nacía cuando sonaban campanas de luto por la muerte de doña Isabel, la reina católica. Se celebra ahora, por tanto, el quinto centenariodel nacimiento del que fuera uno de los mejores escritores que ha tenido la lengua castellana
Cuando Medina del Campo –26 de noviembre de 1504– se vestía de luto y doblaban sus campanas por la muerte de Isabel, reina de Castilla y de España, nacía en Granada Luis de Sarriá, quien, más adelante, fraile de santo Domingo, pasaría a llamarse Fray Luis de Granada. En la raya del mediodía, escuchando los versos de Fray Antonio de Montesinos, moría la reina más grande de España, Coplas a la Pasión del Señor, escritos expresamente para ella. Noviembre, mes de vientos y fríos inminentes. Luego, el cuerpo de la reina sería llevado en cortejo fúnebre –capellanes, cantores y caballeros– por viejos caminos conocidos: Arévalo, Ávila, Toledo, Jaén..., hasta su reposo en el convento de San Francisco, en Granada, con descanso definitivo en la Capilla Real –1521- junto a don Fernando, su marido, el rey católico.Nacía en Granada Fray Luis de Granada, niño pronto huérfano, pobre acogido a la caridad de los frailes dominicos y a la del conde de Tendilla, alcaide de la Alhambra, entonces fortaleza pétrea y almenada, sin su hermoso bosque, que llegaría después. El niño de la lavandera de los frailes se convertiría en paje de los hijos del marqués de Mondéjar, Capitán General del reino y costa de Granada, creciendo a la clara luz de la ciudad desde sus altos miradores. Abajo, la Granada reconquistada levantando sus iglesias y monasterios, la catedral y sus dos ríos. La Granada del siglo XVI, la de Alonso Cano y san Juan de Dios. La Granada que restañaba heridas.Profesaría en la Orden de Predicadores en 1525. Le sobraba talento al paje de los niños del conde de Tendilla. De 1529 a 1534, estudiaría en el Colegio de San Gregorio, de Valladolid, y sería discípulo de Bartolomé de Carranza, Melchor Cano y Diego de Astudillo. Y aunque estuvo a punto de marchar a Indias, se quedó en Andalucía como vicario del convento cordobés de Escala coeli, después de una intensa formación en Granada, como cuenta Álvaro Huerga en su tratado sobre Fray Luis de Granada. En Córdoba, conocería al padre Juan de Ávila, con quien mantendría, toda su vida, una importante correspondencia epistolar, decisiva en su vocación ascética. Leo en el Epistolario de san Juan de Ávila una primera carta dirigida a un Fray Luis joven, respuesta a dos cartas suyas en las que pide consejo para la vida de predicador que se dispone a comenzar. «Debe, pues, vuestra reverencia, para el oficio a que ha sido llamado, atender mucho que no se amortigüe en el espíritu de hijo para con Dios, Padre común, y el espíritu del Padre para los que Dios le diere por hijos». Hijos no de la carne, sino de un lazo más fuerte, como es la gracia. Y, experimentado, le dice: «A llorar aprenda quien toma oficio de padre...»En el mismo Epistolario, hay otra larga carta que el padre Ávila dirige a un discípulo suyo (han pasado ya los años), en la que le aconseja leer la Vita Christi: «Le aprovechará leer a Fray Luis de Granada, donde trata de la Pasión», obra para leer y meditar. La carta termina con una sabrosa meditación sobre la muerte, momento en el que, como un desgarro, «el ánima se arranca de las carnes».En cartas a sus hijas, Felipe II (que escribió más de seis mil a lo largo de su vida, muchas de ellas en el archivo del palacio Doria-Pamphili, de via del Corso, en Roma) cuenta cómo le encantaba escuchar los sermones en Lisboa de un Fray Luis de Granada ya viejo, casi ciego y desdentado.Hombre de oraciónFray Luis de Granada –conviene recordar– es uno de los más brillantes escritores de la lengua castellana. Para algunos, el mejor de nuestros escritores. «Fray Luis de Granada –escribió Azorín– no escribe; es decir, empapa su subconsciencia de arte, polariza hacia el arte toda su personalidad, no necesita pensar cómo va a escribir. Escribe sin pensar. Su sensibilidad va directa de los nervios a las cuartillas. Por eso no hay en nuestra literatura estilo más vivo, más espontáneo, más vario y más moderno».Leer a Fray Luis de Granada es un verdadero placer. Conservo como oro algunas de sus obras: la Guía de Pecadores (que dedica a la Muy Magnífica Señora doña Elvira de Mendoza, en Montemayor el Nuevo), dos ediciones de la Vita Christi, la traducción del Contemptus mundi, de Kempis, y la Introducción del Símbolo de la Fe, mi preferida literariamente. Son muchas más las que escribió. El granadino fue un escritor prolífico y un altísimo intelectual, que renunció a obispados y prebendas por su trabajo. No fue un místico, aunque sí hombre de oración, y sobre oración escribió obras memorables, conocidas en todo el mundo. Con Erasmo coincidía –como ha escrito Bataillon– en la supremacía de la oración mental. Fue un gran hombre de fe, un gran misionero cuya impronta recayó en figuras como Teresa de Jesús, Juan de la Cruz y el mismo Fray Luis de León, quien, desde la cárcel –se cuenta–, pidió como consuelo a sus soledades su Libro de la Oración y Meditación... Un maestro espiritual.Falleció Fray Luis en Lisboa el 31 de diciembre de 1588, y sus restos descansan en la iglesia de Santo Domingo de aquella ciudad, en rico monumento de mármol blanco y jaspes de diversos colores costeado con limosnas recogidas por el también dominico español de aquel convento Fray Gaspar de Toledo. Su fama es universal. Se merece este recuerdo.


José Asenjo Sedano

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