viernes, 4 de julio de 2008

MIS LIBROS: FUERA DEL TIEMPO




Han pasado una, dos generaciones de hombres, y la guerra civil va quedando lejos en un recuerdo cada vez menos personal. El autor de esta novela va cumplir cuarenta y ocho años y su experiencia de ella son recuerdos infantiles. Para tener conciencia de adulto de la guerra hay que haber cumplido los sesenta años. Pasarán unos pocos más y con ellos los recuerdos de los ancianos y la guerra será sólo u n capítulo más de la larga historia, y montones de papeles en archivos ordenados o desordenados.


Es significativo que este año uno de los más grandes premios literarios de novela haya recaído en una de recuerdos muy personales y vividos de la guerra civil. Parecería que el momento pide novelas donde se exalta al bando republicano, después de decenios de glorificación de los contrarios, y sin embago los recuerdos del autor, con la destucción de aquella familia en un pueblo lejano de la Andalucía alta, parecen sintetizarse en lo que la abuela, personaje central del libro, dice de modo lapidario: "Esta ha sido una mala guerra". Y en otra ocasión:"Porque en las guerras como la nuestra nunca gana nadie, y quien las gana es siempre un traidor a los dos bandos".


Asenjo presenta en un personaje infantil los recuerdos de la guerra. Lo verosimil es que tales recuerdos se basan en lo autobiográfico, el tiempo coincide con su edad. Pero cabe mucha fantasía del novelista en el personaje central, y puede haber en primera persona muchos recuerdos inventados por un creador literario.


La técnica con que los recuerdos son presentados es la de la evocación, y el centro es la figura de la abuela, personaje central, en quien se simboliza el afán de vivir para sostener a todos los de la casa, para darles hasta una explicación del mundo.
El niño va despertando a la vida y comprobando, lleno de dudas, la explicación, mientras las desgracias de la guerra caen sobre la familia y la van destruyendo. Le hablaba, pues, a la abuela de "la locura de Dios, que hacía las cosas y luego las deshacía y luego las rehacía y luego las volvía a deshacer." Mientras la abuela le enseña incesantemente, le descubre lo que ella sabe, discute con él.

EL país donde el niño abre los ojos a la guerra es aquella Andalucía donde la tierra "se ondulaba, se despeinaba, se encaramaba árida a los olivos, a los castaños y a las encinas terribles como gigantes". Allí comienza la guerra que el niño ve. Arde la iglesia, el molino, la aserradora, el cura es asesinado y a uno de los jefes revolucionarios lo traen muerto del frente para que el pueblo le rinda honores. Los niños, mientras, "corríamos por la carretera, orgullosos de saludar a aquellos soldados felicísimos. Por que -recuerda el niño- ése fue otro de mis descubrimientos: que la guerra hace felices a los hombres."
La abuela "se reía ocultando su carita de pastel, sus labios de tomate y aquellos ojos ahogados a través de los que trataba de ocultarse". Y de esta manera muy original va describiendo mil facetas de la anciana, con su bastoncito de contera de goma, su atención a todo, mientras sus dos hijas más jóvenes, medio dementes, escapan arrancadas por la guerra, y su hijo huye del pueblo para hacer la guerra del lado de los otros, y a su yerno lo llevan preso los milicianos, por lo que su otra hija, la madre del niño, se hunde en la sinrazón. "La guerra nos vuelve a todos egoistas", dice la pobre cuando todo está aún al comienzo y le falta mucho que sufrir y sacrificarse.En su sabiduría aprendida del saber tradicional lo ve bien claro: "¡A mí que me importa quién gane la guerra!"

Nada se concede aquí a lo que hoy parece idea corriente: que las guerras son evitables. El niño descubre que "la guerra también es natural. Es natural que de vez en cuando los hombres cojan sus armas y se vayan lejos, a matarse los unos a los otros". Cuando la guerra va avanzando, y llegan al pueblo los refugiados, e invaden la casa y la van destruyendo, quemando muebles y puertas para calentarse, la llenan de suciedad y hedentina, la abuela concentra más la energía que sostiene la familia. Mientras, el niño va despertando y descubre las maravillas del paisaje, del que Asenjo Sedano sabe darnos descripciones breves y penetrantes. "Con la invasión de refugiados -se nos cuenta- se acabaron las palomas del huerto...Toda la casa olía a chamuscado, a basura, a restos de comidas imposibles, a meadas y porquería de niño. Nunca jamás averiguaríamos de dónde procedía aquella baba, aquel oscuro turbión de harapientos y desheradados, en qué lugar habrían podido habitar y permanecer ocultos, ignorantes de la más mínima noción de convivencia."



Y entonces sobreviene el hambre. Y la parienta antes rica pasa mendigando y buscando por la casa todo, hasta llevarse en su saco las pobres patatas que guardaban para cenar. Y la figura de la abuela crece. Corrige al filósofo griego que sabía había dos vidas, la de la vigilia y la del sueño. Más la abuela: "Pero, sea o no sea, en esas dos vidas tú eres el mismo tú: nunca te cambias por nadie."
Más no contaremos el argumento de la novela. Al final, con la muerte del hijo que se escapó y vuelve, el pobre, sin piernas, se acaba, y con ella todo aquel mundo antiguo y ruinoso del pueblecito de la alta Andalucía. "No es justo que uno muera por nada -dice la abuela-...¿Qué Dios de la nada puede haber inventando tal cúmulo de maldades?", y la explicación del absurdo de la guerra se enreda con las preguntas de la teodicea.

Cuando las dos pobres locas vuelven, viudas de los fusilamientos del fin de la guerra, con la cabeza envuelta en un turbante de harapos, que se quitan para dejar ver sus cráneos pelados y afeitados, se acaba realmente el paréntesis de la guerra que sostenía a la abuela. La simbólica paliza que su padre da al niño porque está sucio, cubierto de tierra por jugar en el suelo, y la entrada en la escuela, devuelven el niño a una vida más vulgar.
Tal es la obra que ha sido premiada. Si nos atrevemos a suponer el por qué, señalaremos que es enigmática, objetiva, cargada de problemas existenciales de los que ahora estamos olvidados. Desde el mundo gozador en que olvidamos los males y problemas que deberían angustiarnos. Asenjo Sedano llama a la preocupación por los problemas supremos. En monólogos del niño cuando la guerra se acerca a su fin, en uno leemos: "Y es que, en el fondo, todo es un juego, hoy me toca a mí y mañana te toca a tí." Ni siquiera ha necesitado trabajarse un estilo. Nada fluido, con un vocabulario a veces vulgar, y sin embargo lejos de lo conversacional, libre de imitaciones e influencias, el novelista ha acertado a recoger un pasado que huye, que todos queremos olvidar, pero que pesa, allá en el fondo, en los viejos y, todavía, en los que lo vieron de niños.
ANTONIO TOVAR






(El autor de este comentario, "Fuera del tiempo", sobre la novela "Conversación sobre la guerra", Premio Nadal 1977, de la que es autor José Asenjo Sedano, es D. ANTONIO TOVAR LLORENTE (Valladolid 17.5.1911, Madrid 13.12.1984) filólogo, linguista e historiador, Rector que fuera de la Universidad e Salamanca, Premio Goethe y Miembro de la Real Academia de la Lengua Española. Fue publicado este comentario en la revista "La Actualidad Española", Madrid, 2 de abril de 1978.)

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