lunes, 23 de junio de 2008

LA PASIÓN, SEGÚN FRAY LUIS DE GRANADA




Fray Luis de Granada es uno de los más brillantes prosistas de la lengua castellana. Confieso una predilección especial por este eminente escritor, por su obra ascética y literaria. Nacido en Granada en 1504, falleció en Lisboa en 1551, donde era Provincial de la Orden de Predicadores, una de sus grandes figuras. Vivió en Valladolid y en Córdoba, donde conoció a san Juan de Ávila, que tanto influiría en su oratoria. “Habló de las cosas celestiales con tanta lindeza, gravedad y fuerza en el decir que parece no quedó nada en esto para mayor acertamiento”, según uno de sus estudiosos. Fray Luis de León, en su prisión, para consuelo de su alma, se hizo llevar su “Libro de la Oración”. Felipe II, durante sus largas estadías portuguesas, nunca se perdía un sermón del granadino, a pesar de encontrarlo “ viejo y desdentado”.
Una de las joyas ascéticas y literarias de Fray Luis de Granada, es su “Vida de Jesucristo”, de la que tomo ocasión para escribir este comentario sobre la Pasión de Nuestro Señor, a propósito de la Semana Santa. De las muchas imágenes de Cristo que se veneran y desfilarán estos días por nuestras calles, pocas tan auténticas como la que se describe en este libro breve, grande por su contenido. “Entre todas las obras de Dios la que sin alguna comparación es mayor sea la Humanidad de Cristo nuestro Salvador, que es haberse Dios hecho hombre por amor a los hombres”, escribe al inicio de este tratado, tomando como pie las Meditaciones de San Buenaventura.



Haremos parada de estación en los puntos que consideramos más sobresalientes de esta Pasión según Fray Luis de Granada, como es la Oración del Huerto, donde el Salvador se prepara para “la conquista de su Pasión”, después de acabar la “misteriosa cena” de aquella noche, donde tantas cosas sobre el amor se dijeron, poniendo frontera entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento,” abriendo la puerta a todos los dolores y martirios de su Pasión”. Y a tanto llegó su tristeza, que en su agonía sudó gotas de sangre...
Contempla nuestro autor el rostro herido y sangrante de este Cristo del Huerto, al que habla y dice: “Entiendo, Señor, que vuestra caridad quiere ser la primera en sacaros sangre sin hierro y sin cuchillo, para que se entienda que ella es la que abre camino a todos los otros perseguidores”.
Detienen a Jesús por manos de Judas, “adalid y capitán de la gente armada”.
-“A quienquiera que yo besare, ése es; tenedlo fuertemente”,-avisó el traidor, caído ya como otro Lucifer.
Aceptó el Señor “este beso cruel”, habida cuenta que tenía que beber el cáliz que le dio su Padre, dando paso a la espantada de sus discípulos que lo dejan en desamparo escandaloso, momento en el que” toda aquella manada de lobos hambrientos” arremete contra el Cordero sin mancilla, llevándole entre voces y estruendo, bien atado, al Sanedrín, primero a la casa del malvado Anás, porque era el suegro de Caifás, pontífice ese año. Y de aquí, sentenciado, “podemos inferir cual sería la noche que el Señor allí pasaría en medio de tan crueles sayones”. En cuanto abrió el día, sería conducido en tropel a la casa de Pilatos “acusándole y alegando contra Él mil falsedades y mentiras”, instándole para que firmara su condena de muerte, muerte de cruz por haberse confesado Hijo de Dios y Rey de los Judíos. Bien sabía Pilatos que toda aquella gente le había llevado el preso movida por la envidia, que la acusación nada tenía que ver con el César, que Jesús de Nazareth era inocente; no obstante, hombre calculador y pusilámine, “y temor humano”, lo mandó azotar, pensando que de este modo calmaría el furor de sus enemigos.”Desnudan al Señor de sus vestiduras, átanlo fuertemente a una columna y comienzan a azotar aquella purísima carne y añadir azotes a azotes, y llagas a llagas, y heridas a heridas. Corren los arroyos de sangre por aquella sacratísima espalda, hasta regarse la tierra con ella y teñirse de sangre por todas partes”.
Y no bastó con esto, sino que “tejiendo una corona de juncos marinos, hincáronsela por la cabeza para que así padeciese por una parte sumo dolor, y por otra suma deshonra.”
“Y no contentos con tan doloroso vituperio, vístenle con una ropa colorada, que era entonces vestidura de reyes y pónenle por cetro real una caña en la mano, e hincándose de rodillas dábanle bofetadas y escupían en su divino rostro, y tomándole la caña de las manos, heríanle con ella en la cabeza, diciendo: Dios de salve, rey de los judíos”.
-“Mira cual estaría aquel divino rostro, hinchado con los golpes, afeado con las salivas, rascuñado con las espinas, arroyado con la sangre, por unas partes reciente y fresca, y por otras fea y denegrida. Y como el santo Cordero tenía las manos atadas, no podía con ellas limpiar los hilos de sangre que por los ojos corrían, y así estaban aquellas dos lumbreras del Cielo eclipsadas y casi ciegas y hechas un pedazo de carne. Finalmente, tal estaba su figura que ya no parecía quien era, y aun apenas parecía hombre, sino un retablo de dolores pintado por mano de aquellos crueles pintores y de aquel malvado presidente, a fin de que abogase por Él ante sus enemigos esta tan dolorosa figura.”
Cargó Jesús con el madero haciendo su calle de la Amargura hasta alcanzar la cima del Calvario, hoy escondido entre los muros del Santo Sepulcro, donde, despojado de sus vestiduras, echada a suertes su capa, fue acostado sobre la Cruz y clavados sus manos y sus pies...
-“Cuando el Salvador se viese así tendido sobre la Cruz y sus ojos puestos en el cielo, ¿qué tal estaría su piadoso corazón?¿Qué pensaría? ¿Qué diría en este tiempo?”
-“Fenecido ya con vuestra obediencia el curso de mis días, vuelvo a Vos, no por otro camino que el de la Cruz. Vos mandasteis que Yo padeciese esta muerte por la salud de los hombres. Yo vengo a cumplir esta obediencia y ofrecer aquí mi vida en sacrificio por vuestro amor.”
Como un soberbio imaginero, fue levantada la Cruz con el Cordero herido, al pie su Madre dolorosa, inclinando la cabeza, encomendó su espíritu en las manos del Padre. “Entonces, el más hermoso de los hombres, oscurecidos los ojos y cubierto el rostro de amarillez de muerte, quedó el más maltratado de todos, hecho holocausto de suavísimo olor por ellos, para revocar la ira del Padre.”
-“Y así, después de expirado el Señor, uno de los soldados dio una lanzada por los pechos, de donde salió agua y sangre para bautismo y lavatorio del mundo...”
Colosal pintura, con la brevedad de un comentario, de esta meditación sobre la Pasión del Salvador que nos hace Fray Luis de Granada, insigne religioso y escritor, el más grande de nuestros prosistas castellano, granadino formado a la sombra de la Alhambra y del monasterio de Santa Cruz la Real. Bueno para recordar y meditar en estos días grandes de la Semana Santa.



José ASENJO SEDANO

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