De las tres salidas de Don Quijote (que son cuatro), las dos primeras son las más auténticas del relato. Se dice que hubo cierto hidalgo en un lugar de la Mancha, Quesada o Quijada, que frisaba los cincuenta años, lector de novelas de caballerías y pastoriles, que debió conocer Cervantes en sus andanzas y frecuentar su buena biblioteca. Hombre recio, seco y enjuto, noble, amigo de sus amigos y de la caza. Sintiéndose joven, ilusionado, enamorado, loco, un día de los calurosos de julio, pertrechado con sus armas, caballero en su rocín, al alba, abre la puerta del corral de su casa y sale al campo en busca de su libertad. Y sale con grandísimo contento de ver lo fácil que, a sus años, ha resultado lanzarse a la aventura tantas veces temida. El día va subiendo y, con el día, los muchos pensamientos. Cae en la cuenta de que no ha sido armado caballero y que su actitud puede resultar ilegal, quizá sacrílega. El demonio va poniendo trampas en el camino de todo buen caballero que se dispone arreglar el mundo. Contrito, se promete armarse caballero del primero que encuentre.Ancha es Castilla y más en verano. Rocinante camina a su aire, ajeno a los monólogos y diálogos de su amo y señor. El sol de julio es mal compañero y la cabeza de nuestro aventurero hierve saturada de ensueños. No se ve un alma en el camino. El sol derrite las piedras y las aspas de los gigantes molinos de viento.Hace cien años, queriendo imitar a don Quijote, conmemorando los trescientos años de la novela, hubo autores que se atrevieron a reinventar el Quijote. Don Miguel de Unamuno, alumbrado de ideales, escribió una Vida de Don Quijote y Sancho. Azorín, con ojos mediterráneos, hizo la ruta de los pueblos de Castilla y, en Argamasilla de Alba, creyó reconocer a don Alonso Quijano, el Bueno, «sentado en una recia y oscura mesa de nogal...»Cayendo la tarde, cansados y muertos de hambre, don Quijote y su caballo, descubrieron al trasluz una venta, un castillo, que fue para el hidalgo como si encontrase una estrella...Estrella o mala estrella, en la que un ventero andaluz, de la playa de Sanlúcar, al ver su traza, al ver su rocín y su armamento, dándose cuenta de que el aparecido está loco, decide organizar la diversión de la noche. El ventero, unos arrieros y dos mozas del partido, que iba de paso para Sevilla. Esa cuadrilla es la que elige don Quijote para armarse caballero. Vela sus armas y, arrodillado delante del rufián, en medio de las dos doncellas que se tienen la risa, el ventero comediante, farfullando latines en su libro de asientos de la paja y la cebada, le da sus bendiciones, le golpea el cuello y le da un gentil espaldarazo que a don Quijote le sabe a gloria.«Dios haga a vuestra merced –le dice la Tolosa, ya doña Tolosa– muy venturoso caballero y le dé venturas en lides...»«Y la del alba sería cuando don Quijote salió de la venta (segunda salida a la aventura) tan contento, tan alborozado por verse caballero», más feliz que nunca, a punto de hacer saltar (dice) las cinchas del caballo...Ese día tuvo dos aventuras, la de Andresillo, al que libra en mala hora de la paliza de su amo Juan Haldudo el rico, vecino de Quintanar, que le aumentará la deuda, y la de los mercaderes toledanos que iban a Murcia al mercado de la seda, a los que, pretencioso, don Quijote quiere hagan profesión de fe diciendo «que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso...» Los toledanos lo dejaron tirado en el camino molido a palos, abandonado a la muerte, si no pasara por allí un labrador vecino de don Quijote, Pedro Alonso, que corrió a socorrer al caído, dándose cuenta de que el herido es su vecino. Se lamenta de su situación, lo limpia, lo monta en su cabalgadura más sosegada y, como buen samaritano, lo conduce a su casa, no entrando en el lugar hasta que se hace más noche para evitarle al caballero y a su familia la humillación de su lastimoso estado...Novela rural, muy española, describe en estos primeros capítulos el crudo mapa de una realidad secular, el maltrato al loco, que pinta y describe magistralmente Cervantes, oponiendo a la ruindad rural, como contrapunto, el comportamiento humano del bueno Pedro Alonso, al que llamaremos samaritano.Muchos piensan que estos primeros capítulos del Quijote contienen una novela ejemplar y que, tal vez, fuera esa la primigenia idea de Cervantes, convertida después en la gran novela. Yo me quedo con esta preciosísima novelita del caballero benefactor, la crudeza del campo inmisericorde, y la elegancia espiritual de Pedro Alonso, su vecino.
José Asenjo Sedano
2 comentarios:
Un saludo Pepe, bienvenido a la blogosfera literaria.
Gracias por inaugurar, en parte, mi blog. Espero estemos próximos en este intercambio de pareceres literarios y místicos. Un saludo. Pepe Asenjo-.
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