miércoles, 11 de junio de 2008

CARLOS ASENJO SEDANO, NOVELISTA



LOS hermanos Asenjo Sedano, (el mayor Carlos, el menor José), quedaron para siempre marcados por el impacto de nuestra desdichada guerra civil. Cuando estalló la sublevación militar -aquel aciago verano de 1936-, ambos eran muy niños, pero con edad suficiente, si no para comprender, sí al menos para memorizar aquel caos de sangre y horror que les tocó presenciar. Fruto de aquellas vivencias son varios libros de José -uno de ellos, 'Conversaciones sobre la guerra', premiado con el Nadal- y la novela de Carlos 'Y volvieron al paso alegre de la paz', recientemente publicada por la editorial Arial. La obra, con el título tomado de uno de los versos del 'Cara al Sol', el himno triunfalista de los casi cuarenta años de dictadura franquista, nos cuenta la vida y vicisitudes de una familia de la nobleza andaluza, los Fernández de Córdoba, anclada en un poblachón, cuyo nombre no se nos dice en el libro, pero que en todo coincide con el bello y arcaico Guadix de nuestro autor, durante una de las épocas más conflictivas de toda la historia de España: antes, durante y después del sangriento conflicto, ya aludido. Esta familia, descendiente de gloriosos nobles castellanos, que sirvieron con lealtad y valentía a Isabel la Católica en la reconquista del reino de Granada y al Gran Capitán en las guerras de Italia, cuando comienza la novela sólo es un viejo y esperpéntico fósil de lo que antaño había sido. Atrincherada en su viejo y decadente palacio, todo él lleno de pergaminos y recuerdos -la gente lo conoce por el Palacio Encantado- vive olímpicamente ajena a la realidad española del momento. Sus tres moradores principales, una madre y dos hijos educados a su imagen y semejanza, llevan en sus cuerpos el estigma de la degeneración y decadencia familiar: ella tuerta y ellos, uno tuerto y el otro cojo. Las muchas ínfulas y no menos pergaminos, así como los prejuicios de clase y el viejo lema familiar de Dios, Patria y Rey, repetido generación tras generación, suplen con creces las deficiencias físicas de la familia. Pero, ay, el 14 de abril de 1931 se proclama la República y, con ella, comienza para nuestros tres protagonistas un largo calvario que culminará en el verano de 1936 cuando don Gonzalito, el primogénito de la familia, después de unirse a las fuerzas sublevadas contra la República, es condenado a muerte y fusilado por un tribunal popular. La madre, doña Constanza, recibe la noticia con la misma adustez con que Felipe II recibió la del fracaso de la Armada Invencible. El otro hijo de la familia, don Ciprianín, segundón y tuerto, ha logrado, junto con otros enemigos de la República y varios guardias civiles, abrirse camino y llegar hasta Granada, en poder de los sublevados. Mientras ellos huyen, el pueblo se sumerge en un mar de sangre. Incendios y asesinatos se suceden. Las únicas personas que hubiesen podido poner coto a tales excesos han muerto defendiendo a los sublevados o han huido. Comienzan a faltar los alimentos y hay que organizar el frente. La guerra se alarga, pero al final, la colosal ayuda de Alemania e Italia, así como la cobardía de las llamadas democracias, deciden la victoria a favor de los sublevados. Los que en verano de 1936 se marcharon huyendo por trochas y veredas vuelven triunfantes en la primavera del 39 hablando de laureles y cantando el 'Cara al Sol'. Entre ellos llega don Ciprianín, el tuerto, que ahora es teniente del ejército rebelde. ¿Puede decirse que ha llegado por fin la paz? El título del libro así lo hace pensar, pero la realidad es muy distinta. Asesinatos, campos de concentración, juicios sumarísimos y, por si fuera poco, más de medio millón de españoles, que han tenido que tomar el duro camino del exilio. Entre ellos, aunque no se dice en el libro, lo mejor de la intelectualidad española.Don Ciprianín se instala en el Palacio Encantado y, después de repintar sus blasones, dedica su vida a la educación de su sobrino Gasparín -el hijo del llorado don Gonzalito- y a la visita de los prostíbulos. El autor pone su énfasis en mostrarnos los entresijos de la educación del niño -una educación muy especial que pronto terminará dando sus desastrosos frutos- a la que dedica numerosas páginas. Todas las mañanas, a pie firme y sones de la marcha real, tío y sobrino izan la bandera en el patio del palacio y todas las tardes la arrían con la misma música. Surge, en medio de este clima de añoranzas y falsas glorias militares, que rozan el esperpento, una historia de amor y dolor que culmina con la muerte, a manos del niño Gasparín, de uno de los personajes secundarios de la novela y la boda, tras sufrida penitencia, del protagonista con la

a madre del niño, mujer un tanto ligera de cascos, pero de una extraordinaria hermosura. ¿Una novela más sobre la guerra y la inmediata postguerra? No, en modo alguno. El carácter fuera de serie de los personajes, así como su marcado localismo y algunas de las situaciones que en ella se describen, la hacen única. A estas razones habría que añadir las varias moralejas que el lector puede arrancar de sus páginas. Todo esto y mucho más, contado con estilo sabrosamente arcaizante, hará las delicias de todo el que se adentre en esta extensa obra de Carlos Asenjo Sedano -cuatrocientas páginas-, el reputado investigador accitano, desde ahora, también novelista, y, no estará mal añadir, novelista de indudable calidad.



Francisco GIL CRAVIOTTO




Comentario literario publicado en IDEAL, de Granada, 9 febrero 2007, sobre la novela de Carlos Asenjo Sedano, con el título "Y VOLVIERON AL PASO ALEGRE DE LA PAZ...", publicada por ARIAL, Ediciones, Granada, 2006.

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