miércoles, 2 de julio de 2008

"LOS GUERREROS", COMENTARIO DE RAFAEL VAZQUEZ ZAMORA



Hace pocos años, fue la novela de Asenjo Sedano, "Los guerreros" -primera novela- una de las mejores presentadas aquella vez al Nadal y recuerdo que no cumplía con la extensión mínima requerida. Asenjo publica en un periódico de Granada, donde se licenció en Derecho -él es de Guadix y debe ser bastante joven- unas crónicas poéticas. No sé si habrá publicado otra novela que leí de él en nuestro concurso.


"Los guerreros" es una bella historia de amor entre infantil y adolescente más la de dos familias que se odian y un chico muy imaginativo en el cual late el lejanísimo pasado de su ciudad -la propia Guadix- y que tiene él mismo vocación de personaje de leyenda. Allí dos bandos radicalmente opuesto, los Espinosa y los Dominguez, ellos y quienes se agrupan en torno a cada una de esas dos familias enfrentadas desde que un Espinosa, tío abuelo del muchacho y que se llamaba Diego, mató a Blanca Dominguez, de diceciseis años, que tan pronto decía amarlo como no querer relación alguna con él, y aquel antepasado se había suicidado desolado por su crimen pasional. Ese amor viene a reproducirse - y la enemistad entre los clanes está mucho más exacerbada, siempre hay Capuletos y Montescos- cuando Rodrigo Espinosa, a sus catorce años, se incendía al ver a Blanca Fonseca, dos años menor que él (los Dominguez, aunque seguían siendo llamados así, pasaban a ser Fonsecas al casarse las dos mujeres que quedaban de aquella familia). Y cuando llevamos ya algún tiempo conociendo a Rodrigo, aún vivía su imponente abuelo don Santiago, hermano de aquel Diego que tuvo el arrebato ya histórico.


Suave y a veces irónica poesía -aunque domina en el libro la ternura- hay en esos guerreros, chicos cuya mayor diversión es jugar a la guerra -moros y cristianos- procurando los amigos de los Espìnosa que hagan de moros los Dominguez. Hay algunos jinetes entre aquellos chicos aunque sean cabalgando caballlos de palo, pero Rodrigo monta bien desde pequeño y en su casa tienen todavía buenos caballos, aunque los irán dejando de poseer porque la situación económica de los Espinosa se irá empeorando mientras que los Dominguez -ya los Fonseca- prosperan sin cesar. La historia de Guadix encarna en esos chicos batalladores y entusiastas. Por ejemplo: "La próxima vez los "cristianos" prepararon una sorpresa que ellos, los "moros", no se esperaban. Rodrigo se presentó a la batalla con su caballo, que fue como toda la caballería en marcha. Lo primero que hizo fue salir disparado para hacer una carga y detrás lo siguieron los demás gritando y arrojando piedras. Naturalmente, aquella irrupción provocó el desconcierto en el otro ejército, que se dio a la fuga casi a cuatro patas. A los pocos minutos los "moros" andaban parapetados y escondidos detrás de unos cerretes. Pero en seguida, en cuanto veían que el caballo se les venía encima, volvían a correr hasta que no quedó ni uno en medio del campo... Era una tarde con mucho sol. Los cerros relucían amarillos y rojos por efecto de la arcilla. Por arriba pasaban los grajos con las alas abiertas y graznando. El animal relinchaba lleno de alegría."


Así que esas guerras de raices antiguas y tambien regadas por odio0s familiares, los chicos lo pasaban estupendamente y sobre todo ello flotaba el amor muy espiritual y caballeresco atizado por las dificultades invencibles. El abuelo don Santiago tomará una actitud trágica cuando se entere de la inclinación de su nieto hacia una Fonseca y ésta, Blanca, está como asustada y lejana. Es una Julieta obediente a los decretos familiares y de la que sabemos poco. Naturalmente está impresionada por el romántico amor de Rodrigo y se puede suponer que a su manera le ama pero en su vida se lo han ido indicando y cuando la casen, siendo poco más que una niña y teniendo Rodrigo diecisite años, desaparecerá ella de tan apasionada historia. También desaparece Rodrigo, pero es porque ha de morir cuando se pone al mando de una imponente fuerza de chiquillos que, con armas primitivas, asaltan la casa de los Dominguez el día que iba a celebrarse la boda de Blanca con un poderoso joven granadino. Un Dominguez (o Fonseca) hermano de la novia, al matar a este otro Espinosa -que entró en su casa subiendo las escaleras en su precioso caballo blanco, con el exaltado propósito de llevarse a la novia- terminará con el terrible odio de las dos familias, o por lo menos dejará a este sin fuerzas, convertido en pura leyenda y, por lo pronto, en una deliciosa novela: ésta.


Con sencillez y frecuentes fantasías poéticas brotadas de la misma historia de Guadix, Asenjo Sedano parece haber sido uno de aquellos chiquillos que jugaban a la guerra y alternaban los chichones con los ideales, que eran caspaces de hacer su yas las ilusiones de un jefe y defenderlas como un solo chico. "Rodrigo, por su parte, veía el mundo como algo rotundamente perverso. Se sentía destrozado por dentro y por fuera. No comprendía pior qué Blanca -para su mal- había tenído que venir al mundo precisamente en aquella casa y en aquella familia. ¡Hubiera sido tyan fácil de otra manera!". Pero en ese caso no habríamos podido presenciar sus sufrimientos y su sentimental heroismo. No habría habido que resolver tragicamente esta historia aparentemente sencilla. Sin duda, nos habría gustado saber más de Blanca, pero la muchacha no tenía madera de heroína precoz y por eso la dejó prudentemente el autor a la sombra. De todos modos, no le habría venido mal a esta novela diáfana una cierta complejidad dándole "más papel" a Blanca. Pero se trata esencialmente de unos "guerreros" y la lucha y el afán de arriesgarse para conseguir un objetivo, no precisamente la amada es más importanter aquí que el amor mismo, aunque en aquel adolescente caballero enamorado, fuese la chiquilla amada el móvil de sus entusiasmo guerreros y pacíficos.




Lanzas de caña, estandarte, palos, piedras, estrategia elemental y caballos fingidos o de verdad, gritos feroces e impulsos tosco aunque nobles, llevaban a aquellos críos a portarse como mayores en el entusiasmo bélico. Cuando están preparando la tremenda operación final, alguno de ellos se asombra cuando se habla de la posibilidad de que hubiera alguna víctima. La muerte no estaba prevista en aquellas aventuras. Sin embargo, lo trágico puede, también, salir del juego, que es una cosa muy seía. Y bien es sabido que muchas veces son más serios los niños que los adultos movidos éstos frecuentemente por prejuicios y sentimientos mezquinos envueltods en una capa de nobleza. Así, en esta primera novela de un autor que empieza muy bien, frente a la sentencia tajante de un Fonseca: "Un Espinosa no se acerca a mi hija porque a mi no me da la gana", aún casi niños son capaces de creer posible lo que un adulto decide ser imposible. Basándose ese veto sólo en prejuicios.




RAFAEL VAZQUEZ ZAMORA






(Este comentario fue publicado en la revista DESTINO, de Barcelona, el 6 de marzo de 1971)






No hay comentarios: