jueves, 4 de septiembre de 2008

GOYA, EL DÍA DE CÓLERA








El excelente reportaje de Arturo Pérez Reverte sobre los sucesos del 2 de mayo de 1808, en Madrid, me ha llevado a la lectura de otros libros referidos a esos sucesos y a don Francisco de Goya, pintor hoy un tanto desacreditado y no sé por qué; su apellido estaba ya predestinado para ser quien fue y sigue siendo. A este propósito tengo a mi vista el artículo de Barbara Rose, “Una polémica colosal” (ABC, 5.7.2008), el reportaje sobre “Las Pinturas Negras”, de Vanesa Job Valle (ABC, 4.7), así como las manifestaciones del hispanista Nigel Glendinning: “Lo que está pasando es grave y triste, el Prado admite cosas sin suficiente estudio”, (ABC, 1.7.)..., entre lo mucho que este verano se habla y discute sobre el indiscutible aragonés...
Para mi corto ensayo, me he valido de la obra de dos insignes figuras de la Historia del Arte, don José Manuel Pita Andrade, catedrático que fuera de la de la Universidad de Granada, y Jeannine Baticle, francesa, experta en pintura española de los siglos XVII al XIX (Velásquez, Zurbarán, Goya), conservadora del Museo del Louvre.
De don Manuel Pita tengo a la vista su ensayo “Goya”, Madrid, 1975, ilustrado con numerosas fotografías de Eleonor Domínguez. Se trata de una obra breve, muy condensada, sobre la vida y obra del genial pintor de Fuentedetodos (Zaragoza), nacido en 1746. El oficio de su padre, artesano modesto, decorador, hará que de Zaragoza (donde recibiría lecciones de José Luzón) pasara en 1763 a Madrid donde pinta e intentará sin éxito obtener una beca para viajar a Roma y conocer lo que allí se pintaba. Goya es todavía un pintor mediocre, no definido. Su admiración se mueve entre las dos grandes figuras de ese tiempo en Madrid: Tiépolo, barroco, y Mengs, neoclásico, influido más por este que por aquel, como puede comprobarse, más adelante, en su figura de Cristo.
Tras su estadía en Zaragoza pintando para el Pilar (los bocetos de las bóvedas), vuelve a Madrid, 1773, para casarse con Josefina Bayeu, hermana del pintor del mismo apellido que tanto le ayudará para abrirse camino haciendo algún retrato, como el del conde de Miranda (Museo de Lázaro Galdeano), y sus muchos cartones para la Real Fábrica de Tapices. Es un buen tiempo para Goya, que le llevará a descubrir a Velásquez. Graba algunos lienzos del sevillano y hace sus primeras pinturas para la familia real. En 1779 escribirá: “Me honró el Rey y el Príncipe y la Princesa, que por la gracia de Dios me proporcionó enseñarlas cuatro cuadros, y les besé la mano que aun no había tenido tanta dicha jamás...” Este logro, que tanto le satisface, le conduce a tener “enemigos mayores y con mayor encono”...Así, cuando fallece Meng, en Roma, se atreverá a pedir la vacante que deja el pintor de cámara, solicitud rechazada, aconsejándosele que continúe su formación y trabajos en la fábrica de tapices...
Viaja a Italia a su costa, pinta algunos cuadros y retrata al conde de Floridablanca, al que seguirían otros retratos de famosos, como el de don Ventura Rodríguez y los bellos cuadros de la Alameda de Osuna...Lo que le llevará, por fin, a ser pintor del rey (1786): “Soy pintor del rey con 15.000 reales...!”, y pintor de cámara en 1789 concedido por Carlos IV y María Luisa...
Vendrán después otras historias, su encuentro con la duquesa de Alba, su viaje a Doñana y Cádiz en busca de médicos para su sordera...hasta desembocar en el conflicto entre dos siglos, 1779-1808, como lo llama el profesor Pita Andrade, tiempo en el que se destapa la genialidad del pintor excéntrico, pintor muy por libre, de reducido ámbito, que no por eso deja de observar el mundo que le rodea, la crisis del momento y la grave situación de aquella España en desconcierto, entre el pasado y el presente arrollador que sopla con vientos de guerra desde la Bastilla. Goya sabe que España no podrá resistir el embate, máxime entre un pueblo realista y una aristocracia burguesa liberal que mira hacia Francia.




Y nos encontramos en el principio de este comentario: en los sucesos del 2 de mayo de 1808, tan fielmente descritos por Pérez Reverte con su prosa lúcida y brillante.”Siete de la mañana y ocho grados en los termómetros de Madrid, escala Réaumur. El sol lleva dos horas por encima del horizonte, y desde el otro extremo de la ciudad, recortando torres y campanarios, ilumina la fachada de piedra blanca del Palacio Real.” El día antes, Napoleón había escrito a Murat: “Envíame al infante Antonio (hermano del rey Carlos IV) y a todos los príncipes de la casa real.” Y dice Jeannine Baticle: “Como si se tratara de simples mercancías...” Esa noticia y el grito del cerrajero de la corte Molina Soriano: “¡A las armas, quieren llevarse al infante!”, sería el detonante que pondría en marcha el dies irae cuyo rugido alcanzaría todos los rincones de España, entonces toda y entera. “Porque el verdadero héroe de la resistencia a Napoleón fue el pueblo español, y no el ejército real.” No pintó Goya, como hace Pérez Reverte, la defensa del Parque de Monteleón, sí el enfrentamiento con los mamelucos en los alrededores de la Puerta del Sol. Sin olvidar que Goya pinta los horrores de la guerra seis años después de los sucesos, que estaban en su memoria, y lo hizo a iniciativa propia. Goya quiso rendir homenaje al valor de la gente sencilla. Jeannine Baticle, se queja (escribe en 1992) de lo poco y mal que se han estudiado los sucesos de estos días, en especial los fusilamiento del Príncipe Pío (3 de mayo), que espero hayan quedado definitivamente aclarados después del reportaje del admirado Pérez Reverte. “Goya, afirma Jeannine, es el auténtico, el único pintor de historia de los tiempos modernos”.





La ensayista francesa nos revela un descubrimiento sorprendente llevado a cabo por los especialista del Musée de l’Armée de París: Nadie se explicaba porque el pelotón de ejecución francés de los fusilamientos del 3 de mayo llevaba el uniforme de campaña de la guardia imperial, y recientemente se ha descubierto que eran marinos de la guardia imperial, perfectamente documentado por Goya.
Don Manuel Pita Andrade, en su ensayo, nos muestra una excelente exposición de pinturas y grabados, que se pueden encontrar en muchos libros de Arte.


Goya, no solo era grande por su estura y corpulencia, sino por su genialidad, por su españolismo, pese a las contrariedades siempre existentes. Falleció en Burdeos, en el exilio, la noche del 15 al 16 de abril de 1828, a las dos de la madrugada. Acababa de cumplir 82 años. Su funeral se celebró en la iglesia de Notre Dame y su cuerpo enterrado en el cementerio de Chartreuse.





José ASENJO SEDANO

No hay comentarios: